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Ernesto Alterio (1970) es un vecino 'del barrio'. Por las madrileñas calles de La Latina cada vez son menos los que giran la cabeza y murmuran cuando pasa. Es un actor con los pies en la tierra, mimetizado con esa jungla de asfalto castiza y canalla que es Madrid. Quizás esa humanidad brote de su experiencia en el teatro, esa lorquiana poesía que se levanta del libro y se hace humana al hablar, al llorar, al gritar, al desesperarse; o puede que sea por ese ese universalismo propio del emigrante que bombea en los corazones de quienes pertenecen a varias patrias.

"Soy argentino y español, pero madrileño por encima de todo", dice Alterio con una risotada mientras se recuesta en los sillones de la primera planta del restaurante El Viajero, en la plaza de los Cubos. Zapatillas naranjas, pantalones holgados, café con leche. "Me gusta la vida de barrio. Volver de viaje y sumergirme entre sus gentes, bajar al kiosko, charlar. En esta ciudad tenemos todos los lujos de una capital europea, pero en pequeño. Adoro su tamaño, su clima, el calor humano, caminar por el barrio de Los Austrias, bajar a comer a El Camoatí o a La Divina Bohemia, tomar unas cócteles en El Amante o unos finos y jereces a La Venencia".

Se confiesa fan de Anora, admirador de Gary Oldman, John Gielgud, Mastroianni y Totó y sus placeres culpables, lo reconoce, son Grease y acabar las duchas con un chorro de agua fría. Estudió ciencias puras, por lo que tras su sensibilidad se oculta una mente analítica. Si el camino iniciado en Animalario no lo hubiese conducido a los teatros y al cine, su vida habría tomado un rumbo muy distinto. "Habría sido arquitecto, o ingeniero, o diseñador de objetos. La capacidad de construir cosas, como una presa, un edificio, me fascina". 

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Virginia D. García E. E.

También lamenta que tenga poco tiempo para dedicarse a sus hobbies, algo que, paradójicamente, lo llena de orgullo. Alterio se pasa la mano por su lacia mata de plateado pelo cano y sonríe al preguntarle por esa perenne contradicción del artista que puede permitirse el lujo de vivir de su talento a cambio de no tener tiempo para casi nada. "Siempre he tratado de diversificarme. Me encuentro en una búsqueda de sinceridad, de nuevos colores expresivos aún inexplorados, de economizar al máximo los gestos en mis papeles para transmitir lo máximo con muy poco".

Ernesto Alterio acaba de estrenar la serie Su Majestad con Amazon; se está preparando para el lanzamiento, en noviembre, de Todos los lados de la cama; rueda ya Karateka, un biopic sobre la medallista olímpica Sandra Sánchez; aún masca el éxito de Viejos tiempos, adaptación teatral del libreto del Nobel de Literatura Harold Pinter; el viernes mismo llevó a los cines Un funeral de locos, remake de la británica Un funeral de muerte.

En Un funeral de locos el caos estalla cuando la familia se reúne en torno al ataúd del patriarca muerto. ¿Por qué la muerte saca a relucir lo mejor y lo peor de las familias?

Creo que es porque se producen momentos de una intensidad emocional que rozan lo tremendo. Por eso me parecen tan necesarios los ritos en torno a la muerte. Cada sociedad tiene los suyos y, en la película, ese juego se lleva al extremo.

¿Te ha pasado que el absurdo se imponga al dolor?

En mi vida, no. Siempre me ha ocurrido en la ficción. Como cuando hice Un mundo normal, de Achero Mañas, donde mi personaje llevaba el cadáver de su madre en la furgoneta porque quería que la tiraran al mar.

¿Por qué crees que gusta tanto bromear con lo severo, con lo trágico?

Porque cuanto más encorsetada es una situación, cuanto más tiene que regir un protocolo o unas normas de actuación, más tentador es hacer una broma. La base de la comedia parte del dolor. Uno se ríe de ver sufrir a otro; situaciones que se prestan a la comedia porque rozan el tabú, lo prohibido. Pasaba con Chaplin, que se volvía loco por atarse un cordón. 

¿Debemos reírnos de la muerte?

