Especial incendios que arrasan España

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España arde en un verano infernal y 10 días de horror: el fuego arrasa más del triple de la superficie forestal de 2024

Una histórica ola de calor sumada a fenómenos como las tormentas secas han favorecido fuegos muy intensos y de rápida propagación que han arrasado 157.501 hectáreas según los últimos datos del Sistema de Información Europeo de Incendios Forestales (EFFIS).

Tras un inusual mes de julio en el que la canícula llegó a ser fresca, agosto de 2025 será recordado por una excepcional ola de calor que todavía perdura. Los últimos 10 días han sido especialmente dramáticos: las temperaturas extremas han allanado el camino a los grandes incendios, que ya triplican la superficie quemada en todo el año pasado en nuestro país.

Son más de 150.000 las hectáreas arrasadas por el fuego en estos primeros ocho meses, dejando muy atrás las 47.711 afectadas en 2024, indica el Sistema de Información Europeo de Incendios Forestales (EFFIS). No obstante, 2022 sigue siendo el año negro más reciente con 267.000 hectáreas quemadas.

Unas altas temperaturas que no dan tregua están favoreciendo la progresión del fuego. Según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), este agosto padeceremos, probablemente, la tercera ola de calor más larga jamás registrada desde las de 2015 y 2022.

Es también una de las más extensas en cuanto a territorio, tocando techo el pasado 12 de agosto en Badajoz con 45,5 ºC. Hasta 165 estaciones meteorológicas han llegado a los 40 °C y en 62 de ellas se han alcanzado los 42 °C o más.

Las circunstancias que han contribuido a esta racha de calor extremo hay que buscarlas en la atmósfera. La ondulación del chorro polar, la principal corriente del hemisferio norte que fluctúa cada vez más por efecto del calentamiento, ha permitido el ascenso de masas de aire cálido de origen africano que se mantienen estacionarias sobre España.

A esto hay que sumar la vegetación crecida con las lluvias inusuales de primavera, que ahora, reseca, sirve de combustible.

Un tercer factor ha contribuido a la violencia y rapidez de los incendios: las bajas presiones que consiguen penetrar desencadenan tormentas secas, esto es, fuertes vendavales acompañados de rayos que avivan los fuegos.

Aunque la ola de calor empezó el día 3 del mes, ha sido en los últimos diez cuando el fuego se ha disparado. El sistema europeo de vigilancia por satélite Copernicus indica que el 7 de agosto hubo un primer fuego que afectó a 174 hectáreas cerca de Guijo de Galisteo, en la provincia de Cáceres.

Fue, sin embargo, el incendio iniciado el sábado 9 en Las Médulas (León), el que daría el pistoletazo de salida a la quema desenfrenada de miles de hectáreas en poco más de una semana. Le seguiría, al día siguiente, el fuego en Molezuelas de la Carballeda (Zamora), que ha acabado convirtiéndose en el de mayor extensión desde que hay registros.

Sería el lunes 11 cuando la situación acabaría desmadrándose, con la declaración de varios fuegos en Chandrexa de Queixa (Galicia), Tarifa (Cádiz) y Tres Cantos (Madrid), que en conjunto sumarían más de 20.000 hectáreas, y volviendo de nuevo a Cáceres al día siguiente, con las llamas obligando a evacuar a los habitantes de Oliva de Plasencia.

Cáceres, el Bierzo y Las Médulas (León)

Cerca de 200 hectáreas fueron devastadas en Guijo de Galisteo, Cáceres, el 7 de agosto, según el sistema Copernicus. Pero sería el incendio que comenzó el sábado 9 de agosto y afectó de lleno al paraje natural de Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el que daría el comienzo a los 10 días en que se quemó España. Allí 3.500 hectáreas fueron arrasadas.

En la provincia, las llamas han devorado más de 8.000 hectáreas de monte bajo, matorral, robledales y terrenos agrícolas en la comarca del Bierzo, según los datos del EFFIS.

Un equipo de bomberos actúa en el incendio de Las Médulas (León). / César Hornija (Ical)

Los vientos de más de 50 km/h multiplicaron por diez la velocidad de extensión. Localidades como Las Médulas, Carucedo, Orellán, Voces, Montes de Valdueza o Pombriego, así como tres pedanías de Ponferrada (Espinoso de Compludo, San Cristóbal de Valdueza y Manzanedo e Valdueza), han tenido que ser evacuadas o confinadas.

