Pascuala Castillo y Juan Carrillo, este viernes, mostrando en su domicilio de Mazarrón una foto de su hijo, Juanjo, de su primera comunión.

Pascuala Castillo y Juan Carrillo, este viernes, mostrando en su domicilio de Mazarrón una foto de su hijo, Juanjo, de su primera comunión. Badía

Reportajes

La desesperación de Juan y Pascuala, los padres del pirómano de Murcia: "Nos ha querido matar"

Hablan los padres del detenido por la Policía Nacional, por quemar 9 contenedores en seis horas: "La Administración tiene que aprender a distinguir a un enfermo mental de un delincuente. No son escoria".

13 abril, 2024 02:38
Mazarrón

La hormona de la felicidad -la serotonina- abandonó a Juanjo en la adolescencia y emergió un trastorno límite de la personalidad que le ha llevado a ser detenido 17 veces, a ingresar en prisión, caer en la heroína y vivir en la indigencia hasta el punto de que se le han gangrenado los pies. "Nuestro hijo no es un delincuente, solo es una persona con un problema mental que no puede controlar sus impulsos", reflexionan sus padres adoptivos, Pascuala y Juan, completamente rotos porque lo han intentado todo con su querido zagal, incluso su incapacitación judicial.

"El sistema le ha fallado a nuestro hijo porque solo se le ha castigado, enviándole a prisión, cuando tendrían que haberle ingresado en un centro psiquiátrico", critican al unísono Pascuala Castillo y Juan Carrillo. Esta matrimonio de docentes jubilados, muy queridos y reconocidos dentro de la comunidad educativa de Murcia, son los padres adoptivos de Juanjo, cuyo nombre saltó a los medios de comunicación de todo el país, este martes, tras ser detenido por la Policía Nacional como autor de una oleada de incendios intencionados en contenedores de la capital del Segura.

"Nuestro hijo no es un delincuente", insiste el matrimonio que concede una entrevista en exclusiva a EL ESPAÑOL, con el objetivo de hablar del caso de Juanjo, para poner el foco en la salud mental y en la necesidad de que este tipo de patologías reciban una atención transversal en todas las áreas de la Administración pública: sistema sanitario, judicial... "Era un niño bueno hasta que a los 17 años dejó de producir serotonina y comenzó nuestro calvario porque actuaba con mucha violencia".

Prueba de ello es que Juan José Carrillo Castillo (Brasil, 1991) ingresó por primera vez en prisión, por incumplir las órdenes de alejamiento que le habían impuesto de sus propios padres, a raíz de tres episodios en los que su trastorno límite de la personalidad mostró su peor cara. La primera vez, en el cumpleaños de Juanjo, cuando destrozó el domicilio familiar delante de su madre, y las otros dos, en sendos ataques a su padre que se saldaron con el cabeza de familia ingresando en la UCI.

Los padres de Juan José denuncian que su hijo no es un delincuente, sino una persona con problemas mentales

- ¿Su propio hijo ha estado a punto de matarles?

Pascuala Castillo: Pues sí. Era el día que Juanjo cumplía 18 años. Recuerdo que estábamos en casa, preparando todo para celebrar su fiesta porque se convertía en mayor de edad, cuando comenzó a sentirse frustrado y tiró las mesas del patio contra la cristalera, rompió una escalera de madera, los muebles del salón... Tuve que llamar a la Policía Nacional.

- Juan Carrillo: La primera vez que mi hijo me pegó, Juanjo tenía 19 años, estaba sufriendo un brote y me causó una conmoción cerebral después de empujarme la cabeza contra la puerta de entrada al dúplex que tuvimos en Murcia. Y en la segunda agresión, me tiró contra el suelo y comenzó a pisotearme la cabeza. No recuerdo el motivo, solo que Juanjo estaba totalmente ido y que mi hija me tuvo que prestar auxilio. 

