
Jacqueline Zhang junto a otros peregrinos.
Jacqueline Zhang, la china que dejó Tokio por el Camino de Santiago y se quedó: "Servir al peregrino me hace muy feliz"
En 2024, según datos de la Fundación Jacobea, recibieron la Compostela 2.557 peregrinos chinos.
Más información: Vigo Secreto: ¿por dónde pasan los peregrinos que realizan el Camino Portugués por la Costa?
¿Qué sería de nosotros sin citas apócrifas? Desde las últimas palabras de Pedro Muñoz Seca antes de ser ejecutado en las matanzas de Paracuellos: "Podéis quitarme la vida, podéis quitarme el honor, pero el miedo que tengo no me lo quita ni Dios"; hasta "Ladran, Sancho, señal que cabalgamos", atribuida a Don Quijote, pese a no aparecer en ningún lugar de la obra, las declaraciones 'erróneamente atribuidas' pueblan el imaginario colectivo español, incluso en sus rincones más profundos y cargados de significado.
En el mundo de lo religioso-legendario, una de las más curiosas es la que se le atribuye al apóstol Santiago, que le habría dicho al emperador Carlomagno en sueños: "Yo soy Santiago apóstol. El camino de estrellas (Campus Stellae, Compostela) que viste significa que has de marchar a Galicia con gran ejército para liberar mi tumba de los sarracenos. Y después de ti peregrinarán gentes de toda la tierra, de mar a mar". En realidad, el emperador jamás pisó Galicia.
Pero según se lee en el Códice Calixtino, "Carlomagno, animado por la visión, partió con un gran ejército desde Francia hacia Hispania, conquistando ciudades a su paso y expulsando a los sarracenos. Tras muchas batallas, llegó finalmente a Galicia, donde adoró devotamente la tumba del apóstol". Podrá no estar basado en hechos reales, pero ¿desde cuándo la realidad va a arruinarnos una buena historia?

Jacqueline.
Es una leyenda que ha trascendido fronteras de todo el mundo, llegando hasta Pekín (literalmente). Ahora, de la historia que se sigue escribiendo del Camino, zancada a zancada, no solo forma parte Carlomagno, sino también Jacqueline Zhang Huijun, una pequinesa enamorada del Camino que, desde que lo completó el año pasado, ha decidido dedicar su vida, en cuerpo y alma, a los peregrinos: "La primavera pasada dejé mi trabajo en Tokio, empecé el Camino en París hasta Santiago.
Me llevó casi tres meses completar la ruta francesa [versión extendida]". El nivel de dedicación y esfuerzo necesarios para hacer el Camino de Santiago 'tradicional', no son moco de pavo; los necesarios para hacerlo desde la iglesia de Saint-Jacques-du-Haut-Pas en París, son inconmensurables.
Por supuesto, en esta hazaña la china hizo 'trampa': "Tengo muy buenos recuerdos: Pamplona, Burgos, León… Estuve una semana en cada ciudad. Finalmente, a finales de mayo del año pasado, llegué a Santiago de Compostela".
El recibimiento estuvo a la altura: "Estaba muy emocionada. La catedral y el personal de la oficina del peregrino fueron muy amables conmigo. Estuve unos cuatro días allí. Fue una época muy, muy feliz de mi vida".

