Martín y Marcos Marcote Márquez, de Arjeriz.
Arjeriz, un paraíso centenario del vino de Vigo a resguardo de la segunda generación
Martín y Marcos Marcote llevan las riendas de este antiguo ultramarinos que su padre convirtió en un pionero de las tiendas gourmet y en una de las vinotecas más reconocidas de la ciudad
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El letrero de Arjeriz es uno de los más clásicos de Vigo. Las letras doradas que se perfilan sobre la entrada son de esos símbolos asociados a la ciudad y también del paso del tiempo. En la esquina entre las calles Carral y Victoria, a pocos metros de la Alameda, este espacio ha visto cómo ha ido evolucionando la ciudad.
Abrió sus puertas en 1920 con el nombre de "La buena medida", pero pronto lo compraron los hermanos Rodríguez López para vender los quesos y mantequillas de la Granja Arjeriz. El árbol genealógico del negocio abre una nueva rama en 1969, con la llegada de Juan Antonio Marcote, que se convirtió en propietario en 1985 y entendió que aquel negocio le tocaba lo de "renovar o morir".
Hoy, Arjeriz es una tienda de vinos con solera y con el reconocimiento de toda la ciudad; una clientela estable, de las de toda la vida, y la nueva que se va creando gracias a la amplia difusión del vino en la actualidad. "Lo bueno de que haya tanta oferta digital, tanta tapería o el Instituto Galego do Viño, es que ahora se habla mucho de vino y la gente joven se va informando y consumiendo", explica Martín Marcote Márquez, hijo de José Antonio y, junto a su hermano Marcos, los actuales regentes del negocio.
Relevo generacional
Arjeriz.
Ambos hermanos han tomado el testigo de su padre, que progresivamente dio pasos hacia un lado, especialmente tras la pandemia. "La idea es mantener el trabajo de mi padre, que vivió el momento más difícil, porque esto era más una tienda y era la época en la que llegaba Alcampo y El Corte Inglés, por eso tuvo que transformarlo en algo que funcionase", explica Martín.
De hecho, Juan Antonio cogió la dirección en la que ya llevaba tiempo especializándose: como empleado del ultramarinos, se encargaba de la sección de licorería, así que esa especialización se dirigió hacia lo que le gustaba y lo que ya conocía, y mucho. Coincidió, además, una época en la que la gente comenzaba a mostrar más interés por el buen vino de marca que por el que se vendía a granel.
"A la larga, su decisión fue la buena, porque lo que en las tiendas de barrio se malvive, y sin embargo él encontró su hueco dentro del mundo de los vinos y los destilados. Tenemos nuestro sitio en Vigo y a nivel de Galicia, las bodegas nos respetan", añade. A pesar de que sus hijos llevan el negocio, su padre sigue siendo el propietario y no ha dejado de acudir por Arjeriz "a controlar". "No viene a trabajar, no se pone detrás del mostrador", añade.
Lo cierto es que el relevo generacional se ha ido dando progresivamente desde hace unos años. La digitalización de las cuentas, la llegada de Marcos, su hijo, para hacerse cargo de ellas, y un par de años complicados donde se dedicó a cuidar a su mujer, que falleció hace un año, le fueron desconectando del día a día del negocio.
Lucha contra la digitalización
Una digitalización contra la que ahora tienen que luchar Martín y Marcos. "No es una lucha justa, no podemos competir en igualdad", reconocen, aunque sus esfuerzos se dirigen a "mantener un poco la clientela y hacer clientes nuevos con otros productos". Es decir, dar un paso hacia una "nueva era", pero manteniendo una imagen ganada a pulso en la ciudad y respetando la tradición.
Además, el consumo del vino ha ido cambiando desde hace años y en las nuevas generaciones no se trata de tomarse "el vaso de vino" diario, sino que hay una cultura del vino y su consumo se traslada más al fin de semana o a días especiales, o también como un producto para regalo.
Eso sí, lo que Martín deja claro es que el turista, a pesar de encontrarse en el centro neurálgico de la ciudad, no es el cliente tipo de Arjeriz.
La apertura de otros locales, como la Quesería Marqués de Valladares o Vazey, que regenta un amigo y vecino de la familia, también les ha ido guiando hacia el minimalismo a la hora de ofrecer otros productos más allá de los vinos y destilados; ofrecen una breve selección de alimentos destinados más para acompañar la propia bebida. Mantienen, eso sí, los frutos secos "por tradición y respeto a esa historia", que era de lo que se encargaba su madre.
Arjeriz.
Lo que ya no comercializan las especias para callos que elaboraba su padre, algo que se dejó de trabajar después de la pandemia. El Coronavirus también les hizo perder algunos clientes de los alrededores de Vigo. "Venían aquí a propósito y luego perdieron la costumbre", señala, para añadir que hay otros que, por desgracia, ya no están.
En Arjeriz, el reguero de personas que entra es constante. "Estamos mal aparcados, vengo a por las cuatro cajas de vino", señala un hombre con una sonrisa; pocos minutos antes, otro cliente acude a por un regalo para un amigo que va a visitar a Madrid, al tiempo que se informa del tipo de vino que se va a llevar.