En muchas ocasiones los amigos de la infancia se convierten en meros recuerdos. Por ello Joaquín Jurado debe de permanecer escondido entre las memorias de la infancia del expresidente de la Generalitat José Montilla (Iznájar, Córdoba, 1955).

Joaquín, como Montilla, nació y creció en El Remolino. Se trata de una aldea de Iznájar que a mediados de los años 60 del siglo pasado quedó sepultada por el agua tras la construcción de un embalse en el río Genil. Aquellos niños de campo jugaron entre animales, llegaron a casa con rotos en los pantalones y fueron juntos al colegio. Eran amigos inseparables.

“Hasta tomamos juntos la primera comunión”, dice Joaquín mientras descuelga de la pared de su casa una foto de aquel día. “Nacimos en el mismo año. Él en enero, yo seis meses después. Seguro que si ve este cuadro se acuerda de mí perfectamente”.

Joaquín, amigo de la infancia de Montilla, muestra una foto suya haciendo la Primera Comunicón A.L.

Joaquín -enjuto, pelo cano, camisa a cuadros- abre las puertas de su vivienda a EL ESPAÑOL este jueves, sólo unas horas antes de que arranque la Comisión del Senado en la que se debate la aplicación del artículo 155 en Cataluña. En ella no participa José Montilla, único senador de Cataluña que el PSC tiene en la cámara alta. El viernes se votará el polémico artículo de la Constitución y el botón que pulse Montilla durante el pleno aún es una incógnita, aunque este miércoles dejó clara su posición: convocatoria de elecciones ya y rechazo frontal al 155 y a la independencia.

Cuando los medios de comunicación hablan de Montilla, Joaquín suele echar la vista atrás. Dice que el pequeño José, hijo de un temporero y un ama de casa, “siempre mediaba cuando dos niños se peleaban”.

Suceda lo que suceda en las próximas horas y días, Joaquín piensa que esa actitud templada del único molt honorable no nacido en Cataluña puede servir para mediar entre el Gobierno de Mariano Rajoy y el president Carles Puigdemont. “Visto lo visto en todos estos meses, sólo él puede conseguir que esto no acabe en sangre”, asegura.

“SIEMPRE ESTABA LEYENDO. ERA RELLENETE, CASI PELIRROJO, CON MUCHAS PECAS”

Iznájar es un pueblo en plena cordillera subbética. Está ubicado en el sureste de la provincia de Córdoba. Tiene 4.500 habitantes. En su mayoría, la gente aquí vive del olivar y de los turistas extranjeros que buscan entre estas calles empinadas un entorno en el que pasear y estar en contacto con la naturaleza.

Montilla nació en El Remolino, una de las 19 aldeas de Iznájar (Córdoba) E.E.

José Montilla nació en El Remolino, una de las 19 aldeas que pertenecen a Iznájar y que quedó deshabitada por la subida de las aguas tras la construcción de la presa. Con ella llegaron campos anegados, expropiaciones, núcleos urbanos abandonados, destrucción de paisajes antiguos, vidas humildes obligadas al éxodo.

Con un simple paseo por sus calles, Iznájar recuerda a Valverde de Lucerna, aquella villa de leyenda que Miguel de Unamuno perfiló en San Manuel Bueno, mártir. Hoy en día es imposible acceder hasta El Rinconcillo. El nivel del agua, pese a la escasez de lluvias, sigue superando la altura de las antiguas viviendas.

De El Remolino, formado por casas bajas con establos para los animales, el hoy senador y antes ministro de Industria y president, partió a los 11 años. Lo hizo junto a sus padres y sus dos hermanos. Los empujó a emigrar el embalse, inaugurado por Franco en 1969 y en cuya construcción se empleó durante algún tiempo Antonio Montilla, padre del hoy dirigente socialista. Muchos vecinos, como Joaquín, se instalaron en el pueblo matriz, Iznájar.

Pero como los Montilla no tenían casa aquí se marcharon a Puente Genil, a unos 70 kilómetros de distancia. Allí los abuelos maternos tenían una casa libre y tierras fértiles junto al río. "Había membrillos, naranjos, perales", rememoraba el propio Montilla a EL PAÍS el 7 octubre de 2006, pocas horas antes dejar la cartera de ministro y convertirse en el primer candidato charnego a president.

Antes de marcharse, Joaquín y José estudiaron juntos. Joaquín recuerda a su amigo como un niño “rellenete aunque no muy gordo, de un rubio casi pelirrojo, con muchas pecas en la cara”. “Era un muy buen muchacho”, explica Joaquín, a quien acompaña su hermana Teresa, que también conoció a José Montilla, aunque ella es tres años menor que ambos. La mujer tiene 59. Ellos, 62.

“Desde niño se veía que llegaría lejos. Mientras los compañeros jugábamos en el recreo, él se quedaba siempre en su pupitre leyendo y repasando la lección”, recuerda su amigo. “Se lo inculcó el padre, que no era estudiado pero sí sabía mucho.

