El 5 de julio del año 2014, Santi Vila Vicente se casó por todo lo alto en el Castillo de Peralada, un complejo arquitectónico construido en el siglo XIV. Lo hizo con el chef ítalo-brasileño Rafael Vertamatti, con quien mantenía una relación sentimental desde hacía diez años. Fue la primera boda gay protagonizada por un político convergente. Vila bromeó días antes con el convite: “Se podrá escuchar el primer Sí-Sí".

El enorme castillo renacentista pertenecía a los vizcondes de Rocaberti, una de esas familias propias de la nobleza catalana cuya ascendencia se retrotrae a la Edad Media. Todo boato y esplendor. En el festejo, hubo varios invitados importantes dentro del círculo que ha dirigido el nacionalismo catalán en las últimas dos décadas. Carles Puigdemont, uno de sus más fieles amigos durante años, en aquel entonces alcalde de Girona y hoy president de la Generalitat, ofició la ceremonia ante 200 invitados. Fue el encargado de casarle.

Estaba Artur Mas, en aquel entonces líder de Convergencia i Unió y líder del movimiento separatista. Estaba también Xavier Trías, alcalde de Barcelona entre 2011 y 2015. Estaba el abogado Miquel Roca, los periodistas Josep Cuní y Pilar Rahola y todos los consejeros del gobierno catalán de aquel año.

El variado elenco de invitados -independentistas y no independentistas- da un poco la nota de quién y cómo es el hombre que acaba de dimitir como conseller de empresa de la Generalitat de Cataluña. Sin embargo, hay otro factor que habla todavía más de este hombre que ahora dice irse “porque los intentos de diálogo han fracasado”. Aquel día, entre los jardines de aquel castillo, había otra persona que en los últimos años ha sido muy importante en la vida de Vila. Ana Pastor Julián, hoy presidenta del Congreso de los Diputados, era en aquel entonces ministra de Fomento. Entre ambos se había fraguado una estrecha relación que todavía dura.

Vila es de los representantes del ala moderada del independentismo dentro de Convergencia. Siempre del lado del seny. No se trata de un secreto. Tampoco su cercanía con Ana Pastor, o su gusto por el mundo taurino. En las últimas semanas se ha mostrado siempre contrario a esa Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que la CUP y algunos miembros del ejecutivo catalán cacarean con tanta profusión.

Acaba de dejar el gobierno de Carles Puigdemont. Es algo con lo que se venía especulando en los últimos días. El miércoles por la tarde, se barajaba la posibilidad de que aquella sería su última jornada como conseller. Aguantó. El president habló con él, y Vila siguió en el cargo. Tan solo duró 24 horas. Este jueves ha tirado definitivamente la toalla. Dimite en previsión de este viernes se declare la independencia en el pleno del Parlament y debido a sus discrepancias con el presidente catalán en este sentido. Dimite tras años bailando en el finísimo hilo del diálogo, ese que separa el independentismo de la permanencia como autonomía.

Amistad con Puigdemont

Carles Puigdemont, casando a Santi Vila y a su novio el 5 de julio de 2014.

Carles Puigdemont y Santi Vila son amigos desde hace ya bastantes años. “Tienen una relación personal de colegas”, asegura a EL ESPAÑOL una fuente cercana al ex conseller. Vila (1973) es de Granollers, pero comenzó en política en el ayuntamiento de Figueras. En el año 1999 fue elegido concejal del municipio a la vez que pasaba a engrosar las filas de Convergencia i Unió. Ocho años después se presentó como candidato a la alcaldía de esa misma localidad, la segunda más grande de la provincia de Girona. Lo consiguió, y fue investido el 16 de julio de ese mismo año. Fue ahí donde se fraguó esa amistad con Puigdemont. Mientras tanto, Vila comenzó también su inmersión en la política autonómica como diputado de CiU entre los años 2006 y 2013.

La relación dura hasta hoy y lleva tiempo incomodando a los socios de gobierno de Junts Pel Si. El pasado mes de agosto, la CUP, por medio de su líder Anna Gabriel, exigió al presidente de la Generalitat que tras el referéndum del 1 de octubre debía deshacerse del recién seleccionado como conseller de empresa. El Govern entraba, decía la CUP, en “una lógica de transición y rupturista”. Venían tiempos en los que gente como él no iba a hacer falta.

Algunos han interpretado ese mensaje como el reflejo del desacuerdo de los líderes anticapitalistas con Puigdemont debido a que Vila no fue expulsado del ejecutivo catalán el mes anterior, en julio de este mismo año. En ese momento, hasta diez altos cargos del gobierno catalán fueron sustituidos de sus respectivos puestos. Aquello se interpretó como una vuelta de tuerca del soberanismo dentro de la ejecutiva de Junts Pel Si.

Pero Vila siguió. Cuando la remodelación, Vila dejó el cargo de Consejero de Cultura que había ocupado durante un año y medio. Paso a ocupar la cartera de empresa en detrimento de Jordi Baiget, cuando este fue eliminado del Govern tras poner en duda que se fuera a celebrar el referéndum del 1-O.