Reírnos de la muerte implica reírnos de nosotros mismos, y tenerla presente de vez en cuando no viene mal. Uno, al final, aprecia realmente la vida cuando tiene la finitud, esa idea de que no vamos a estar aquí para siempre. Yo, por ejemplo, reflexiono mucho más sobre el paso del tiempo que de mi muerte. Pero sí pienso en la de mis seres queridos. No sé si la clave está en restarle gravedad, pero debemos ser conscientes de que la muerte es parte del ciclo de la vida, algo que nos une a todos porque, queramos o no, acabaremos pasando por ello.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

¿Cómo imaginas tu funeral?

Me da impresión pensar en ello. Qué vergüenza, eso de pensar en mi funeral. Yo creo que les diría a mis seres queridos... 'No os molestéis, tío, dejadme tranquilo'. No me gusta molestar. Pediría que fuese lo más sencillo posible para todo el mundo. Pero bueno, si ocurre... mueres y ya está. ¿Qué pasaría si me fuera ahora? Supongo que me daría pena, sobre todo por mi hija, por la gente que me quiere, los que quedan atrás. Por eso quiero vivir los máximos años posibles, para estar a su lado.

Has interpretado a villanos, a poetas, a tipos entrañables, a aquellos de los que uno no se fiaría. ¿Quién es tu personaje más sincero, el que más tiene de ti?

Yo creo que el que mencionaba de la película de Achero Mañas, que precisamente se llamaba Ernesto. Hay algo descarnado en cuanto a la actuación, a no impostar nada; había una búsqueda en ese sentido. Porque yo soy un explorador de terrenos. Es una necesidad. Profundizar, perfeccionar, crecer. La voluntad es que todos mis personajes tengan autenticidad aunque no se comporten ni hablen, miren o piensen como yo. 

Tu padre, Héctor Alterio, tiene 95 años y ni atisba la opción de retirarse. ¿Qué te inspira esa actitud de estar al pie del cañón pese a la edad?

Es una maravilla y un gran ejemplo. Me inspira coraje. Es un chute de humanidad. Me pasa a mí, como hijo, pero también a la gente que lo va a ver al teatro. Lo que hace él sobre el escenario, verlo con 95 años representando esos textos tan poderosos de León Felipe, con esa carga poética con la que él mismo se ha fusionado... Buah, los padres siempre pueden tener puntos admirables, aunque supongo que habrá de todo, pero en mi caso lo tengo claro: he sido muy afortunado. 

¿Qué has heredado de él?

El gran respeto por el público y por esta profesión. Y, sobre todo, el hecho de estar atento a las vanidades de uno. En ese sentido, he tenido un buen maestro.

¿Cuáles son esas vanidades?

No es que las tenga, pero en esta profesión uno puede llegar a creerse mejor que los demás. Mi padre me enseñó a que eso nunca haga ruido.

¿Alguna vez te ha pesado ser el 'hijo de...'?

Al principio, cuando empezaba, lo pensaba mucho más, me impresionaba, pero siempre he tenido la suerte de que él nunca fue invasivo. Ellos [su padre y su madre, Ángela Bacaicoa] siempre han dejado que Malena y yo hagamos nuestro camino, que nos equivoquemos y acertemos y que, poco a poco, avancemos por nuestra cuenta.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL en El Viajero de Madrid.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL en El Viajero de Madrid. Virginia D. García E. E.

Explicaste alguna vez que tu padre tuvo que huir de Argentina porque te puso el nombre de 'Ernesto' por el 'Che'. ¿Qué sientes al mirar a un país en el que suena el rugido de la motosierra?

Mi padre, efectivamente, se tuvo que exiliar; fue un golpe mediático de la organización Triple A, que lo amenazó de muerte. Yo sólo espero que no tengamos que regresar a eso. Me asusta esta época. El auge de la ultraderecha y el runrún de la guerra... Hay un olor extraño a retroceso y a pérdida de libertades que no me gusta nada.

¿Crees que el pacifismo sigue teniendo cabida en el discurso público o ha sido relegado a una postura ingenua?

