Gloria Gubianas, fundadora de Hemper.

Gloria Gubianas, fundadora de Hemper. Cedida

Talento Rebelde

Gloria Gubianas: "Entrar en concurso ha sido el momento más duro y vulnerable que he vivido como emprendedora"

El emprendedor gallego Emilio Froján entrevista a la fundadora de Hemper, una marca de moda que va más allá con un proyecto basado en la sostenibilidad y el compromiso social

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Gloria Gubianas es una referente de la nueva generación de emprendedores conscientes. Al frente de Hemper, no solo construyó una marca de moda, sino un manifiesto de sostenibilidad y compromiso social. Su visión se materializó en mochilas y complementos únicos, confeccionados artesanalmente en Nepal con cáñamo y materiales reciclados, fusionando diseño contemporáneo con un impacto positivo tangible.

Bajo su liderazgo, Hemper construyó un símbolo del consumo responsable, demostrando que es posible un modelo de negocio ético. Sin embargo, este propósito se ha enfrentado recientemente a la cruda realidad del mercado. La empresa ha entrado en concurso de acreedores, un giro que hace florecer los enormes desafíos que enfrentan las marcas sostenibles para mantenerse competitivas en un ecosistema empresarial complejo.

La trayectoria de Gubianas se convierte así en una poderosa lección sobre los equilibrios entre idealismo y viabilidad económica, y en un testimonio de la resiliencia necesaria para enfrentar la parte más cruel del emprendimiento.

Gloria, Hemper nació de un viaje a Nepal y de querer ayudar a comunidades locales. ¿En qué momento ese propósito social se fusionó con la idea de crear una marca de moda con ambición global?

Cuando viajé a Nepal en 2015, me conmovió conocer de cerca la cultura local y el potencial que había para generar un impacto real en las comunidades. Allí descubrimos cómo trabajar con cáñamo y fibras tradicionales podía crear empleo digno y preservar saberes ancestrales, y nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo de manera sostenible a través de la moda.

Desde el inicio, teníamos muy claro que no queríamos montar una ONG: queríamos construir una empresa que pudiera competir en el mercado global y demostrar que impacto social y negocio pueden ir de la mano. Para lograrlo, decidimos centrar el impacto en las personas que hacen los productos que vestimos, ofreciéndoles herramientas para su desarrollo personal y profesional, y ayudándoles a ser autónomas y dueñas de su propio futuro.

Al mismo tiempo, queríamos que Hemper fuera una marca de creatividad y calidad, con productos que destacaran por su diseño y estética, capaces de competir en cualquier mercado internacional.

Ser B Corp y tener un impacto positivo está en vuestro ADN. ¿Fue este modelo, a veces más costoso y complejo, una ventaja competitiva clara o un lastre en términos de crecimiento y rentabilidad en los primeros años?

Ser B Corp para nosotros nunca fue solo una certificación: está en nuestro ADN. Desde el principio sabíamos que queríamos medir el éxito no solo por ventas, sino por el impacto positivo que generamos en las personas y comunidades con las que trabajamos.

Es verdad que al principio era un modelo más costoso y complejo, porque exige transparencia, controles y un compromiso constante con los estándares sociales y ambientales. Pero más que un lastre, fue una ventaja competitiva clara. Como conseguimos la certificación desde el principio, mucha gente nos empezó a asociar con marcas referentes como Patagonia, Veja o Ecoalf, y eso compensaba el coste. De hecho, creo que nos fue mejor entonces que ahora, porque hoy en día hay mucha más competencia y ser B Corp ya no te da esa diferenciación inmediata que nos dio a nosotros en los primeros años.

Ser B Corp nos ayudó a diferenciarnos, a generar confianza con clientes conscientes y a atraer talento que comparte nuestros valores.

En 8 años pasasteis de mochileras con una idea a una marca de referencia en moda sostenible en España. ¿Cuál fue el momento de mayor orgullo durante esta fase de crecimiento?

Uno de los momentos de mayor orgullo fue cuando empezamos a ver a personas por la calle con nuestros productos. Ver a alguien llevando una mochila Hemper no solo era una validación de nuestro trabajo, sino también una señal de que estábamos conectando con la gente de una manera auténtica. Aún más gratificante fue cuando figuras importantes y referentes en el mundo de la moda y la sostenibilidad comenzaron a elegirnos y llevar nuestros diseños. Eso nos hizo sentir que estábamos en el camino correcto, creando algo que realmente importaba.

Por otro lado, las alianzas y colaboraciones con grandes marcas fueron hitos clave en nuestra trayectoria. Nos unimos a Camper para crear los primeros zapatos hechos con cáñamo artesanal del Himalaya. También colaboramos con marcas como Springfield, L'Occitane, Flax & Kale y el Cenador de Amós, entre otras. Cada una de estas colaboraciones fue una oportunidad para aprender, crecer y demostrar que la moda sostenible puede ser innovadora y atractiva.

Estos momentos no solo fueron logros comerciales, sino también confirmaciones de que nuestra visión de combinar impacto social con diseño de calidad resonaba con muchas personas y marcas. Nos dieron la confianza de que estábamos construyendo algo significativo y duradero

En términos de facturación ¿Cual fue vuestro mejor año?

Medio millón

Y en términos de impacto, ¿se cumple la máxima de que una empresa social cuanto más vende más impacta?

En parte sí, porque cuanto más vendíamos, más personas podían participar de nuestro proyecto y más comunidades podíamos impactar positivamente. Cada mochila o producto que vendíamos generaba oportunidades de desarrollo para quienes lo hacían, así que en ese sentido, el crecimiento amplificaba nuestro impacto.