Jacqueline durante el Camino de Santiago.
¿Pero cómo una ciudadana china, instalada en Tokio, con un buen trabajo, decide dejarlo todo, hacerse el Camino Francés y, además, quedarse en el Albergue de Peregrinos de Estella (su destino actual y dependiente de 'Los Amigos del Camino de Santiago de Estella') como voluntaria ayudando a los peregrinos? La respuesta (aunque no en su totalidad) se basa, extrañamente, en Hollywood: "Empecé a viajar por Europa hace 12 años.
Hablo inglés y japonés, pero uso el inglés para viajar. Vi la película 'The Way' [traducida al español como 'El camino' y al chino como ‘Xiaohongshu’, protagonizada por Martin Sheen (Apocalypse Now), hijo de un gallego, y producida, escrita y dirigida por su hijo Emilio Estévez], que se hizo muy famosa en China y Japón. De hecho, fueron mis jefes los que me dijeron: 'tenemos que probar este Camino de Santiago'".
Que muchos aspectos de España no pasan desapercibidos a ojos de las potencias asiáticas no es ningún misterio, como miles de autobuses repletos de turistas llevan demostrando décadas, pero es que, como Jacqueline explica, "nos encanta la historia y cultura europeas, y España es muy popular. A la gente que conozco le encanta este país: el buen comer, el vino, la cultura, la costa. Creemos que los españoles son muy amables, de buen corazón, abiertos de mente. Reciben bien a los turistas asiáticos. Nos sentimos muy a gusto aquí", comenta.
El idilio de Jacqueline con el Camino y con España podría haber acabado ahí, a finales de mayo del año pasado, tras esos cuatro últimos días en Santiago. Pero no. No era fácil dejar de lado el amor por esta 'vieja piel de toro' y su ruta más famosa.
¿La solución? Muy sencilla: "Me hice voluntaria. En 2024, gracias a una asociación llamada Beijing Camino International Cultural Exchange Center, los ciudadanos chinos, por primera vez, pudimos solicitar plazas como voluntarios para el Camino de Santiago", explica la peregrina.
"En octubre me mudé a León. Tuve que entregar muchísimos documentos en la Embajada de España en Pekín, pero, finalmente, tuve suerte: me dieron la tarjeta de residencia. Ahora, vivo en España y estoy muy feliz. Tengo un permiso de 5 años y voy a pasarlos todos y cada uno de ellos aquí".
El Camino está en boga en Asia en general y en China en particular. En 2024, según datos de la Fundación Jacobea, recibieron la Compostela 2.557 peregrinos chinos. Para darle un contexto a ese número hay que decir que el aumento en comparación a 2023 (1.036) y a 2022 (601) es masivo. Por supuesto, no todo es China. El año pasado fueron 7.910 surcoreanos, 3.406 taiwaneses y 1.473 japoneses los que recibieron el documento oficial (la Compostela) por haber terminado el Camino.
Cierto es que, en comparación a las grandes 'potencias extranjeras' del camino (EEUU con 38.000 peregrinos e Italia con 28.599), el público asiático es minoría, pero en absoluto insignificante, sobre todo si tenemos en cuenta que el significado espiritual de esta ruta es mucho más claro para personas que comparten unos valores sociales, culturales y religiosos similares a los nuestros, que el Camino representa.

Jacqueline en el Camino de Santiago.
Una vez consiguió su permiso de residencia y se instaló en León, Jacqueline valoró cuáles serían sus siguientes pasos: "Como te decía, como mínimo me quedaré en España 5 años más. Por un lado, quiero intentar otro Camino de Santiago, otra ruta. Todavía no sé si hacerlo este invierno o la primavera que viene. De momento, servir al peregrino me hace muy feliz".
Y continúa: "Al principio, estuve dos semanas de voluntaria en la oficina de Santiago. Luego, en junio, llegué a Astorga y empecé a atender peregrinos en el albergue municipal. Es algo que me gusta muchísimo. Trabajaré como voluntaria hasta finales de junio, cuatro semanas en total".
Eso es lo que tiene planificado sí, pero su intención de ayudar al peregrino no acaba ahí: "Luego podré hacer más trabajo voluntario, pero todavía no sé dónde".
La peregrina, además, se está esforzando mucho por 'vender' el Camino de Santiago en casa. Tanto, que se merece que el Consejo Jacobeo le conceda el título de 'embajadora honorífica del Camino' u otro similar: "Cada vez que puedo comparto mi experiencia tan feliz con mis ex-compañeros de trabajo en Tokio y en Pekín, sobre todo con mis 'managers'. Lo mejor es que me dicen que 'ellos seguirán mis pasos' y que están ‘muy interesados'".
Tanto es así, que Jacqueline explica que el próximo año un grupo de ellos vendrá a Europa a hacer el camino, en su versión más dura: el francés. Cierto es que esto no está al alcance de todo el mundo, sobre todo en Europa, pero, como explica ella, "se debe a que tienen muchas semanas de vacaciones, suficientes como para hacerlo completo".
Jacqueline es el epítome del peregrino, alguien que se enamora del camino y no lo quiere dejar atrás bajo ningún concepto. Los que lo han hecho, se identificarán (al menos en parte) con ella; los que han (hemos) hecho solo una parte de él, afrontándolo como si de fascículos se tratara, la envidiamos y el resto, realmente no sabe qué se está perdiendo.
Tal vez los reclamos del turismo masivo en España sean las playas, el sol, Benidorm, Magaluf, la Rambla, el Prado, el flamenco y la sangría, pero lo que mejor nos representa son los 775 kilómetros que separan San Juan Pie de Puerto (me niego a llamarlo Saint-Jean-Pied-de-Port) y el Pórtico de la Gloria.