I-D: Luis Bárcenas, Sandro Rosell, Santos Cerdán, Miguel Blesa y Oriol Junqueras.

I-D: Luis Bárcenas, Sandro Rosell, Santos Cerdán, Miguel Blesa y Oriol Junqueras. Arte EE

Reportajes

'Soto del Relax, la cárcel VIP' en la que está Cerdán y por la que pasaron Bárcenas, Rato, Mario Conde, Junqueras, Rosell…

Concebido como una "ciudad autosuficiente", cuenta con gimnasio, piscina y discreción para quienes marcaron la agenda política y económica del país.

Más información: Así fue la primera noche de Santos Cerdán en la cárcel: con preso de apoyo, sin uniforme carcelario ni deber de ducharse

Publicada
Actualizada

Lo llaman centro penitenciario Madrid V, pero podría figurar en Booking con cinco estrellas y una reseña de Bárcenas: "Volvería sin dudarlo, aunque preferiría no tener que hacerlo". El complejo de Soto del Real —con sus chalecitos modulares, su biblioteca de autoayuda y sus pádel talks entre rejas— no es exactamente Alcatraz. Tampoco El Padrino II. Es, más bien, la versión carcelaria del Club Bilderberg: misma élite, menos corbatas, más chándales y la certeza de que aquí nunca nadie pierde del todo.

Aquí no se purgan penas: se desconectan agendas. Bienvenidos a Soto del Relax, la penitenciaría donde van a parar los que alguna vez movieron los hilos y, cuando se pasaron de rosca, se los tragó el tambor judicial. Si el trato a los presos representa, como decía Dostoievksi, el grado de civilización de una sociedad, la nuestra estaría a punto de inventar el viaje a Júpiter.

Aquí el crimen no se paga: se tonifica. A 45 kilómetros de Madrid, la prisión se diseñó como una "ciudad autosuficiente", con piscina, pistas de squash, canchas de balonmano, baloncesto, fútbol sala y varios gimnasios. Y entre unas cosas y otras, el preso ilustre encuentra por fin tiempo para sí mismo, sin llamadas, sin asesores, sin prensa ni preocupaciones. 

Porque mientras en otras cárceles el día se mide en amenazas y bandejas metálicas, en Soto se mide en pasos, pulsaciones y tensión arterial. El mayor riesgo no es una pelea en el patio o un altercado en las duchas, sino un esguince jugando al squash. A veces da la impresión de que esta cárcel no reeduca, sino que pone en pausa, como si el sistema se limitara a enfriar a sus viejos amigos mientras pasa la tormenta.

Desde hace unas horas, su nuevo inquilino de renombre es Santos Cerdán, el exnúmero tres del PSOE, el hombre que escoltó a Pedro Sánchez en los momentos más duros y que ahora comparte código postal con los restos más ilustres de la corrupción patria. En el módulo 13 (que hasta hace poco estaba destinado a mujeres), con vistas al campo de fútbol y horario de patio de 9 a 11, se entrena el socialismo penitenciario. Dicen que entró tranquilo, con muda limpia y la mirada serena. Ya sabe que en Soto nadie entra para hundirse: aquí se flota.

Manual del preso ilustre

No es una cárcel. Es un networking con muros. Por aquí pasaron Rodrigo Rato, condenado por las tarjetas black; Mario Conde, que aún suena a banquero aunque hace más de dos décadas que dejó de serlo; Ignacio González, con máster en Lezo y doctorado en espionaje amateur; Luis Bárcenas, archivero jefe del PP; o el desaparecido Miguel Blesa, que dentro aprendió a jugar al mus y fuera decidió dejar de hacerlo para siempre.

También hubo un procés entre estas paredes. Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Raül Romeva... Cataluña cabía entera en los módulos 1 y 4. Fue la cárcel más independentista de Madrid durante meses, aunque las únicas urnas eran las del comedor. Mientras tanto, en otro ala, el expresidente del FC Barcelona Sandro Rosell hacía abdominales para pasar el tiempo y Iñaki Urdangarin se preparaba para el traslado exprés a Brieva, una suerte de Soto con menos conocidos y más silencio.