La intervención de la segunda hija adoptiva del matrimonio resultó crucial para que el cabeza de familia no muriese aquel día, en el transcurso de uno de los episodios de malos tratos familiares, hurtos o daños, que jalonan los antecedentes de Juanjo. "A los dos les adoptamos en São Paulo", cuentan Juan y su esposa, a la que llama con cariño Lala, mientras se emocionan al enseñar al periodista los álbumes con las fotos de la infancia de su hijo mayor, antes de que su patología mental diese un giro de 180 grados a la vida de toda la familia.

Lala, y su marido, Juan, en la terraza de su piso de Mazarrón, revisando los álbumes con las fotos de la infancia de su hijo Juanjo.

Lala, y su marido, Juan, en la terraza de su piso de Mazarrón, revisando los álbumes con las fotos de la infancia de su hijo Juanjo. Badía

- ¿Por qué adoptaron a sus dos hijos en Brasil?

- Pascuala y Juan: Intentamos adoptar durante muchos años en España, pero no nos correspondían niños recién nacidos y nosotros queríamos un bebé porque éramos jóvenes: teníamos 30 y 35 años. Después lo intentamos en Nicaragua y las autoridades de aquel país nos estafaron dinero porque no existía un tratado de adopción con España. Nosotros lo queríamos hacer todo legal. En Brasil, teníamos una amiga que era ginecóloga, y ella se ocupó de presentar nuestra solicitud en los juzgados de São Paulo.

El juez nos llamó para viajar a Brasil cuando Juanjo solo tenía 29 días de vida y su madre se lo había entregado a una familia de acogida. Estuvimos tres meses en São Paulo. Nos hicieron entrevistas y nos evaluaron psicológicamente para corroborar que éramos idóneos. El juez nos advirtió de que los padres de Juanjo eran alcohólicos y durante la gestación tuvo sufrimiento fetal, pero seguimos adelante porque ya le habíamos tenido en brazos y fue muy emocionante. Dos años después, volvimos a iniciar el proceso y adoptamos a nuestra querida hija.

Juanjo, en su primer día de colegio.

Juanjo, en su primer día de colegio. Cedida

En ese primer abrazo, comenzó el amor sin límites de estos padres hacia aquel bebé brasileño, de tez morenita, por el que han dilapidado su patrimonio para financiarle tratamientos psicológicos en las más prestigiosas clínicas de Madrid, Valencia, Barcelona o Palma de Mallorca, ante el "desamparo total" que han "sufrido" de la Administración. "Por un hijo se hace lo que sea y vendimos 5 pisos para ayudarle con su enfermedad mental, pagarle abogados por sus juicios, multas...", resumen Pascuala Castillo, profesora de Infantil y Primaria durante 27 años, en el Colegio Maristas de Murcia, y Juan Carrillo, jefe de Servicio en la Consejería de Educación.

- ¿A Juanjo le afectó el alcoholismo de su madre en la gestación?

- Pascuala y Juan: Era un niño normal, muy cariñoso y bueno. Era un primor y toda la gente le quería muchísimo. Aunque como nosotros somos docentes, le notamos retraso cognitivo y un coeficiente intelectual por debajo de la media. Así que le ayudábamos a estudiar y logró sacarse Bachiller.

De hecho, el currículum educativo de Juanjo en los Maristas de Murcia, en el Colegio Episcopal Sagrada Familia de Sigüenza donde también estudió Froilán, el hijo de la infanta Elena, o sus viajes de intercambio para aprender inglés en Reino Unido, le resultarían inverosímiles a los vecinos de Murcia que le han dado limosna, mientras mendigaba por las calles portando sus pertenencias en una bolsa del Mercadona, con la que unos vecinos le grabaron este martes por la noche, justo cuando Juanjo metía medio cuerpo en un contenedor y le prendía fuego con un mechero.

Esos vecinos alertaron a la Policía Nacional y unos agentes le arrestaron esa misma noche, en el centro comercial Centrofama, como autor de una oleada de incendios intencionados que en seis horas arrasó nueve contenedores de la capital del Segura y le causó daños a un coche. "Ese día tuvo un brote y acudió voluntariamente al Hospital Morales Meseguer", subrayan sus padres, mientras atienden a EL ESPAÑOL en su piso de Mazarrón. "Hay que distinguir a un delincuente de un enfermo mental,".