Puercas y Molezuelas (Zamora)

El incendio de Molezuelas de la Carballeda se declaró el domingo 10 de agosto, avanzando con rapidez con el impulso de un ‘viento errático’ y quemando más de 39.000 hectáreas: ya es considerado el mayor incendio de la historia de España.

Incendio de Molezuela

Una persona trata de apagar el fuego en Zamora. / Europa Press

Casi mil personas han sido desalojadas en localidades como Congosta, Alcubilla de Nogales, Villageriz, Carracedo, Fuente Encalada y San Pedro de la Viña. El de Puercas comenzó el lunes siguiente arrasando la Sierra de la Culebra, y obligando a evacuar a un millar de vecinos de Puercas, Ferreruela de Tábara, Abejera, Losacio, Valer, Riofrío de Aliste, Sarracín y Bercianos de Aliste.

Orense

Desde finales de julio se han ido registrando fuegos en localidades como Taboadela, San Cibrao das Viñas, Maceda, Pena Petada o Somoza, pero ha sido el de Chandrexa de Queixa, donde las llamas se originaron el pasado día 11, el que ha superado a todos.

Con más de 16.000 hectáreas quemadas se ha convertido en el mayor incendio de la historia de Galicia. Y ha provocado el corte de trenes entre Madrid y Galicia durante tres días y medio, que no recuperaron la circulación hasta el sábado por la tarde.

Incendio de Mombeltrán

Un efectivo de la UME (i) recibe ayuda de un vecino en el incendio de Chandrexa de Queixa (Orense). / Efe

En total, alrededor de 40.000 hectáreas han sido pasto de las llamas en la comunidad. La ‘sequía’ anómala para la época en la zona ha contribuido al fuego.

Manuel García (54), vecino de A Caridade, Orense

Manuel García, vecino de la localidad de A Caridade, en el municipio de Monterrei (Ourense), ha perdido las propiedades que había construido durante toda una vida por el incendio.

Manuel García, vecino de la localidad de A Caridade, en el municipio de Monterrei (Ourense), ha perdido las propiedades que había construido durante toda una vida por el incendio. Brais Lorenzo / Efe.

La ceniza se adhiere a la piel como una segunda ropa. En la aldea de A Caridade, Monterrei, el aire huele a metal fundido y a madera que ya no es madera. Entre casas ennegrecidas y coches reducidos a esqueletos, Manuel García camina despacio, como si el suelo pudiese romperse bajo sus pies. Tiene 54 años y durante décadas levantó con sus manos lo que el fuego arrasó en unas pocas horas.

"Me he quedado sin nada", repite con insistencia. Y en la voz hay una mezcla de cansancio, rabia y desamparo. Su casa resistió "de milagro", pero alrededor sólo quedan ruinas: dos decenas de viviendas calcinadas, animales muertos, coches devorados por las llamas. El suyo, todavía humeante, es un recuerdo irreconocible de lo que fue.

A Caridade no es más que un puñado de casas en medio del monte, 60 habitantes que hasta hace unos días vivían entre el silencio rural y el rumor de las viñas. Ahora es un pueblo fantasma. El incendio que empezó en Oímbra-A Granxa y que ya devoró 5.000 hectáreas se tragó también la rutina de Manuel, sus herramientas, su pequeño establo, sus recuerdos de infancia.

"Ahora mismo estoy recogiendo los animales que se me han muerto", cuenta, con un gesto que mezcla resignación y furia. Él habla de caos. De indefensión. De abandono. Dice que nadie les avisó para evacuar, que las motobombas se marcharon cuando más falta hacían.

"Se podía haber evitado", repite, y mira al horizonte como si esperara todavía una explicación. Durante la noche, cuando el fuego avanzaba sin freno, él y otros vecinos intentaron frenar lo imposible: cubos de agua contra un monstruo de 20 metros de altura.

Él se pasó la noche en vela viendo cómo su aldea ardía. Cómo el fuego se llevaba los recuerdos de generaciones. "Nos sentimos abandonados", dice, y el eco de sus palabras se confunde con el crepitar de los rescoldos. En ese vacío, los vecinos improvisaron. Arrastraron coches, intentaron levantar cortafuegos, pelearon cuerpo a cuerpo contra las llamas.

Julio César Ruiz Aguilar, desde Tierra de Trives (Orense).

Roi Juan López (40), brigadista de Lomba do Corvo, Orense

Roi Juan López, en una imagen de archivo.

Roi Juan López, en una imagen de archivo. E. E.

Roi Juan López lleva 22 años enfrentándose al fuego en Orense. Conoce su ruido, su olor, su velocidad. Sabe cómo se mueve, cómo cambia de dirección en segundos. Pero lo que vivió en Maceda no se parece a nada de lo que hubiera visto antes. "Pensaba que ya no saldría de allí con vida", confiesa, desde la cama del hospital donde se recupera.