No creo que sea ingenuo desear que no haya guerras. No lo sé... [Hace un parón]. Aunque sí, me siento un poco ingenuo. Supongo que es una situación muy compleja. Pero creo que siempre se puede parar la máquina, tirar hacia otro lado.

En una entrevista mencionaste que Moscas es una crítica al capitalismo salvaje que crea monstruos que se sienten impunes. ¿Crees que el arte, y el cine en particular, tiene la responsabilidad ética de señalar las grietas del sistema?

Responsabilidad... quizás es decir mucho. Para mí hacer una obra de arte ya es como un milagro. Yo me enfoco en que lo que haga tenga verdad. Y, después, en entretener a la gente. Eso me parece muy importante. Pero claro que en algún punto todo se acaba volviendo político o teniendo una lectura política. Aunque debe haber cabida para todo. Películas reflexivas, sociales y entretenidas. Lo importante es que haya creadores que tengan la capacidad y la posibilidad de expresarse, decir lo que piensen.

¿Crees que hay límites éticos en la interpretación o el arte debe explorar incluso lo más incómodo y peligroso?

¡Anthony Hopkins hizo de Hannibal Lecter! La ficción está para extremar las cosas y vernos reflejados en aquello que no esperábamos. Creo que eso es la salsa de las expresiones artísticas. Yo solo no me metería en un personaje si está mal escrito o, quizás, en una obra panfletaria o propagandística. Siempre pondría la pelota en un terreno universal, alejado de lo tendencioso.

¿Hay algún personaje que aún no hayas interpretado pero que sueñes con dar vida?

Me encantaría ser Ricardo III, un hijoputa mal hecho, jodido, vengativo y ambicioso. Me atrae la maldad cuando parte de lo complejo. Él es medio chueco pero tiene una ambición desmedida, una envidia profunda. Todas esas cosas que no mola tener están condensadas en un personaje marcado por una poética shakespeariana.

Tú te identificas con Sísifo, condenado a empujar una roca eternamente. Camus decía que debíamos imaginarlo feliz, encontrando sentido en la repetición absurda. ¿Tú ves belleza en ese destino o lo sientes como una condena? 

Es un mito que nos representa a todos. Cada día nos levantamos y debemos subir la roca otra vez. En nuestra vida hay cosas incompletas que uno no consigue, pero creo que eso puede verse como un motor. Las ganas de levantarse, de seguir investigando. Beckett decía: 'Fracasa otra vez, fracasa mejor'. La clave está en seguir intentándolo. Es en ese camino cuando se van descubriendo las verdades.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL.

Ernesto Alterio durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Virginia D. García E. E.

Otro de tus últimos proyectos es Su Majestad, que tanto ha dado de qué hablar precisamente por esa sátira que hace de la monarquía. A raíz de la serie, definiste a la princesa Leonor como una "crack". Más allá del personaje institucional, ¿qué viste en ella que te llevó a esa conclusión?

Pobre chica. Me da pena que tenga el futuro marcado de antemano, pero lo lleva fantástico. Da gusto verla. Lo bien que lo hace, lo preparada que está. Admiro a Leonor, pero me impresiona que no tenga capacidad de elección por su sangre. La monarquía... Parece que conocemos mucho porque vemos a los reyes todos los días en la televisión, en las revistas del corazón, los tenemos muy presentes, pero en realidad no sabemos nada. ¿Qué pensará Leonor? ¿Le dirá al Rey, 'Papá, quiero esto, no lo quiero'? 

¿Cuál crees que ha sido el mayor acierto de nuestra monarquía y su mayor error en las últimas décadas?

Bueno, lo del Rey Emérito... por lo visto está demostrado que todo lo que se decía era verdad. Y es horrible. No está nada bien. ¿Y el mayor acierto? Quizás, los reyes de ahora, que están haciendo muy buena letra y los veo preparadísimos, muy capaces. Me gustó, por ejemplo, verlos en Paiporta. Pero me da respeto hablar de ellos. 

Si un día suena tu teléfono y es la Casa Real ofreciéndote un título nobiliario. ¿Lo aceptarías? Y si es así, ¿qué nombre te pondrías?

¡El de Marqués de La Latina!

¿Porque eres más español que argentino?

Yo soy argentino y español, pero madrileño por encima de todo.