Manoletina de Tomás Campos al malaje 'Taleguilla'

Manoletina de Tomás Campos al malaje 'Taleguilla' Plaza 1

Toros FERIA DE SAN ISIDRO

Las Ramblas como el equipo suplente de Saltillo

Vigésimasegunda de abono.- Una corrida infame de presentación y comportamiento lastra las posibilidades de la terna. Se la jugó Tomás Campos.

4 junio, 2019 21:51

Faltaba gente hoy hasta en el 7. A los domingos de agosto no fallan, que es lo que pregonan por las redes sociales para legitimar sus ekintzas. Prefieren el sol de justicia y al pobre, claro. Hoy toreaba Tomás Campos, top 3 de naturales en 2018 en esta plaza. Ni si quiera fueron a ver a unos de sus toreros fetiche, Morenito de Aranda, más conocido como el Moreno en Alcalá 202, una de las sedes del torismo, el garito rociero para los que no quieren ir hasta Juan Bravo, un Almonte lowcost, vaya. La feria de la revolución, que ya lo es —Simón Casas tenía razón—, esconde estos carteles a los que no van ni los aficionados.

La corrida de Las Ramblas fue un desfile de mercenarios sedientos de sangre. Convirtieron Las Ventas en Afganistán, como si Saltillo hubiera enviado al equipo B a luchar en otras trincheras. Las hechuras fueron el reflejo de sus intenciones, con el perfil de talanquera alguno. Los seis formaban una banda para continuar Romanzo Criminale.

Era bajo Taleguilla. Vaya nombre para un toro. Como si un cirujano se llamara Cementerio. Las manos cortas pegadas al ruedo, el hocico blanco, castañazo, redondo, bien hecho. El trapío se le disparaba por los pitones como la radiación de Pripiat. A Tomás Campos le hacía ruido el traje al asomarse. Una guillotina afilaba el espacio vacío, marcando la entrada a la cueva. El susurro del peligro salía por las dos puntas abisales, manejadas por Taleguilla como un navajero de esquinazo. No ayudaba el viento a encauzar la pelea. Por la primera tanda recorrió Campos el filillo del precipicio.

Lo prendió Taleguilla sosteniéndolo por atrás, colgado Campos de la percha fatídica. El pitón enhebró la tela como el bisturí que falla. Tomás Campos apuró los espacios, tirando al aire la moneda marcada. La tensión recorría los tendidos. Tenía tranquilidad el matador, haciéndole malabares al semáforo de la muerte. Se encerraron, abrazándose en el penúltimo valls. Casi fue el último: la víbora gigantesca le entró por la barriga, apareciendo la cabeza en medio del chaleco. Lo sujetó sin ganas Taleguilla a la salida de las manoletinas, desganado en la antesala del tanatorio. Todavía quedaba pasar la espada por la trampa. La dinamita estallaba a cada intento, perdido el matador en la maleza Sonó un aviso, atrapado entre la burocracia fría y la naturaleza despiadada. El descabello acabó, por fin, con la bestia. 

Anochecía en Madrid cuando se escucharon unas pisadas por toriles. Venía un monstruo a paso lento, arrastrando las cadenas. Ninguno ha recorrido la milla verde con esa insolencia en todo San Isidro. Qué toro, tan enorme. Las Ramblas tenía guardado un tiburón blanco que respiraba fuera del agua. No se empleó en el caballo, al que miraba frente a frente. Pasaba el triceratops respirándole en la montera al lidiador. En el inicio hubo un resquicio, doblado el matador en los terrenos del 7. El toro no se empleaba, había interés sólo por ver pasar al gigante. Un tráiler girando en una rotonda tenía más gracia. Le pesaban los medios al malote, saes. Tomás Campos se la ponía como si fuera Enviado. Ojalá con aquel, la verdad. Tampoco en el tercio, rebajado el bestiajo en el fango de su condición. No había manera de colarlo por el hueco de la calidad. Las formas de Tomás Campos eran caricias imperceptibles en la piel jurásica del elefante.


El capote le hacía ventosa a Juan del Álamo en las espinillas. Salió un toro escuchimizado. El año pasado Las Ramblas trajo la corrida curvy, compensándolo ahora con estas hechuras famélicas. Se fue al 5 el bicho. De allí lo sacó el matador, con dificultades logísticas, como si quisiera tender una toalla en Tarifa. El toro fue de largo. Lo despachó Juan del Álamo con un molinete de rodillas. Se las sabe todas. Aprovechó la inercia del manso y su calidad contada para armar tandas muy festejadas. Relajado el salmantino, otras veces tremendo. El toro parecía más guapo suelto a embestir. Al natural me gustó más, tirando el brazo el torero. El toro iba y venía, buscando la salida de emergencia. Rajado, la faena bajó cuando había que ponerle algo. Le estoy cogiendo manía a las manoletinas. Un espadazo tendido fue el reflejo de la faena. Siempre a punto de traspasar el umbral.

Derechazo de Juan del Álamo, que le tocó el mejor toro

Derechazo de Juan del Álamo, que le tocó el mejor toro Plaza 1

Salía de los capotes el quinto distraído. La actitud de perdonavidas cada vez que el matador quiso arroparle la embestida. Era imposible conectarlo. Salió del caballo haciéndose el afectado, perdía las manos camuflando sus intenciones. Del Álamo se abrió sintiéndose artista, apoyado en la barrera. Quizá no era el momento. Tan ofensivo, el toro apretaba si se sentía podido. Apretaba porque le sobraba todo, quería estar solo como esos poetas derrotados que no tienen nada que decir. Juan del Álamo intentó torear, como si pretendiera hacer fuego dentro de una piscina. 

El perfil del primero era tímido. Había una falsa sensación de trapío si se miraba de frente, inabarcable, abiertos los pitones grises. Como el selfie de una fea en Tinder, siempre hay un ángulo bueno, pero no engañaba a nadie. El lomo estaba partido, un poco alto, además. El culo era el de un señor mayor hospitalizado, tan flaquito. Parecía que lo habían alimentado con sopas. Del primer puyazo salió pidiendo el cambio. Miraba al banquillo. No calentaba nadie. Morenito se justificó frente al moribundo, que es como hacerle el teléfono a una farola. Estuvo mucho tiempo, rascándole muletazos.

No fue fácil estar delante de Artista. Morenito de Aranda tendrá en la finca de Las Ramblas un montoncillo de fotografías en las que aparece haciendo su vida, los negativos colgados en la habitación del sicópata. Artista lo conocía todo sobre él.  Pendiente el toro de los alamares, como si quisiera recoger el cable del bordado por el que colgaba el cebo de la carne. Un espadazo activó al matón, que se lanzó detrás de un subalterno. Otro toro para enterrarlo sin nombre.




FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Martes, 4 de junio de 2019. Vigésimosegunda de feria. Menos de media entrada. Toros de Las Ramblas, 1º vacío, se movió el rajado 2º, no pasó el ofensivo 3º, 4º orientado, 5º vacío, 6º sosísimo.

Morenito de Aranda, de azul noche y plata. Espadazo atravesado. Cuatro descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo, pinchazo caído, media espada suelta atravesada

Juan del Álamo, blanco y plata. Espadazo tendido y caído. Un descabello (ovación). En el quinto, espadazo delantero y caído (división de opiniones).

Tomás Campos, de azul marino y oro. Pinchazo hondo, pinchazo arriba, pinchazo caído. Dos descabellos (silencio). En el sexto, medio espadazo atravesado y estocada caída (silencio).