Ese día, su brigada de Lomba do Corvo trabajaba sin descanso. Seis focos al mismo tiempo, 1.200 hectáreas en llamas. Los vecinos de una parroquia habían iniciado un contrafuego para proteger sus casas. Había que salir de allí antes de quedar acorralados.

Roi se acercó a un coche para abrir la puerta cuando una motobomba sin frenos se descontroló. El capataz y el conductor acababan de bajarse. El camión avanzó sin control hacia él. "Salí disparado y aterricé en la cuneta", recuerda. Se golpeó la pierna, la cadera, el costado. El cuerpo quedó torcido, cabeza abajo, sin poder moverse.

El helicóptero no podía aterrizar: la niebla de humo lo impedía. Y el fuego, a unos metros, rugía. Tres horas de espera con la cabeza hundida en la tierra y el pensamiento fijo en que no vería otro día.

Los compañeros no podían evacuarlo por tierra. Era una ladera alta en Casetas do Rodicio. Si el fuego subía, podían morir todos. Así que aguardaron, impotentes, mientras los medios aéreos se usaban primero para contener el incendio.

Al fin llegó el helicóptero Pesca 2. Pero no hubo alivio inmediato. No podía posarse, así que la única opción fue subirlo con cuerdas en una camilla estrecha. Treinta metros de ascenso sobre un mar de humo y brasas. "Lo pasé casi peor que con el golpe. Eran cuatro hierros y yo ahí colgado", dice.

Cuando por fin tocó suelo seguro, lo llevaron al Complejo Hospitalario Universitario de Orense. Las pruebas confirmaron contusiones graves, pero él había vuelto a nacer.

Roi, que ha pasado media vida combatiendo incendios, sabe que esta vez fue él quien quedó a merced de las llamas. "Era una locura. Me quedé cabeza abajo con el fuego al lado", repite.

Julio César Ruiz Aguilar, desde Tierra de Trives (Orense).

Tarifa y Zahara de los Atunes (Cádiz)

El fuego comenzó el lunes 11 de agosto en el paraje de la Sierra de la Plata, próximo a la playa de Bolonia (Tarifa, Cádiz), y avanzó rápidamente debido al fuerte viento de Levante y las altas temperaturas.

Incendio de Tarifa

Un helicóptero recoge agua en la playa de Atlanterra (Tarifa) ante la mirada de los bañistas. / Reuters

Quedaron arrasadas unas 300 hectáreas, principalmente bosque y zonas naturales protegidas, y hubo que desalojar a más de 2.000 personas entre locales, turistas y huéspedes de hoteles y urbanizaciones.

Tres Cantos (Madrid)

El fuego se desencadenó el lunes 11 de agosto en la zona este de Nuevo Tres Cantos, afectando áreas de monte bajo y matorral acumulado.

Se extendió con extraordinaria rapidez, alcanzando los seis kilómetros en tan solo 40 minutos, impulsado por vientos erráticos y el fenómeno de ‘tormenta seca’.

Incendio de Tres Cantos, Madrid, desde el tanatorio en el que se encontraba uno de los vecinos. / Foto cedida

Arrasó más de 2.000 hectáreas, y hubo más de 180 evacuados en diferentes urbanizaciones.

El Vendrell (Tarragona)

El suceso ocurrió la madrugada del 11 de agosto en el camping Vendrell Platja, obligando a la evacuación de entre 1.700 y 1.800 veraneantes.

Varias parcelas calcinadas en el camping Vendrell Platja. / Bombers de la Generalitat

No obstante, el más grave del verano en la provincia ha sido el iniciado en Paüls el 7 de julio, destruyendo más de 3.300 hectáreas, un tercio de ellas pertenecientes al Parque Natural de Els Ports, y afectado a 18.000 vecinos. Se registraron vientos de hasta 90 km/h.

Oliva de Plasencia (Cáceres)

El incendio se originó entre los valles del Jerte y el Ambroz a consecuencia de una sucesión de tormentas con descarga eléctrica el martes 12 de agosto, con más de 700 rayos y hasta 17 incendios forestales simultáneos en el norte de Cáceres.

Incendio de Oliva de Plasencia

Las llamas en el frente de Jarilla, en la cuerda que divide el Valle del Jerte y el Ambroz. / Efe

El fuego ha afectado a más de 6.000 hectáreas y avanza sin control hacia Plasencia, obligando a confinar a más de 900 habitantes en Oliva de Plasencia, Segura de Toro y Casas del Monte, y a evacuar a 700 personas en localidades como Jarilla, Villar de Plasencia y Cabezabellosa.

