Idoya Gil Y su hijo Alejandro Castilla.

Idoya Gil Y su hijo Alejandro Castilla. Cedida

Reportajes

El calvario de Alejandro Castilla en el colegio: el niño con altas capacidades se suicidó al sufrir acoso

Su madre, Idoya Gil, pide un plan estatal contra la violencia en los centros educativos tras el trágico suceso. 

3 diciembre, 2023 03:04

Han pasado dos años desde que Alejandro decidió poner fin a su vida precipitándose por una de las ventanas de su casa. Ocurrió en septiembre de 2021. Eran alrededor de las nueve de la noche. Tenía tan sólo diez años. El joven arrastraba consigo una profunda tristeza desde hacia unos años. Tomó la decisión poco después de hablar con su madre: "Mamá, por favor, ¿puedo no ir al colegio mañana?". Aquel día se lo llegó a pedir hasta tres veces. Casi imploraba. 

Alejandro sufría acoso escolar desde los cinco años. Vivía una auténtica pesadilla cada vez que se adentraba en aquel colegio madrileño. La ansiedad y el miedo se apoderaban del joven cuando percibía la presencia de su presunto agresor: una profesora que le acosaba e intimidaba ante el resto de la clase, según relata su madre, Idoya Gil, a este diario. Lo que dio pie a que algunos de sus compañeros comenzaran también a agredirle: "Imitaban el comportamiento de la profesora".

De un día para otro, las pesadillas, los dolores de estómago y de cabeza empezaron a ser frecuentes. Y sus manos comenzaron a sangrar debido al estado ansioso en que se encontraba. "Desde ese momento, estuvimos para arriba y para abajo con el pediatra. No entendía qué le pasaba", explica Gil. No fue hasta segundo de primaria cuando el joven comenzó a expresarle a su madre que su tutora "no le trataba bien, que le gritaba mucho, que siempre le tenía castigado y que unos compañeros le estaban molestando".

Idoya Gil

Idoya Gil

Gil señala que era sabido en el colegio que aquella profesora perdía el control en clase: "Era una mujer que no controlaba su genio y que no tenía paciencia con los niños. Esto se hablaba entre los padres del colegio y entre los mismos profesores". Al observar que su hijo no mejoraba, decidió hablar con el director para explicarle lo que estaba sucediendo y pedir el traslado de la maestra. "Le rechazaba ejercicios que estaban bien y le decía delante de todos que era su madre la que se los hacía. Le llamaba llorón y le decía que se comportaba como un recién nacido", cuenta Gil. El director le prometió que aceptaría su solicitud, pero al año siguiente Alejandro volvía a encontrarse con su presunta agresora: "La tenía en todas las asignaturas. Menos en religión, en todas. Hasta en las optativas".

Los episodios de crisis cada vez eran más frecuentes. "Estaba muy deprimido. Volvía del colegio llorando y se metía en la cama. Me decía que lo que pasaba en el colegio, se quedaba en el colegio. Hablé mil veces con el director. Me dijo que iba a hablar con la tutora, que no me preocupara, que iba a reconducir la situación. Pero nunca hizo nada. En ese momento Alejandro comenzó a citarse con la psicóloga del centro…”. La voz de Gil se resquebraja.

Pregunta.- Lo siento mucho, Idoya. 

Respuesta.- Por aquel entonces a mí me diagnosticaron un cáncer con muy mal pronóstico. Creía que no lo superaría. Sólo quería que Alejandro no pasara por más momentos estresantes. Una vez más, me presenté en el colegio pidiendo, por favor, que mi hijo no volviera a tener a esa mujer cerca nunca más. 

P.- ¿No pensó en cambiarle de colegio?

R.- Él me decía: "Pero mamá, si yo no he hecho nada malo, ¿por qué me tengo que ir?". Tonta de mí que le hice caso.