Juanjo, el supuesto pirómano detenido por la Policía Nacional, cazado por unos vecinos mientras quema un contenedor en Murcia.

- ¿Cómo han tratado de ayudar a su hijo desde que le diagnosticaron un trastorno límite de personalidad?

- Pascuala y Juan: Llevamos quince años luchando por nuestro hijo. Hemos probado con 8 psiquiatras de Murcia y Valencia, tanto de centros públicos como privados. Juanjo tenía que medicarse para controlar sus impulsos agresivos y la depresión. Después de tener un brote, no se acuerda de nada y cuando le explicábamos lo que había sucedido se ponía a llorar como un niño. También fuimos a 9 de las mejores clínicas del país. Llevamos muchos años intentando convertirnos en sus tutores legales para sacarlo de la calle porque cuando sale de la cárcel, deja de medicarse y nosotros no podemos acercarnos por las órdenes de alejamiento que tiene en vigor.

Nosotros queríamos protegerlo de él mismo y de la sociedad. Sin embargo, la Justicia nunca nos ha concedido su incapacitación judicial porque los forenses dicen que distingue el bien del mal, pero yo creo que las enfermedades mentales son otra cosa. Como es mayor de edad y no está incapacitado, cuando lo metemos en una clínica, a los dos días se marcha porque nadie se lo puede impedir. ¿A una persona que se quiere suicidar la dejamos que se suicide? Pues aquí, 'ancha es Castilla', a mi hijo lo dejan en la calle y si le tiene que pasar algo a alguna persona, ya le pasará...

Desde que en junio de 2021, se eliminó la incapacitación judicial del Código Penal, el matrimonio ha dejado de pelear por convertirse en los tutores legales de su hijo adoptivo. "Hay muchas personas en nuestra misma situación de frustración". No hablan en vano, según un estudio de Statista Research Department, la cifra de casos de trastornos de la personalidad registrados en España entre 2011 y 2021, se ha elevado de 79.845 a 676.160.

A lo largo de la entrevista, Lala y su marido rompen a llorar varias veces por la impotencia que sienten, por los quince años de entradas y salidas de su hijo en prisión, aderezados con periodos de indigencia en los que ha dormido en la calle o en el albergue de la Fundación Jesús Abandonado para los sintecho. "El sistema se ha convertido en un círculo vicioso para nuestro hijo, porque todas estas estancias en prisión solo han agravado su enfermedad mental", reflexiona el matrimonio.

"Cuando Juanjo salía de prisión, íbamos a los jueces a pedirles levantar la orden de alejamiento de sus padres, pero no lo hacían y acababa en la calle porque nuestro hijo no tiene casa, ni tiene dónde ir". De modo que ha pasado de fumar hachís a hacerse adicto al caballo: "Terminó fumando base de heroína porque dice que eso es lo único que le hace vivir porque la medicación de los médicos le está matando".

Juan y Pascuala, primeros por la izquierda, en el bautizo de su hijo adoptivo, Juan José.

Juan y Pascuala, primeros por la izquierda, en el bautizo de su hijo adoptivo, Juan José. Cedida

- ¿Cómo han afrontado saber que su hijo vivía en la indigencia?

- Pascuala y Juan: Imagínese cómo nos hemos sentido. De la mendicidad ha perdido 16 kilos de peso, le ha salido sarna y gangrena de los pies a las rodillas. Nos íbamos a buscarle por la calle para darle comida y ropa. Le llevábamos a un hotel para que se aseara, evitando llevarlo a nuestra casa para que no nos pillasen saltándonos la orden de alejamiento. Incluso le hemos llevado a prostíbulos para que canalizase sus impulsos sexuales para evitar que le hiciera algo a una chica inocente.

