Juan Hernández Les, Berlanga y Manuel Hidalgo, en 1980, durante el rodaje de Patrimonio Nacional en el Palacio de Linares (hoy Casa América, en la plaza de Cibeles).

Juan Hernández Les, Berlanga y Manuel Hidalgo, en 1980, durante el rodaje de Patrimonio Nacional en el Palacio de Linares (hoy Casa América, en la plaza de Cibeles). Cedida por Manuel Hidalgo

Cine

Los secretos del guion de '¡Viva Rusia!', la película inédita y "más disparatada" de Berlanga

Manuel Hidalgo, uno de los cuatro firmantes del texto descubierto en el Instituto Cervantes, desgrana los entresijos de un proyecto que culminaba la Trilogía Nacional y nunca pudo rodarse.

10 junio, 2021 19:48

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Luis José de Leguineche, pertrechado con un peluquín rubio, aterriza en el aeropuerto de Barajas y baja del avión junto a un grupo de vejestorios con una pancarta que dice: "Los últimos exiliados saludamos a la España del 92". Uno de ellos va en camilla, más muerto que vivo, agitando una banderita tricolor. Entonces, el hijo del marqués recién fallecido regresa al avión para recoger algo que se le ha olvidado: unas revistas sadomasoquistas.

Con esa delirante escena, clímax del universo berlanguiano, arranca el guion de ¡Viva Rusia!, la película que debía convertir la desternillante Trilogía Nacional de Luis García Berlanga en tetralogía y que por diversos avatares nunca llegó a rodarse. El texto inédito, firmado por el propio cineasta, su hijo Jorge, Rafael Azcona y Manuel Hidalgo, era el legado que el director valenciano había entregado al Instituto Cervantes. La caja 1.034, cerrada hace más de una década, solo podía abrirse en el momento de su centenario. 

¡Viva Rusia! aparece como un proyecto fallido en la filmografía de Berlanga, cuando en realidad estaba destinada a redondear su mordaz y satírica crítica social de España. Tras someter a escarnio al régimen de Franco, a la aristocracia y a la burguesía, el foco se puso entonces, en una coyuntura que desprendía olor a negocios, a dinero fresco, con el telón de fondo de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla o el V centenario del descubrimiento de América, sobre el establishment socialista.

Mariano Barroso, el hijo de Berlanga y Luis García Montero en el momento de abrir la caja.

Mariano Barroso, el hijo de Berlanga y Luis García Montero en el momento de abrir la caja. Efe

"Esta película la amaba, la quería hacer, quería completar esa crónica que va desde la España del tardofranquismo, la de La escopeta nacional, a la España del 92", desvela Manuel Hidalgo. El escritor y periodista, autor del libro El último austrohúngaro. Conversaciones con Berlanga (Alianza), es el único de los cuatro guionistas que puede desgranar en la actualidad la historia de la cinta "más disparatada" del director de genialidades como Bienvenido, Mister Marshall o El verdugo.

La idea del filme germinó en las mentes de Berlanga y Rafael Azcona. Viendo el éxito que había cosechado la trilogía, formada por La escopeta nacional, Patrimonio Nacional y Nacional III, pero sobre todo el personaje del marqués de Leguineche, símbolo de la decadente aristocracia española, tramaron una continuación de sus peripecias. La excelente interpretación de Luis Escobar, un dramaturgo y director de escena reconvertido en actor, empujó a ambos creadores a dar más protagonismo a esta figura. El primer guion se escribió en 1990 y se tituló Nacional IV.

Fotograma de la 'La escopeta nacional'.

Fotograma de la 'La escopeta nacional'.

