
El Consejo Político de la CUP en 2017. De izquierda a derecha: Antonio Baños, Benet Salellas, y Albert Botran. Al fondo, Anna Gabriel. E.E.
Benet Salellas, el abogado de las causas perdidas elegido por Cerdán: de rodear el Parlament a defender al imán de Ripoll
El penalista catalán que defendió a Cuixart, a los encausados del 15-M y al imán de Vilanova es el nuevo asesor del exdiputado socialista. Ni se ha pasado al sanchismo ni falta que le hace.
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No hace tanto, en la Audiencia Nacional se oían nombres que hoy suenan a capítulo cerrado. Tamara Carrasco. Operación Estanque. Imán de Vilanova. Rodea el Parlament. Tsunami Democràtic. A veces parecía que todos los márgenes del Estado pasaban por ese edificio. Y en medio, casi siempre, el mismo abogado, hablando más de derechos que de códigos, aunque eso supusiera interrumpir al tribunal.
Es curioso verlo ahora en otro tablero. Misma precisión, distinto campo. Aquel abogado de causas antisistema colabora ahora con el hombre que mejor encarna el arte de pactar con todos: Santos Cerdán. El secretario de organización. El hombre al que Pedro Sánchez convirtió en embajador plenipotenciario. El que fue a ver a Puigdemont cuando no se podía ir a ver a Puigdemont. El negociador que logró la amnistía, la investidura y casi el milagro, pero que ahora empieza a rodearse de abogados.
La figura de Benet Salellas (Girona, 1967), su nuevo letrado, no aparece por sorpresa. Lleva años escribiendo una trayectoria singular en los márgenes del derecho. Fue diputado por la CUP entre 2015 y 2017, en la legislatura más convulsa del Parlament, la del referéndum y la declaración de independencia, y no era tanto agitar la bandera como construir el pie de página..
Tampoco era el más estridente de su bancada. Más bien lo contrario: su intervención solía llegar después del ruido, cuando ya había que ordenar los conceptos. El político que se tomaba en serio el derecho porque venía del derecho. El que citaba jurisprudencia en un grupo que prefería gritar "desobediència".
Lo suyo ha sido, desde el principio, construir puentes entre la ideología y la defensa técnica. Y eso le ha permitido moverse por espacios que otros ni pisan. En su historial hay nombres incómodos para todos: defendió a Jordi Cuixart ante el Supremo —donde protagonizó más de un rifirrafe con el juez Marchena—, pero también fue abogado del imán de Vilanova en la Operación Chacal, caso en el que también apareció el imán de Ripoll, futuro cerebro de los atentados de Las Ramblas.
Más recientemente, se encargó del caso de dos jóvenes de Girona condenados por quemar una foto de Juan Carlos I. No se quedó ahí: llevó el asunto hasta Estrasburgo y consiguió que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos diera la vuelta al fallo del Tribunal Constitucional. La condena, dijo el TEDH en esa ocasión, no era "ni necesaria ni proporcional".
En su lista de clientes hay perfiles que otros preferirían no incluir en su página web. No por falta de principios, sino por exceso de complicaciones. A él eso nunca pareció preocuparle. Y luego está la herencia.
Hijo de Sebastià Salellas —abogado histórico vinculado a la izquierda independentista y los movimientos sociales— y hermano del politólogo Lluc Salellas, actual alcalde de Girona por Guanyem, Benet viene de una familia donde la abogacía no era una profesión, sino una continuación del activismo. Su padre, su hermano, su entorno: todo remite a una tradición de compromiso con causas perdidas que rara vez encajan en el BOE.
Entonces, ¿hay contradicción en pasar de la CUP al PSOE, aunque sea en el papel de abogado? Ñe. Tal vez. Pero no más que en el propio Sánchez pactando con Junts, o en el propio Estado que primero reprime y luego amnistía. En realidad, Salellas no ha cambiado tanto. Sigue defendiendo lo mismo: que el poder no exonera por decreto y que toda acusación debe sostenerse con hechos. Esta vez, le ha tocado aplicarlo al poder.
Santos Cerdán, que ha aprendido a llevar paracaídas incluso cuando no salta, no busca leales: busca gente que sepa dónde pisa. Y Salellas, que conoce los pasillos judiciales mejor que muchos veteranos del aparato, ofrece algo que escasea: experiencia sin afiliación.
En un tiempo donde casi todo es postureo, él ha optado por ir a lo suyo. Quizá este último cometido como abogado incomode a algunos que antes le llamaban amigo. Pero quizá eso dice más del estado de la política que de los tribunales.