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Reportajes

El petaqueo, el rentable suministro de gasolina a las narcolanchas que aún no es delito y “es diario"

Los narcos pagan 10 euros por garrafa llena de gasolina, mientras que el petaquero que las lleva a la narcolancha cobra 250 por cada una de ellas.

31 marzo, 2024 03:26

Se llama María, un nombre de lo más común en España. María se llama así porque es un nombre ficticio. De hecho, podría llamarse de cualquier manera: solo representa a las mujeres que en la provincia de Cádiz hacen lo mismo que ella. María lleva en el maletero de su coche dos petacas de plástico. Dos garrafas. Cada una tiene una capacidad de 25 litros. Entre las dos, una vez llenas, sumarán 50. Es perfecto. Son once litros menos de lo estipulado para no ser sancionada administrativamente, cuando las llene, si la parasen y la pillaran transportando más de 60 litros de material peligroso a bordo de su vehículo.

María conduce hasta la gasolinera, se baja del coche, saca las dos garrafas y las acerca al surtidor. Elige la mejor. La de 98 octanos, tal y como le han especificado con insistencia. Las carga hasta la boca, paga en metálico, las mete trabajosamente en el maletero, arranca y se marcha. 

Luego repetirá varias veces el viaje, hasta que más tarde acuda a un punto de encuentro para que recojan todas las petacas que ha llenado. Si la parasen los agentes de la Guardia Civil u otra fuerza de seguridad, la dejarían pasar.

Son 50 litros por trayecto. En el lugar donde las entregará no le darán dinero: se lo han adelantado en el metálico que ha utilizado al pagar en la gasolinera. Ella se queda con 10 euros por petaca. Según sus cuentas, sacará 100 euros en un día. Si tiene ánimo y ganas, más. Pero eso no lo sabe. Lo que sí sabe es que mañana volverá a hacer lo mismo. Y pasado mañana. Y el otro.

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María sabe que pertenece al último eslabón de la cadena del petaqueo, indispensable en la estructura organizativa del narcotráfico en el sur de España. Su gasolina, la de 98, es la que nutre los potentes motores de las narcolanchas, capaces de gastar 300 litros de combustible a la hora. La voracidad insaciable con la que traga carburante es obligatoriamente equiparable al indispensable y numeroso ejército de pequeños petaqueros. Como ella, comprando gasolina para surtir las narcolanchas.

Blanqueo

La actividad de María, "de mujeres, de jóvenes", puntualizan fuentes de toda solvencia de la Guardia Civil conocedoras del petaqueo y el narcotráfico, es legal si no se superan los 60 litros. Completamente legal... por el momento. Si se supera esa cifra, tan sólo acarrea una multa, mediante sanción administrativa, por acopio o traslado de material peligroso.

"Eligen gasolineras low cost, donde no hay personal trabajando y no hay tantas miradas suspicaces ni control alguno. Pero también van a las grandes. Pagan siempre, siempre, en metálico, nada de tarjetas". Quizá María, o el adolescente que busca y obtiene dinero fácil, desconocen -o no- que cada vez que pagan, también están blanqueando dinero del narco.

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Llenar una petaca de 25 litros sale por 40 euros. "Pues por cada petaca les dan un billete de 50", precisan las mismas fuentes. "Se pasan el día haciendo viajes, haciendo portes".

Las gasolineras más frecuentadas se encuentran en los puntos neurálgicos del narcotráfico del hachís, siempre con conexiones marítimas. Chiclana de la Frontera, con el caño de Sancti Petri; Sanlúcar de Barrameda, con el Guadalquivir, o Barbate. Una vez recopilado ya un número considerable de litros de gasolina, el siguiente operario que realiza el transporte lo hace por furgoneta y carretera. "Cruzan el pueblo hasta la guardería -el lugar donde hacen acopio logístico- con un vehículo cargado con mil litros de gasolina sin ninguna medida de seguridad. Hasta que no pase una desgracia". 