Sin embargo, el 16 de febrero de 1991, cuando el proyecto se encaminaba hacia su despegue, murió Luis Escobar, que en ese momento se encontraba rodando Fuera de juego, de Fernando Fernán Gómez. Sin el protagonista principal, el guion ya no tenía vigencia y había que modificarlo. Según una versión, Azcona, cuya relación con Berlanga llegó a un punto un poco conflictivo en ese momento, se negó a retocar el texto; otra dice que sí hizo ciertos cambios, como arrancar el argumento con el entierro del marqués. En cualquier caso, el también novelista se desmarcó de la producción.

Entonces Berlanga recurrió a su hijo Jorge. Entre ambos escribieron un nuevo texto de 163 páginas —unas tres horas de película— para el productor Andrés Vicente Gómez. Este les dijo que la extensión era inviable. "Ahí fue cuando me llamaron a mí", rememora Hidalgo, columnista de EL ESPAÑOL. "Tenía una misión: suprimir y suprimir, reducir las 163 páginas a una duración estándar, 1:45 horas; y al mismo tiempo, inventar nexos y pequeñas cosas". Él dejó el manuscrito en 101 hojas.

Un astracán

Hidalgo, además, fue el artífice del título de ¡Viva Rusia!, que se explica por dos razones. "Entre las enormes locuras que contiene esta historia, la principal es que unos supuestos descendientes de los zares rusos, los Romanov, exiliados en Centroamérica —todo es un disparate— pasan por España porque los Leguineche son parientes suyos y porque tienen clarísimo que el comunismo cae. Los marqueses, que otra vez están sin un duro, les reciben y agasajan para liarles y hacer negocios en la nueva Rusia zarista", explica el escritor. "Al comprobar este ingrediente, se me ocurrió este título también como un guiño de humor —no sé si decir negro— a la participación de Berlanga en la División Azul contra Stalin. A Luis le pareció excelente la broma, le divirtió muchísimo".

Hidalgo realizó un nuevo borrador del guion y se lo presentó al cineasta. "Me hizo un montón de indicaciones, me traía escritas y subrayadas cosas del texto; y así hasta que ambos dijimos que ya estaba listo", relata. Esa rúbrica al argumento de ¡Viva Rusia! tuvo lugar en una reunión en el despacho de Andrés Vicente Gómez, en las oficinas de Lola Films en la calle Velázquez de Madrid. La película entró en fase de preproducción, con el casting de actores y la búsqueda de localizaciones, pero se volvió a parar. "No sé exactamente por qué no se hizo", reconoce el guionista, aunque menciona tres cuestiones importantes.

Este sábado 12 de junio, Luis García Berlanga cumpliría cien años.

Este sábado 12 de junio, Luis García Berlanga cumpliría cien años. Efe

En primer lugar, la imposibilidad de reunir al mismo elenco de intérpretes de las otras entregas de la trilogía. "No había manera de que cuadraran las fechas, alguno se subió a la parra con el dinero y a un actor hasta le dio un infarto", señala Hidalgo. El proyecto también se enfrentó al rechazo de las ayudas del Ministerio de Cultura hasta en dos ocasiones y a unas aspiraciones inalcanzables: "Era la película más disparatada de la carrera de Berlanga, la farsa mayor, la más grotesca. Quizá Luis rozó algo que a él no le gustaba: el astracán", opina el periodista. El argumento convierte la finca de los Leguineche, a la que vuelven tras su exilio en Miami, en un safari park con monos y leones; e incluye la extravagante historia —una monja que se va a África, es raptada, funda después una ONG y aparece en España con un autobús lleno de negros— de una desconocida hija de los marqueses.

"A Berlanga le ponía cachondo esta historia. Le digustó mucho no hacerla, razón por la cual creo que metió este guion en el Cervantes. Tiene que tener algún sentido", valora Manuel Hidalgo. ¿Le gustaría ver ¡Viva Rusia! estrenada en el cine en unos meses? "No, esta película era para Luis, para su maestría, le apetecía mucho rodarla con esos fantásticos actores de la trilogía. No creo que nadie deba imitar sus formas con otros intérpretes", zanja el guionista.