La convocatoria para acompañar la entrega de llaves del Batán a Madrid Destino ha sido efectiva: jubilados, profesionales, parados y algún estudiante se han reunido este miércoles por la mañana para sacar músculo en las instalaciones de la antigua escuela taurina haciendo caso a los whatsapps, tuits y "llamadas anónimas" que han casi viralizado la propuesta durante esta semana. El mundo del toro se ha enfadado, y allí estaba, dividido en corrillos, con la mirada perdida.

"Los contratos de los profesores finalizan el 30 de enero. Hoy era el día para hacer efectiva su expiración", cuentan desde el Ayuntamiento a este diario. Los técnicos municipales habían quedado con Iluminado, el hombre que vive allí encargado de las instalaciones desde hace 30 años, "entre las 12 y la una", cuenta. A las tres de la tarde aún no habían aparecido, al menos de manera oficial. "Han estado dando vueltas, por allí abajo", señala a los corrales vacíos. "Ya no sé si vendrán esta tarde. De todas formas, aunque dé las llaves aquella puerta", dirige la mirada a la cancela que desemboca en el metro, "tiene que estar abierta: llega el butano, el cartero...", resuelve.

El asunto de las llaves no tenía el transfondo simbólico que parecía. Fuentes consultadas por este diario explican que la intención de Madrid Destino es la de "cerrar completamente", una decisión que habría tomado personalmente Carmena, sin dar cabida a otras opciones. "Una vez entregadas las llaves por los antiguos usuarios, Madrid Destino valorará las distintas posibilidades de uso", dicen desde el consistorio. Sin embargo, la habitual línea que divide el bien y el mal en estas situaciones, la adicción del sector taurino, dispuesto a gritar consignas en cualquier instante, no estaba tan definida. Nadie dijo esta vez aquello de "disfruten de lo votado". La pancarta traía en rojo el 'Carmena dimisión'.

"Ojalá viniese tanta gente aquí durante todo el año", dice Mario Palacios, novillero con caballos, mirando alrededor dentro de la portátil, afianzando la sensación de reparto de culpas que sobrevolaba. "¿La escuela taurina no llevaba cerrada un año y pico?", se pregunta. Carmena retiró la subvención de 60.000 euros en 2015, alegando que así cumplía el programa. "No estamos a favor de la tauromaquia". La Comunidad de Madrid se hizo cargo entonces de la escuela, rebautizándola. La llevó a Las Ventas, achicando los espacios a resguardo del PP. Los profesores se dividieron: Fundi y Rafael de Julia se fueron con la Comunidad, Joselito, Bote y Martín Arranz se quedaron en el Batán.

"Los políticos son una cagada"

"Aquí no hay escuela", indica Palacios. "Venimos todos los días a entrenar varios profesionales, pero no hay profesores". Ahora Madrid llegó a un acuerdo con Joselito y el resto de maestros, renovando los contratos por 32.000 euros desde junio a enero, prácticamente el mismo importe que conlleva el Premio Nacional de Tauromaquia (30.000 euros), concedido a la entidad a finales de 2015 y que quedó en manos del Ayuntamiento. Hasta ahora. "Pienso venir mañana", observa Palacios.

Entre los aficionados pasea un grupo extraño. Hombres con plumas debajo de las chaquetas, caras limpias, mujeres con mechas y tacones, banderas de España y un señor con montura al aire, melena sostenida de travieso, que lo dirige. "Los del PP ya han llegado", acierta alguien. El portavoz del grupo popular pasea rodeado de los suyos por las instalaciones, despacio. Detrás lo siguen los taurinos como una bandada de palomas esperando el pan, sincronizados, apartándose y reuniéndose. Llegó: "Es un día triste. En 2019 volveremos a gobernar Madrid y recuperaremos la escuela", soltó José Luis Martínez Almeida a los medios. Un revoloteo de aplausos llevó la mañana a su punto más alto.

El aula de la escuela taurina, vacía

Relajados ya, aparecieron las conversaciones. "¿Dónde están los toreros?", habla Tomás, un jubilado. Matías Tejela, Alberto Aguilar, Gómez del Pilar, Gómez Escorial y José Ignacio Ramos vagaban de un lado a otro. Las gorras y los polares, el look de invierno de los banderilleros "He faltado a clase para venir. El ambiente que hay aquí es buenísimo", cuenta Álvaro Bravo, de 17 años, que sostiene una muleta. "Vengo a entrenar todos los viernes, sábados y domingos desde Navas del Rey". "A mí me dan igual los políticos, es una cagada que vengan", aparece Toñete, otro novillero. "Lo que quiero es entrenar. Es la leche venir aquí: parece que estás encerrado en una finca".

