Raúl Gómez posando con los pimientos de su cooperativa

Raúl Gómez posando con los pimientos de su cooperativa Cedido

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La ruina de Raúl Gómez y los 10 agricultores que ya no pueden vender sus pimientos al súper: "Sólo quieren los de Marruecos"

Raúl, agricultor de la Cooperativa de Cristo de la Salud del poblado de Navarrés, siente que el campo español tiene fecha de caducidad

Más información: Raúl Gómez y su cooperativa compiten con las granadas de Marruecos gracias a Pascual: de venderlas a 0,12 € a 0,60

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Pimientos de padrón, unos pican y otros no. A Raúl Gómez le escuecen especialmente. No porque su lengua no los tolere, sino porque su negocio se está tambaleando. Los pimientos de su cooperativa se venden menos porque los marroquíes son más baratos, un picor insaciable que se ha instalado en el sector. La industria del pimiento español se está arrugando, y personas como Raúl luchan por revertirlo.

El agricultor valenciano tiene claro de dónde proviene la semilla del caos: "El drama que tenemos es que Marruecos lo acapara todo porque puede cultivar tanto en invierno como en verano, aquí en España a 40º es imposible. Antes Marruecos hacía su campaña de producción en invierno y luego paraban. En esa etapa del año entrábamos nosotros en juego. Ahora han conseguido cultivar durante todo el año y no nos dejan trabajar".

Agadir es una localidad del suroeste de Marruecos. Esta se ha convertido en todo un dolor de cabeza para los agricultores españoles. Allí llevan casi veinte años produciendo más pimientos que Galicia, cuna de los pimientos tipo padrón. Ahora continúa siendo punto caliente de la producción de pimientos, incluso durante el verano. Su clima también ayuda: en pleno verano no superan los 30º centígrados, temperatura que el pimiento agradece.

"Tú vas a Mercamadrid y te encuentras los pimientos marroquíes a 57 céntimos. En España 50 céntimos es lo que el agricultor le paga a los jornaleros por kilo de recolecta. Para que nuestro negocio sea rentable tendríamos que venderlos por más de 1,50 euros al kilo. Al final el sol sale para todos, pero tendría que salir en las mismas condiciones. Tendríamos que competir con la misma barra de medir, no puede ser que su producto sea más barato y que no se regule".

Esa es la clave del éxito pimentero de Marruecos: una mano de obra mucho más barata, lo que se traduce en un coste de producción más asequible, y en un precio tentador para los mayoristas. Mientras que los precios competitivos marroquíes les ponen ojitos a los supermercados y mayoristas, el pimiento español está condenado al rechazo. Son el AliExpress del campo.

"Hay momentos en los que el mercado se llena, y aunque los vendas al mismo precio que los marroquíes los supermercados directamente no los quieren, te dicen que por favor no los mandes. A mí esto me ha pasado factura en lo personal, me han dado ataques de ansiedad. No siempre estamos tan mal, son momentos puntuales. Aun así, cuando estamos mal y veo lo que vendo se me cae el mundo a los pies, se me va el alma al suelo".

Pimientos de la Cooperativa de Cristo de la Salud

Pimientos de la Cooperativa de Cristo de la Salud Cedido

Tal es el fenómeno económico de Marruecos que más del 50% de las empresas de la industria que operan en Marruecos son españolas. "En la Unión Europea se han puesto muy exquisitos con las normativas y hay mucha burocracia para todo. Por eso muchos valencianos han trasladado sus almacenes a Marruecos para saltarse los controles y poder vender sus pimientos. Eso sí, con etiqueta marroquí. Yo no me lo he planteado, yo quiero que mis agricultores trabajen en Valencia".

Para obtener la certificación Global Gap, un sello de calidad alimentaria, la cooperativa valenciana invierte un dinero que Raúl considera innecesario: "Nos obligan a tener aseo cuando toda la vida se ha meado debajo de un naranjero. Eso en Marruecos no se hace. No puede ser que aquí paguemos 12.000 euros al año solo por papeleo y burocracia y allí puedan envasar un sinfín de productos saltándose el trámite. ¿Por qué tenemos que pasar por el aro de los controles y ellos no? Tendría que haber una ley igual para todos, o todos moros o todos cristianos".

Una de las soluciones más demandadas por compañeros del gremio de Raúl es que el Gobierno intervenga en los precios agrícolas para proteger el mercado frente a amenazas extranjeras y garantizar precios justos. Raúl asegura que se siente "abandonado por los gobiernos". Raúl Gómez también achaca esta desventaja a falta de trabajo.

"En España a veces nos pasamos de listos. Todos queremos trabajar menos, pero la campaña de cosecha dura de junio a noviembre, son solo cinco meses en los que hay que echar el resto, el pimiento es perecedero y hay que trabajarlo. Actualmente no hay suficientes personas dispuestas a trabajar tantas horas en la industria".

También denuncia que no percibe ningún tipo de relevo generacional: "Yo a mis hijos no les veo yendo a la huerta . De mis diez agricultores de pimientos, no tengo ningún trabajador de menos de cuarenta años, por lo general el resto tiene sesenta años. Por qué iba a haber relevo generacional si para trabajar tienes que estar 40º bajo el sol sin saber lo que vas a cobrar. Hasta el final del mes no sabes si vas a vender, es agónico. Es normal que a los jóvenes les atraigan otras profesiones, en cualquier sitio ganas más que en la huerta".

Además, asegura que la tónica se repite en otros países: "Antes había empresas que solo querían producto español. En Holanda siempre hemos vendido mucho y ahora también están comprando pimientos de fuera, la marca España se está perdiendo. Como no pongan remedio, hundirán toda nuestra industria, y en diez años no habrá campo español".

¿Existe alguna alternativa para que los pimientos de Raúl salgan del almacén y vean la luz? Su cooperativa se las ha arreglado para colaborar con EAP (Europa Agricult Product), una plataforma online en defensa de la agricultura europea. Todo un escaparate para vender sus productos a particulares, un auténtico outlet de pimientos. Para ello, también colaboran con empresas como la almeriense Frescover, que les ha ayudado a introducirse en el mercado holandés e inglés con más fuerza en mitad de la crisis.

Es más, para sobrevivir a esta desventaja competitiva la cooperativa de Raúl se ha diversificado. Actualmente perciben más ganancias de servicios que no brotan de la tierra: "Nosotros nos hemos reinventado. Vivimos de diez supermercados que tenemos, servicios de telefonía, una tienda de suministros, alquileres de tractores… si no fuera por esto no existiríamos".

Raúl tiene muy claro cuál es su estrategia de mercado, la exclusividad de su producto parte de una filosofía muy básica: "Yo lo que hago es vender honestamente, sin engañar a los demás. Mi objetivo es facilitarle el trabajo al agricultor, al camionero y a todos los eslabones de la cadena de producción. Yo intento ser muy legal. Eso es lo que nos diferencia a la Cooperativa de Cristo de la Salud".

En cualquier caso, el árbol del dinero no existe, pero Raúl confía en que pueda brotar algo de suerte en su huerto.