Cuevas del Valle, Los Arenales y Mombeltrán (Ávila)

Más allá de los terribles 10 días de agosto que acabamos de repasar, no podemos olvidar el incendio que se declaró en la provincia de Ávila el pasado 28 de julio.

Tuvo una propagación extremadamente rápida a causa de la orografía difícil, la presencia de vegetación muy densa, pendientes abruptas y fuertes rachas de viento de más de 30km/h.

Incendio de Mombeltrán

Una persona observa una columna de humo de uno de los incendios registrados este verano en la provincia de Ávila. / Efe

La superficie arrasada se estima entre las 2.200 y las 3.000 hectáreas. El incendio obligó al confinamiento preventivo de localidades como Mombeltrán y El Arenal para proteger a la población del humo y las llamas.

Alberto Martín (54), alcalde de Cuevas del Valle

El alcalde de Cuevas del Valle combatió el fuego en el Valle del Tiétar. / Hans Lawrence Ramírez

El fuego en el Valle del Tiétar (Ávila) trajo los fantasmas y recuerdos fatales de hace 16 años. Aquel 28 de julio de 2009 un incendio forestal devastó todo a su paso desde la cumbre de la montaña que se erige sobre Cuevas del Valle y obligó la evacuación parcial del pueblo. Dos personas murieron y 4.600 hectáreas fueron calcinadas.

"Esa vez sentí miedo", recuerda el alcalde del pueblo, Alberto Martín González, de 54 años. Ese temor quedó atrás. En el incendio de este verano no dudó en ponerse el traje de bombero y subirse al vehículo de Protección Civil. Llevaba una bomba de agua con capacidad para 600 litros y junto a otros vecinos hicieron cortafuegos.

"En este incendio ya no tuve temor. Algo se activó en mí al ver el fuego y no dudé en ayudar a mi pueblo", cuenta el edil. El incendio no llegó a Cuevas del Valle, pero sí a los poblados cercanos de Mombeltrán y El Arenal, que fueron evacuados parcialmente.

El regidor cuenta que se mantuvo los seis días con sus seis noches colaborando con los más de 500 efectivos desplegados en la zona. "Yo era uno más con ellos. En todos estos pueblos nos conocemos y había que echar una mano".

El fuego quedó controlado el 4 de agosto. Y el alcalde se mantiene atento a su móvil y a la radio. "Yo espero que no haya más incendios, pero si tengo que ayudar otra vez, lo haré".

Javier Álvarez (63), voluntario de Mombeltrán

Javier Álvarez es albañil y habita en Mombeltrán (Ávila). / Hans Lawrence Ramírez

A las 10:45 de la noche del 28 de julio, una hija de Javier Álvarez lo llamó desde Madrid. "Papá, que hay un incendio en el pueblo", le avisó. Él ya estaba dormido. Desde la ventana de su casa en Mombeltrán (Ávila) se asomó hacia la montaña y vio los pinares que ya estaban ardiendo.

Se vistió, cogió una máscara y se juntó con otros vecinos pagar apagar las llamas que bajaban por la montaña hacia el pueblo. "En ese momento lo importante era salir al monte y echar un cable porque era de noche, no había medios aéreos y el fuego se venía para las casas", relata este albañil de 63 años.

Javier estuvo toda esa noche colaborando con los vecinos. "No había agua cerca. Nos pasaban cubos a través de una cadena humana y lo conseguimos apagar sobre las cinco de la mañana", detalla.

El incendio se reactivó y Javier se incorporó a la brigada municipal del Ayuntamiento de Mombeltrán para seguir ayudando. "Los focos que surgían cerca del pueblo los apagábamos, pero todo se estaba descontrolando hacia arriba".

La montaña estaba en llamas. Y mientras el pueblo estaba confinado por el humo y las cenizas, él continuaba frente al fuego para tratar de pararlo. "Acabas intoxicado, agotado y con mucho calor".

El 4 de agosto quedó controlado. Javier finalmente descansó tras casi una semana combatiendo las llamas. Ahora, cada noche antes de dormir mira hacia la montaña para que el fuego no le sorprenda mientras duerme. Y en caso de ser así, "pues habrá que saltar de la cama y meterse en el monte otra vez".

* Reportaje elaborado por Paolo Fava, Sandra Vilches, Hans Lawrence Ramírez y Julio César Ruiz Aguilar.