La historia que relata el matrimonio es tan cruda como dura. Nada queda de aquel adolescente que terminó Bachiller y se puso a estudiar un grado superior de jardinería para hacerse hueco en el mercado laboral, hasta que su trastorno límite de personalidad cambió el curso de todo. "Juanjo es una bomba de relojería en la calle: solo se puede perjudicar a sí mismo o a cualquier ciudadano", advierten estos padres que han intentado solicitar la incapacidad de su propio hijo. "La Justicia lo trata como un delincuente, cuando es una persona con una enfermedad mental".

- ¿Cuándo intentaron ingresar a su hijo en una centro psiquiátrico por primera vez?

- Tendría unos 20 años. Después de enviar a su padre a la UCI en dos ocasiones y saltarse la orden de alejamiento, permaneció 18 meses en prisión y a salida de la cárcel, le intentamos ingresar en el Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos. Lo hemos intentado varias veces, pero como la Justicia no le incapacita, puede marcharse. No pueden retenerle contra su voluntad. 

- ¿Qué saben del paso por prisión de su hijo?

- Juanjo ha sufrido violaciones, vejaciones, agresiones y le han robado sus cosas porque es como un niño cuando se encuentra estable. Pero cuando sufre un brote, lo mismo le da por intentar cortarse las venas que por intoxicarse con medicamentos, prenderle fuego al chabolo o pelearse con alguien. Entonces, le catalogan como un preso peligroso y de las cárceles de Murcia le trasladan a algunas de las prisiones con los peores delincuentes de España, como Sevilla o Algeciras. También lo castigan días enteros, en celdas de castigo de dos por dos, y cuando sale está desquiciado.

Durante el infierno que han vivido estos años, por no poder ayudar a su hijo, más que las agresiones físicas, las amenazas o los insultos que han sufrido a manos del bebé al que un día fueron a buscar a Brasil con toda la ilusión del mundo, lo que más les ha dolido a Pascuala y a su marido, Juan, solo han sido dos frases. La primera la dijo el trastorno límite de personalidad por boca de Juanjo: 'Ojalá no me hubieseis adoptado'. Y la segunda la pronunció una asistente social del Ayuntamiento de Murcia: 'Olvídense de ayudar a su hijo, hay niños que son malos desde que nacen'.

Juanjo, en su primera comunión, haciéndole un cariñito a su madre, Lala.

Juanjo, en su primera comunión, haciéndole un cariñito a su madre, Lala. Cedida

Este miércoles, el teléfono de Pascuala recibió una llamaba del Centro Penitenciario Murcia I en Sangonera la Verde. Al otro lado del teléfono estaba su hijo, Juanjo, de 32 años, del que lo último que sabía era que dormía en un portal de un edificio próximo al Campus de La Merced de la Universidad de Murcia. "Me dieron palpitaciones cuando le escuché decirme: 'Mamá, estoy en prisión preventiva por haber quemado unos contenedores'. Me tuve que tomar un Orfidal", según confiesa esta docente jubilada. 

A su hijo le había arrestado la Policía Nacional, por una oleada de incendios provocados en nueve contenedores de Murcia, entre las 15.30 horas y las 22.30 horas de este martes. "Le hemos puesto un abogado para el juicio". Este episodio que le ha causado al Ayuntamiento unos daños de 9.000 euros, se suma a la enorme carpeta de color rojo, con el historial clínico y los expedientes legales de Juanjo, que el matrimonio de profesores recopila y que en sus almas pesa más que una losa.

- ¿Cuándo fue la última vez que intentaron sacar a su hijo de las calles de Murcia?

- Pascuala: En Semana Santa, le llevamos a una clínica de Barcelona que costaba cada mes más de 6.000 euros. Solo aguantó dos días. Nos llamaron y nos dijeron que no quería seguir allí. Como es mayor de edad y el sistema no le ha incapacitado en su momento porque solo le considera un delincuente, pues mi hijo tiene la libertad de marcharse cuando quiera. Así que se bajó a Murcia, le volvieron a detener y ha vuelto a prisión.

La Administración tiene que aprender a distinguir a un enfermo mental de un delincuente: no son escoria para la sociedad, solo son personas que detrás tienen a unos padres que sufren con ellos todo el proceso.