Los decomisos de las petacas de gasolina tienen lugar, en su mayoría, ya en el mar, cuando van a abastecer a las narcolanchas. Pero también se encuentran "en casas, en naves industriales, en furgonetas...". La sanción es la misma en todos los casos: simplemente administrativa.

Petacas cargadas de gasolina, en una operación de la Guardia Civil.

Petacas cargadas de gasolina, en una operación de la Guardia Civil. GC

Eso sí, el petaquero, el que lleva hasta la narcolancha el combustible, cobra 250 euros por petaca. El negocio es tan rentable las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado consultadas por EL ESPAÑOL advierten que "los traficantes de pequeño tamaño ya se están planteando dejar el hachís y dedicarse exclusivamente a la petaca. Solo hay que multiplicar 100 petacas por 250 euros. Ya tenemos casos detectados de gente que ha pasado del hachís al suministro de combustible, o que simultanea las dos cosas a la vez", precisan fuentes policiales.

Un delito

La Fiscalía Antidroga lleva tiempo estudiando poder tipificar como delito el transporte de gasolina. No sólo eso. Estudia rebajar además la cantidad permitida para poder transportarla sin licencia: de 60 a 20 litros. Con 21 litros sería delito, equiparable al del transporte de depósito o tenencia de sustancias explosivas. También lo han demandado jueces y mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

Se asimilaría entonces dentro del artículo 568 del Código Penal, que castiga con entre 4 y 8 años de prisión la tenencia o el depósito de sustancias o aparatos "explosivos, inflamables, incendiarios o asfixiantes, o sus componentes, así como su fabricación, tráfico o transporte, o suministro de cualquier forma, no autorizado por las leyes o la autoridad competente". Quienes cooperen con este delito, -María, con dos petacas de 50 litros- serían castigados con entre 3 y 5 años de prisión. 

De aprobarse, pasaría con la gasolina lo mismo que con las narcolanchas. Legales hasta 2018, su tenencia se prohibió en octubre de ese año mediante un decreto ley, pudiendo ser intervenidas en tierra o mar, llenas o de droga o vacías. A finales de 2021, el Tribunal Supremo estableció que la mera tenencia de una embarcación de estas características era delito de contrabando. Las penas pueden alcanzar también entre los 3 y los 5 años de prisión.

A este respecto se pronunció el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, en una entrevista concedida al periódico Europa Sur justo después del asesinato de los dos guardias civiles en el puerto de Barbate. Sobre el petaqueo advirtió que, "una cuestión que se está dilucidando desde un punto de vista de constitucionalidad es si las conductas de ese tipo podemos tipificarlas en el ámbito penal. Eso no quiere decir que quien tenga petacas de gasolina con el fin de cooperar con los narcotraficantes no pueda ser investigado, imputado y condenado por un delito de tráfico de drogas por favorecerlo".

Continuó el ministro resaltando que "puede haber una sanción administrativa, una multa importante y puede ser relevante. Y alguien que almacena o transporta gasolina puede ser condenado por narcotráfico si se demuestra que hay vínculos con una actividad ilícita. Se está estudiando la cuestión. Pero sí, lo importante es que haya una respuesta determinante a un fenómeno que nos preocupa".

Pero lo cierto es que, días antes de la tragedia de Barbate, en Sanlúcar de Barrameda falleció un petaquero tras embestir con su embarcación la de la Guardia Civil. Días después de que los dos agentes fallecieran en la zódiac, la Fiscal Antidroga de Andalucía, Ceuta y Melilla, Ana Villagómez, puso de relieve que en Sanlúcar, la Fiscalía había pedido prisión "para los tres tripulantes (de aquella embarcación), y la juez no acordó la prisión de ninguno. Los puso en libertad a todos, uno de ellos, con antecedentes por contrabando". Ya habían hecho parte de su trabajo como narcogasolinera flotante: llevaban 90 garrafas ya vacías y sólo les quedaban 25 litros de gasolina para suministrar.