Pero tenía un doble filo. A nivel social era claro: más ventas significaban más personas involucradas en el proyecto. Pero a nivel medioambiental había que ir con cuidado, porque un mayor volumen de producción podía aumentar la presión sobre recursos y procesos. Por eso no se trataba solo de vender más, sino de mantener nuestros estándares sociales y ambientales. Nuestro foco siempre estaba en equilibrar crecimiento y propósito, para que aumentar las ventas realmente significara aumentar el impacto de manera responsable.

Como CEO y cofundadora, entrar en concurso debe de ser emocionalmente devastador. ¿Cómo estás gestionando a nivel personal este golpe? ¿Has sentido el apoyo del ecosistema de emprendimiento e inversión?

Entrar en concurso fue, sin duda, uno de los momentos más duros y vulnerables que he vivido como emprendedora. Hemper no era solo una empresa; era una extensión de mí misma, de mis valores y de mi propósito. Ver cómo todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo llegaba a su fin fue devastador. Sin embargo, también fue una oportunidad para reflexionar, aprender y crecer.

A nivel personal, he tenido que encontrar formas de gestionar el dolor y la frustración. He buscado apoyo en mi entorno cercano, en otros emprendedores que han pasado por experiencias similares y en profesionales que me han ayudado a procesar todo lo vivido. No ha sido fácil, pero estoy aprendiendo a abrazar la vulnerabilidad y a ver cada desafío como una oportunidad para fortalecerme.

En cuanto al ecosistema de emprendimiento e inversión, la experiencia ha sido muy clara: hay dos perfiles. Por un lado, están quienes te apoyan, que reconocen el valor de lo que construiste y quieren contribuir a que tu proyecto siga adelante. Por otro, están los que dan la espalda: hay gente que sabe que estás cerrando y directamente no te vuelve a coger el teléfono. Esa dualidad es dura, pero también enseña mucho sobre la resiliencia que requiere ser emprendedora: aprender a seguir adelante, a adaptarse y a mantener la energía incluso cuando las circunstancias son difíciles.

¿Qué es lo más duro de atravesar un concurso de acreedores?

Lo más duro de atravesar un concurso de acreedores es, sin duda, el golpe emocional. Ves cómo todo lo que construiste con esfuerzo, pasión y compromiso llega a un punto crítico que no puedes controlar completamente. No es solo un cierre de negocio, es sentir que un proyecto en el que pusiste tu vida y tus valores está llegando a su fin.

Yo creo que al principio, lo más difícil es no saber cuánto tiempo vas a estar en concurso, no saber cuánto te queda. Esa incertidumbre genera una tensión enorme porque no puedes planificar ni prever lo que viene. Además, es un proceso muy solitario: aunque tengas equipo y apoyo, la responsabilidad final recae sobre ti y muchas decisiones difíciles las tienes que asumir sola.

Otro aspecto muy duro es la responsabilidad con las personas involucradas: tu equipo, proveedores, colaboradores y comunidades que dependen de ti de alguna manera. Gestionar su incertidumbre, mantener la comunicación clara y protegerlos dentro de lo posible es un peso enorme.

Además, hay que tener un control exhaustivo de la caja. Cada movimiento financiero debe estar monitorizado al detalle, porque la liquidez es crítica y cualquier decisión puede tener consecuencias importantes para el proceso y para los involucrados.

Y, por supuesto, está la parte práctica y burocrática: trámites legales, reuniones con acreedores, procesos administrativos… Todo mientras intentas mantener la calma y tomar decisiones estratégicas. Lo más difícil es equilibrar todas estas dimensiones: la emocional, la social y la operativa, y aprender a seguir adelante pese al impacto que todo esto tiene en ti y en los demás

¿Cómo ha reaccionado vuestra comunidad a esta noticia?

La reacción de nuestra comunidad ha sido increíblemente conmovedora. Hemos recibido muchísimos mensajes de apoyo, cariño y gratitud de personas que han seguido a Hemper desde sus inicios, que compraron nuestros productos o que simplemente se sienten identificadas con nuestra filosofía y valores.

Muchos nos han transmitido que nuestro proyecto les ha inspirado. Esa conexión emocional nos ha dado fuerza en un momento muy difícil y nos ha recordado que lo que construimos va mucho más allá de los productos: hemos creado una comunidad con propósito y valores compartidos.

También ha sido un momento de mucha transparencia: la comunidad ha entendido nuestra situación y, lejos de juzgarnos, nos ha apoyado, compartiendo nuestras historias, ofreciéndonos ayuda y reconociendo el impacto positivo que tuvimos durante todos estos años.

La empresa se cierra pero ¿Sientes que ha dejado un legado? ¿Sientes que Hemper seguirá viva?

Sí, definitivamente siento que Hemper ha dejado un legado. Más allá de los productos, creo que hemos demostrado que es posible construir una marca de moda que combine creatividad, diseño y sostenibilidad, sin renunciar al impacto social. Hemos inspirado a otras personas y marcas a plantearse cómo hacer las cosas de otra manera y a priorizar el impacto positivo junto con la calidad y la estética.

En cuanto a si Hemper seguirá viva, creo que en muchos sentidos sí. Toda nuestra red de artesanos en Nepal sigue funcionando, y ese era siempre el objetivo: que el proyecto tuviera un impacto duradero en las personas, independientemente de que Hemper continúe como empresa. Nuestra comunidad, las personas que han trabajado con nosotros y las colaboraciones que hemos creado mantienen vivo el espíritu del proyecto. Incluso aunque la empresa cierre, la filosofía y los aprendizajes de Hemper seguirán presentes, y espero que sirvan de ejemplo y motivación para otros emprendedores que quieran generar impacto mientras construyen negocio