El Club Taurino de Rusia, en contra

Los medios vuelven a formar. Las miradas se dirigen hacia un mismo punto. Bajo los móviles, algunos micrófonos y las cámaras está Joselito, el icono de la Marcial Lalanda. Manosea las palabras, prácticamente las regala. Mantiene una actitud evasiva; está haciendo un favor. "Esto es injusto e ilegal", apunta. "Se había llegado a un acuerdo en pleno para mantener el uso de la escuela taurina y no se va a cumplir", advierte. "Tauromaquias Integradas seguirá adelante", confirma el histórico matador sobre el futuro de la asociación que crearon para contentar a Madrid Destino con el proyecto de una tauromaquia menos cruenta.

"No quisieron entrar en una guerra jurídica", descubren a EL ESPAÑOL fuentes conocedoras del asunto que prefieren mantener el anonimato. "Se han liado ellos solos". Y algunos rumores apuntan a un informe no presentado a la entidad que antes coordinaba Celia Mayer que habría desembocado en esta situación. Desde el Ayuntamiento no han confirmado este extremo. Joselito duda de la sensibilidad de la alcaldesa. "Aquí no vienen millonarios, son chavales que lo pasan mal en casa. Les damos una educación, los formamos. A mí esta escuela me salvó".

Katia, rubia y con gafas de sol, parece desorientada. "Soy rusa", tiene 30 años. "Llevo cinco en España y me gustan los toros, hay que defender la escuela", ataja arrastrando el español. En ese momento se acerca Ksenia, que tiene 26. Es la presidenta del Club Taurino de Rusia. "Lo hemos fundado este año. Aquí venimos a entrenar de salón, aprendemos mucho. El Batán es la cuna de la tauromaquia", retrasa el reloj algunos años.

Los aficionados prácticos son otras de las fuerzas que gravitan alrededor de la venta. Todo el entorno tiene movimiento los fines de semana. Uno de ellos afirma que han visitado al director general de Madrid Destino y que "no entran en razón. Vamos a presentar un escrito". María, griega, es otra de las alumnas. Va en chándal y parece triste. "Tengo 39 años y vine de Atenas para aprender flamenco. Quería también torear. Es terrible que cierren esto. Aquí venimos a hacer nuestra actividad. El Batán es un monumento". ¿Votarías a Carmena? "Cómo la vamos a votar. Cualquier día aparece en mi casa y me quema el Cossío", responde por ella Ismael.

"Nosotros tampoco la vamos a votar", advierte María del Prado. "Es una decisión arbitraria. En muchos pueblos tampoco nos dejan entrenar. Se quejan los padres de lo niños que nos ven. Aquí sí y ahora no vamos a poder", se resigna.

La escuela de Tierno Galván

Fátima y Raquel no torean. Tampoco estudian. Clásicas, una de ellas tiene un pendiente en la nariz. El estilo de niñas bien que en realidad se ganan la vida. Esa mezcla de provincias. "Hemos pedido el día libre en el trabajo", cuentan las dos veinteañeras. "Venimos desde Toledo", sonríen por la aventura. "La tauromaquia hay que apoyarla. Quieren eliminar los inicios, que es lo que más hay que defender", coinciden tímidas. Están en la puerta de la nave, vacía ahora, un espacio gigantesco, quieta la chapa. Por allí han pasado varias generaciones de toreros desde 1976. Las respiraciones agitadas de los toros imaginarios retumban.

Tierno Galván impulsó la escuela en el 81, adquieriendo la organización con la que se afianzó, manteniendo la estructura hasta ahora. El vergel de la torería. Se profesionalizó la enseñanza, un legado propagado de escuela en escuela. Sus alumnos grabaron en 1984 la película documental Tú solo, rodada por Teo Escamillas, referencia romántica para todo el que quiere ser matador de toros.

Un ideal alcanzado por El Juli, Cristina Sánchez, Joselito, Fundi y Bote, o Alberto Aguilar. En el camino se quedó Yiyo, el único que lo rozó de los tres príncipes del toreo. El aura de aquellos años es ya mitología de la tauromaquia. La Marcial Lalanda ha nutrido a la profesión de toreros, construyendo en el camino una visión diferente del mundo, canalla y educada, los valores de los vivos. 

En el espacio oscuro que deja la cubierta de hierro que recubre las aulas todavía resalta el lema de la escuela. El cartel, rematado por una estocada y varios instantes de la lidia -el perfil de Paula- se mantiene congelado en los 80. "Llegar a ser figura del toreo es casi un milagro", rezaban entonces. "No sé qué va a pasar", repite una y otra vez el maestro Bote, enfermo y agobiado, cambiando una letanía por otra.

 

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