Joaquín y José tomaron la primera comunión a los 10 años. Don Serafín, como se llamaba el antiguo párroco de Iznájar, les dio catequesis dos semanas antes. Al año siguiente los Montilla se marcharon del pueblo y los dos amigos nunca volvieron a verse. Joaquín no sabe si se acordará de él, aunque dice que seguro que sí lo hace de sus antiguos profesores. Recita sus nombres como el que canturrea una canción: don Nicolás, don Francisco, don Antonio, don José

Aldea en la que nació Montilla, que quedó deshabitada por la subida de las aguas tras la construcción de una presa E.E.

DE PUENTE GENIL A SANT JOAN DESPÍ PARA ENTRAR EN POLÍTICA

En Puente Genil los Montilla se instalaron en la pedanía de Huertas Bajas. Allí el pequeño José pasó cinco años, desde los 11 hasta los 16. Durante ese lustro terminó el antiguo Bachillerato elemental, pero siendo un adolescente imberbe emigró de nuevo. Esta vez a Cataluña, donde ya vivían varios hermanos de su madre.

Su familia encontró casa en Sant Joan Despí, pueblo del llamado cinturón rojo de Barcelona. Su padre pronto encontró trabajo en la construcción como paleta. Dos años después de marchar, José Montilla volvió a Puente Genil de vacaciones. Cuando se encontró con sus amigos del pueblo les dijo que pensaba quedarse en Cataluña.

Una vez instalado en tierras catalanas, José Montilla trabajó de aprendiz en un taller de artes gráficas. De ahí pasó poco después a una empresa de componentes electrónicos. Por el día trabajaba y por la noche acudía a un instituto de Cornellá para sacarse el Bachillerato superior.

Con 17 años se afilió a un partido de inspiración maoísta, el Partido del Trabajo de España. Luego, a principios de 1975, pasó al Partit Socialista Unificat de Catalunya. Pero muy poco después, con 18, le tocó irse a la mili, que la hizo en Valencia.

‘PRESIDENT’ TRAS PUJOL Y MARAGALL Y ANTES QUE MAS

De vuelta del servicio militar, en 1978 asistió al congreso de unificación de las varias ramas socialistas, donde nació el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Al año siguiente se presentó por primera vez a unas elecciones. Con 24 años fue nombrado teniente de alcalde de Economía y Hacienda de Sant Joan Despí. En 1983 se postuló por las filas del PSC a la alcaldía de Cornellà. Ganó las elecciones locales cinco veces consecutivas, lo que le valió para estar en el cargo durante 19 años.

En noviembre de 2006, tras dejar el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, José Montilla se convirtió en el primer president no nacido en Cataluña. Fue la legislatura del tripartito con ERC e ICV. No consiguió repetir. A Montilla le precedieron Jordi Pujol, hoy embarrado por la corrupción que salpica a su familia, y Pascual Maragall, enfermo de alzhéimer. Tras él ocuparon su cargo Artur Mas y Carles Puigdemont, embarcados en el indepentismo. Todos ellos nacidos en Cataluña. Él, en cambio, no.

PREGONERO DE LAS FIESTAS DE SU PUEBLO

"Soy un catalán de Iznájar", dice el ministro José Montilla. Es 7 de septiembre de 2006, horas antes de que abandone la cartera de Industria para convertirse en candidato a presidir la Generalitat. La frase la pronuncia en su pueblo natal, donde su madre lo trajo al mundo el 15 de enero de 1955. En Iznájar arrancan sus fiestas patronales en honor a la virgen de la Piedad. El pregonero es su vecino más ilustre, aquel niño que dejó El Rinconcillo con 11 años.

Montilla recibiendo el cariño de sus vecinos cuando fue pregonero en las fiestas de su pueblo EFE

José Montilla habla al aire libre en el teatro de su pueblo. Además de pregonar, recibe el agasajo de sus paisanos y descubre una placa de un paseo con su nombre. Entre los asistentes al acto está Teresa, la hermana de Joaquín, su amigo de la infancia. “Le di un abrazo y un beso. Ya no se acordaba de aquella chiquilla que le veía jugando con mi hermano en las calles de nuestra aldea. Tampoco le dije nada”, recuerda este jueves, 11 años después, la propia Teresa.

Hoy, José Montilla tiene 62 años y es padre de cinco hijos: dos con 31 y 33 años, que tuvo con su primera mujer, y trillizos de 17, fruto de una segunda relación. Los vecinos de Iznájar cuentan que hace dos o tres años que no se le ve en su pueblo natal. “Antes venía cada verano porque visitaba a varios primos que tiene en distintos pueblos de la provincia de Córdoba. Luego se iba a las playas de Granada, donde veranea. Pero aquí ya no le queda ningún familiar directo”, cuenta Rafael Real, delegado de Obras y Servicios Municipales, quien atiende al reportero cuando visita el pueblo.

En la casa de Joaquín gusta ver a José Montilla en la televisión. Su antiguo amigo dice que hace 51 años que ambos no se funden en un abrazo. “Me gustaría que, si vuelve, se pase por aquí y nos tomemos un café mientras charlamos”, dice Joaquín. Su hermana, Teresa, asegura antes de despedirse del periodista: “Tiene el corazón repartido, por eso no quiere que Cataluña se vaya ni que el Gobierno tome medidas más duras. Hemos de confiar en ese niño que marchó de aquí para hacer carrera en política”.