
Susana es viuda y no llega a fin de mes con su sueldo actual.
Susana, viuda y jubilada: "Cobro 800 euros y no me puedo permitir nada, todo lo que hago es gratuito"
Cada vez más jubilados en España se ven forzados a compartir su hogar para poder llegar a fin de mes.
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España arrastra desde hace años un grave problema estructural relacionado con el acceso a la vivienda, marcado por el aumento de precios, la falta de oferta asequible y la creciente precariedad económica.
Si bien suele vincularse sobre todo a la juventud, con generaciones enteras condenadas a compartir piso de forma indefinida o a destinar más del 50% de sus ingresos al alquiler, esta crisis habitacional afecta también a otro grupo muy vulnerable: las personas mayores.
Tras décadas de trabajo, muchos jubilados se enfrentan a pensiones insuficientes que no cubren el coste de vida actual, especialmente en grandes ciudades donde los precios del alquiler se han disparado.
El caso de Susana
Lo que debería ser una etapa de descanso y estabilidad, se convierte en un periodo de incertidumbre constante para miles de personas que, como Susana, sobreviven haciendo malabares con una economía doméstica completamente desbordada.
Esta pensionista de 79 años, viuda, vive en Barcelona y ha decidido contar su historia en una entrevista publicada en el canal de YouTube de @SoyJire4.
Su testimonio no solo visibiliza una realidad silenciosa, sino que plantea preguntas urgentes sobre el tipo de sociedad en el que estamos envejeciendo.
Al ser preguntada por el entrevistador cuánto cobra de pensión, Susana no duda: "Más o menos, lo que cobro son 800 euros". Luego matiza: "800 euros creo que no lo cobra nadie. Esto es lo mínimo, pero porque cobro la media pensión de viudedad y la media pensión de lo que he trabajado".
De esos 800 euros, la mayor parte (600) van directamente al pago del alquiler de su vivienda, una cifra que, a primera vista, podría parecer razonable para el mercado actual, pero que en su caso resulta insostenible: "Y este precio es porque hace 55 años que estoy aquí", aclara.
El margen que le queda, 200 euros al mes, debe cubrir todos los gastos restantes. "Con 200 euros tengo que pagar luz, agua, gas... no me llega para nada", lamenta Susana.
Para poder llegar a fin de mes, Susana ha optado por una medida que, aunque le permite respirar económicamente, también implica grandes sacrificios personales: alquila las dos habitaciones disponibles de su piso a estudiantes.
“Son chicas que están estudiando y vienen de seis meses a nueve meses, no es fijo, no las tengo fijas viviendo conmigo, porque son estudiantes”, explica. Eso significa que no tiene habitación propia. Cada noche, Susana duerme en el sofá del salón.
Cuando el youtuber le pregunta cuánto cobra aproximadamente por alquilar las habitaciones, ella responde con discreción, dejando entrever la situación límite en la que se encuentra.
"Bueno, esto es una cosa muy personal, pero lo suficiente para tener que tener dos chicas alquiladas y yo dormir en el salón".
Más allá del alquiler, Susana no puede permitirse ningún tipo de gasto adicional. Todo lo que hace para entretenerse tiene que ser gratuito. "No me puedo permitir nada", asegura. "Todo lo que hago es gratuito, por ejemplo, pintar y cantar".
La soledad, dice, ha sido el cambio más duro desde que se jubiló, y busca llenarla con esas pequeñas actividades cotidianas que no requieren dinero.
Una situación límite
La fragilidad de su situación es tan extrema que cualquier imprevisto puede ponerla en jaque. Hace poco sufrió una gotera provocada por la vecina de arriba, que por suerte tenía seguro y asumió los daños.
Pero Susana no podría haber hecho lo mismo si la situación se hubiera dado a la inversa: "Ella tiene seguro y me lo paga ella. Si a mí me pasara esto con la vecina de abajo, no sé a qué tendría que recurrir. No tengo dinero, y dejé de pagar el seguro porque no quería incrementar mis gastos anuales".
La historia de Susana no es un caso aislado, sino el reflejo de una tendencia preocupante: el empobrecimiento creciente de las personas mayores en entornos urbanos cada vez más hostiles.