Sánchez, yo te entiendo, pero no te creo.

Entiendo tu discurso, por el que a mí me han llamado muchas veces moderadito o centradito. Yo también pienso que hay límites, y que incluso en la batalla hay caballerosidad. Pero no te creo.

Lo haría si, como presidente del Gobierno, defendieses también a los fachas, a los rojos, a los anarquistas, a tus colegas feministas de Sumar, a tus exsocios bolivarianos, y a todos los que no forman parte de ese PSOE estrecho en el que no caben ni siquiera muchos de tus colegas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comunicación institucional de esta mañana en el Palacio de la Moncloa.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comunicación institucional de esta mañana en el Palacio de la Moncloa. Pool Moncloa

Si la decisión se ha decantado por la movilización social del fin de semana, estimado presidente, es que todo era mentira. Este fin de semana no te ha apoyado casi nadie, y las críticas que has recibido en tu casa, y fuera de ella, han sido clamorosas.

Pero da igual. Este fin de semana se suponía que estabas reflexionando, y no arengando a los tuyos para obtener en las calles de Madrid el apoyo que no tienes ni en el Congreso ni en la opinión pública. Tu gobierno es muy débil, pero se sirve de un sistema electoral que da mucho peso a nacionalistas e independentistas.

Es legítimo, yo soy de los que no lo discute. Pero tu gobierno es débil, tiene poco apoyo en la opinión pública, y ni siquiera ha conseguido sacar adelante la ley más básica del Estado, que es la de los Presupuestos Generales.

Tienes la virtud de haber aprendido de un maestro de la polarización que es más probable conseguir la victoria levantando muros. Conoces a la España que gobiernas, la que da su peor cara cuando la sacuden, como un niño histérico cuando le quitan el helado.

Tú sabes provocar para que los españoles moderados, a los que les preocupa más el futuro de sus hijos y el pago de su hipoteca, salgan cabreados a gritar. Eso aprieta tus filas e impide que el voto cambie de lado.

El muro es cada vez más difícil de saltar, por eso has querido hacerlo cada vez más alto. Como hicieron los comunistas con el de Berlín, o Stalin con las fronteras soviéticas. Tu muro está levantado para que los tuyos no se escapen.

Serías grande si te esforzases en sacar la mejor cara de los españoles que gobiernan. Ya sabemos que siempre los hay dispuestos a enfangar, no nos descubres nada y no hace falta que lo digas todo el rato. Pero tu misión no está en ventilar ese fango, sino en dejar tranquilas las aguas para que las heces se vayan al fondo.

Podrías, porque eres el presidente del Gobierno, y tienes mucho poder, fomentar las cosas que nos unen, y señalar el enorme patrimonio social que tenemos en España.

Somos la sociedad de la calle, de la fiesta, de la plaza pública. Una cultura acostumbrada a acoger, a sufrir y, por tanto, a compadecer. No somos fanáticos, ni calvinistas, ni guerracivilistas.

La sociedad española está harta de la crispación. Pero todo esto parece que no te importa. Estás cómodo en el discurso tuitero de la "fachosfera".

Es cierto que la extrema derecha es una amenaza global, y lo vamos a ver el 9 de junio en las elecciones europeas. Pero no lo es que sea una amenaza en España.

Lo que sí es un peligro es que nos dejes a tantos al otro lado del muro. Que nos acuses de no ser "progresistas" y, por tanto, de ser fascistas. Necesitas tanto a la extrema derecha porque si al otro lado del muro no hubiese nada, tus votantes se irían hacia territorios más templados.

Tengo la fortuna de conocer a muchos que trabajan contigo, que tienen responsabilidad en el Gobierno, y por eso soy incapaz de caer en la patraña del "antisanchismo". Conozco a los tuyos, y no me dan ningún miedo. Con algunos de ellos incluso cruzaría el desierto.

Lo que veo es que esos no te interesan porque sabes que no ganarías elecciones con ellos. No les veo salir como a Óscar Puente a decir que eres "el puto amo", o como a Patxi López a colgar pancartas con el "No pasarán". No veo a muchos de los tuyos con nostalgia de la Guerra Civil, como tampoco veo a casi nadie al otro lado de tu muro imaginario resucitando a Hitler.

Te comprendo, presidente, porque a mí tampoco me gusta que se crucen ciertos límites. Pero no te creo, porque el espectáculo infantil que has montado estos días sólo ha servido para dividir y señalar a una gran parte de españoles, entre la que me incluyo.

Tu gestación de cinco días sólo ha servido para parir un discurso de autodefensa que te deja a ti como víctima, y a los demás nos sitúa en el papel de agresores. Lo siento, pero no te creo.