Y entre todos ellos, como nota pop de este pentagrama judicial, alguna vez estuvo el influencer de los Petazetaz, José Hernán, y el representante de artistas Carlos Tibu Vázquez por apropiación indebida. La lista incluye a políticos, empresarios, deportistas y personajes mediáticos. Soto es el punto de encuentro para una constelación heterogénea de condenados y procesados que representan la diversidad y la complejidad de la corrupción y el fraude en la España de ayer y de hoy.

Porque Soto no es solo una cárcel: es un microcosmos del poder caído donde se mezclan condenas por alzamiento de bienes, blanqueo, corrupción política y escándalos financieros. Un lugar donde en la misma cantina compartían mesa expresidentes de comunidades autónomas con exdirectivos de bancos. Y todos, sin excepción, comparten un mismo código postal de reclusión y privilegios relativos, a la sombra del sistema penitenciario.

Imagen exterior del complejo penitenciario de Soto del Real.

Imagen exterior del complejo penitenciario de Soto del Real. E.E.

El módulo de los discretos

En Soto hay 16 módulos, pero el que de verdad interesa es el 10, conocido como "el módulo de estudiantes". No por sus comodidades (aunque tenga microondas y televisión), sino por su composición social. Allí van los que "no conviene mezclar". Empresarios con contactos, políticos con secretos, banqueros con memoria. A veces incluso comparten celda. El protocolo es claro: no se dan nombres, no se hacen preguntas y, si alguien ronca, que el de al lado se fastidie y sea discreto.

El módulo 10 tiene cocina propia, zona de lavandería y unas duchas que algunos presos califican de "bastante decentes, para lo que hay por ahí". La biblioteca está surtida con clásicos, ensayo y hasta manuales de coaching; la enfermería, por su parte, presume de tener más paracetamol que muchas farmacias de barrio. Pero lo que realmente define ese espacio es un código no escrito: un pacto de silencio y discreción que protege a los internos con pasado —y a veces futuro— en las altas esferas del poder.

El furgón con Santos Cerdán, ya dentro de la cárcel de Soto.

El furgón con Santos Cerdán, ya dentro de la cárcel de Soto. EFE

La estética de la redención

Hay algo casi performático en ver a un exministro calzarse unas zapatillas del Decathlon para ir al patio, como si la Justicia pasara por una puesta en escena de humildad obligatoria. El traje queda en la consigna, la corbata en el pasado, y en su lugar aparecen las liturgias del preso modelo: leer mucho, hacer flexiones, agachar la cabeza y seguir haciendo contactos con el de la celda de al lado.

Algunos, como Ángel María Villar, preferían pasar desapercibidos; otros, como Francisco Correa, directamente montaban tertulias. Dicen que Álvaro Pérez El Bigotes imitaba voces en el comedor para aliviar tensiones. Y que Gerardo Díaz Ferrán, que dirigió la CEOE y acabó acusado de vaciar Marsans, daba consejos de economía de guerra entre bandejas.

El milagro de Soto es que nadie parece sufrir demasiado. La prisión —aunque prisión— se convierte en una especie de retiro asistido, donde los pecados se diluyen entre rutinas y donde, si uno tiene suerte, la pena se convierte en prólogo de redención mediática. Porque salir de Soto no es salir de la cárcel: es volver al mundo con currículum penitenciario. Algunos incluso con libro firmado.

Santos Cerdán se ha sumado a esta cofradía silenciosa. Lo han metido por la puerta de siempre, con las formalidades de rigor, y ya figura en el histórico de presos VIP. ¿Cuánto tiempo estará? Depende del juez. ¿Cómo lo llevará? Eso depende de si se acostumbra a los desayunos de máquina expendedora y a los saludos mudos del pasillo. La buena noticia: le han tocado semanas de buen tiempo. La mala: su partido aún no ha decidido cómo digerirlo.