Garbiñe Muguruza se marchó de la Rod Laver Arena con la cabeza agachada, muy triste, hecha polvo. El domingo, la española perdió un encuentro que merecía haber ganado ante Naomi Osaka (4-6, 6-4, 7-5) después de dejar escapar dos puntos de partido (5-3, 15-40) y de sacar por la victoria (5-4). En consecuencia, se despidió del Abierto de Australia en octavos de final ante la número tres del mundo cuando tenía hecho el pase a cuartos y despejado el camino para pelear por su primer grande en cuatro años (Wimbledon 2017).