Esta decisión fue interpretada de dos formas. Por un lado, como una especie de premio a su compromiso: “Puigdemont confía mucho en él y por eso lo ha usado de comodín. Eso solo lo ha hecho con gente de su máxima confianza. Estaba en el punto de mira pero el president le conservó. En esa purga, nos sorprendió que él siguiera ahí”, afirman a este periódico fuentes que conocen muy de cerca y desde hace años al ya ex conseller.

Por otro lado, hay quien lo ve como un retroceso en esa línea ascendente que el joven político había emprendido hace ya unos años. No en vano, su nombre llevaba meses sonando en las quinielas de un futuro sucesor del actual líder del procés si este fuera inhabilitado. Ahora Vila se va para no formar parte de lo que quiera que ocurra este viernes en el Parlament de Cataluña. La vía del diálogo, del seny, que él siempre ha defendido, ha quedado totalmente apartada del tablero. “Mis planteamientos han quedado desautorizados por la realidad", aseguró Vila este jueves por la noche.

Amistad con Ana Pastor

Cuando Ana Pastor era ministra de Fomento, y Vila su homónimo en Cataluña, ambos fraguaron una buena relación. EFE

“Existían y existen muchas tensiones entre Cataluña y el Gobierno de España. Sin embargo, con él, el ambiente era muy constructivo. Muy cordial”. Durante algo más de tres años, de diciembre de 2012 hasta enero de 2016, Santi Vila y Ana Pastor estuvieron trabajando codo con codo para llegar a acuerdos de diversas infraestructuras a nivel de la comunidad catalana.

Él era consejero de Territorio y Sostenibilidad. Ella, ministra de Fomento. Se reunían, al menos, una vez al mes. “De hecho, se notó mucho cuando cambio de cartera. Con Santi se cerraron cosas importantes, como por ejemplo la lanzadera de cercanías al aeropuerto”. Lo relatan a EL ESPAÑOL fuentes que conocen de cerca la relación entre ambos.

Esa relación se ha prolongado en el tiempo en los últimos años. Un claro ejemplo de ello se pudo ver hace dos fines de semana. El domingo 15 de octubre se produjo la entrega de los Premios Planeta, un acto que es siempre de los más destacados en la vida social catalana a lo largo de los últimos años.

Ese día, Santi Vila era el principal representante del Govern. No estuvo Puigdemont, ni tampoco los Reyes, que sí que asistieron el año pasado. Pero allí estaba Ana Pastor como representante del Gobierno de España. Según relató Crónica Global, Vila pidió al presidente del Grupo Planeta, José Crehueras, una sala para reunirse con la presidenta del Congreso.

La idea, una semana después de la no declaración de la independencia de Puigdemont, y en plena escalada de tensión por la aplicación del artículo 155, era tender de nuevo los puentes del diálogo. Vila se ofreció como mediador entre ambas partes. No hubo suerte.

Una rara avis dentro del independentismo

Amigo personal de Puigdemont, Vila nunca ha escondido sus reticencias a la declaración unilateral de independencia. EFE

Muchos definen a Vila como una rara avis dentro del panorama independentista. Profesor de Historia Contemporánea, pronto inició su viaje hacia el mundo de la política. Siempre abogando por el diálogo. Hay quien ha visto en él una suerte de Duran i Lleida posmoderno por ese estar del lado del sentimiento catalanista pero a la vez siempre abierto a tener un interlocutor al otro lado del teléfono. En el año 2015, el histórico líder enarboló, ya en el epílogo de su carrera política, una frase que le define: “Moriré con las botas del diálogo puestas”.

El periodista Enric Vila analizó en su columna de elnacional.cat esta analogía entre ambos dirigentes, salvando la distancia del tiempo. “Vila es un animal político, como lo fue en su tiempo Duran i Lleida. A diferencia del estadista, que piensa a largo plazo, para acercarse al poder constituido Vila especula con el valor social de los símbolos, los gestos y las palabras. (…). Vila es un hombre que se presenta como un político joven y rompedor pero ahora mismo es el máximo valedero de la santísima Trinidad del autonomismo: pactismo, moderación y eso que se califica de trabajo bien hecho”. Vila siempre se ha declarado fiel al proyecto de Convergencia.

El ya exconseller nunca ha escondido otra de sus aficiones: el mundo taurino. Siempre ha sido un asiduo y acérrimo seguidor de la fiesta. A sus amigos los llevaba a ver las corridas al Rosellón francés, una vez que cerraron la Monumental de Barcelona. Este es uno de los asuntos en los que la CUP ha sido muy beligerante con Vila. De esto ya le avisó tiempo atrás su amiga Pilar Rahola, quien escribió el prólogo de uno de sus libros.

El amor le duró poco a Santi Vila. Tras la boda, el largo noviazgo que mantenía con su querido chef ítalo-brasileño fue llegando a su epílogo. Menos de un año y medio después, ya habían roto. Algo más ha durado su amor con el soberanismo. En aquella boda estaban todos. Hoy no queda casi nadie de los de antes. Y los que hay, han cambiado.

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