[El duro vídeo de un joven autista víctima de bullying: "Quise suicidarme, resistí a clavarme un cuchillo"]

Cuenta Gil que en tercero de Primaria y durante la Covid aquella profesora se dio de baja por maternidad. "Mi hijo entendió que no volvería más al colegio. Yo le pregunté si estaba seguro de no querer cambiar de centro. 'No, mamá. Yo puedo con esto', me decía". Aún así, Alejandro seguía llegando a casa con golpes y con roturas en su vestimenta. "Me machacan, mamá, cuando el profesor se da la vuelta", decía. Alejandro comenzó a abrirse y a contar lo que le sucedía realmente en cuarto de primaria, después de asistir durante casi medio año al psicólogo. Gil hace una breve pausa.

P.- ¿Todo bien, Idoya?

R.- Antes de todo, decir que creo que muchos de estos problemas vinieron a que mi hijo no se relacionaba bien con los niños de su edad porque era superdotado.

P.- ¿Tenía altas capacidades?

Tenía un cociente intelectual de 150. Alejandro tenía trastornos del habla y del lenguaje, debido a que yo le enseñaba otras lenguas. Entonaba mal. Le llevaba al logopeda por ello. Fueron estos quienes le diagnosticaron la superdotación. A partir de ahí comencé a llevarle al neurólogo una vez al año. Sin embargo, el colegio nunca quiso hacerle ninguna prueba, a pesar de ser un niño con unas capacidades lingüísticas y mentales muy elevadas. Pero ellos alegaban que no estaba tan apartado de la media. 

P.- ¿Consiguió abrirse a estos especialistas?

R.- A la neuróloga. Le dijo todo lo que no se había atrevido a decirme a mí. 

P.- ¿Qué le dijo? 

R.- Que tenía ganas de quitarse la vida porque le machacaban en el colegio.

[El colegio "no detectó" que el agresor de Jerez sufría bullying: "Jugaba solo en el patio con un tupper"]

A partir de ese momento, derivaron al joven a psiquiatría para ponerle un tratamiento antidepresivo. El verano siguiente Alejandro se encontraba mucho mejor, pero fue comenzar de nuevo el curso y las pesadillas regresaron. "La he visto, y nos va a volver a dar clase", expresó a su madre entre sollozos y temblores. Gil se movilizó y contactó con la Comisión de escolarización para cambiar al joven de centro. Pero estaba fuera de plazo. "Fui al colegio público más cercano. Les pedí que me dejaran enviarles un informe de la psicóloga en el que expusiera que mi hijo sufría acoso escolar y que no podía volver a tener a esa profesora cerca".

P.- ¿Y qué pasó?

R.- La psiquiatra me dijo que estaban muy ocupados. Que cómo era posible, si acababa de comenzar el curso. Me preguntó: '¿No puede esperar unos días más? ¿Unos días más?'. ¡Llevaba años esperando! A los pocos días Alejandro se tiró por la ventana.

Después de aquello, Gil cuenta que nadie en el colegio la ha ayudado a la hora de declarar. "Sólo he podido presentar un testimonio. Las otras tres madres se echaron para atrás por presión de otros padres, que no quieren que sus hijos se vean involucrados cuando yo en ningún momento he denunciado a ningún menor, no he denunciado a ninguno de los maltratadores de mi hijo. He denunciado a esa docente. Pero no por maltrato, sino por cometer un delito de abandono de menores, puesto que la inducción al suicidio no lo puedo demostrar", expresa. 

Sin una investigación

Asimismo, Gil denuncia que ni siquiera la Policía ha investigado el asunto. La mujer estuvo esperando, esperando y esperando la llamada de los agentes. Pero esta nunca llegó. Tuvo que ser ella misma quien acudió al juzgado con un abogado penal y un procurador para presentar la demanda. "Me gustaría saber por qué cuando un niño de diez años se tira desde un cuarto piso la Policía no investiga. En cuanto determinaron que nadie de mi familia habíamos tirado a Alejandro por la ventana, finalizaron la investigación", detalla. 

"Mi vida ya no tiene sentido. He estado un año con ganas de tirarme yo misma por la ventana", expresa Gil con la voz rota. "Esto tiene que cambiar, debe existir un plan nacional. Necesitamos un plan estatal contra la violencia en los centros educativos que incluya atención psicológica por parte de un profesional ajeno al centro para tratar a las víctimas", concluye. No sin antes expresar que es una situación desgarradora y que piensa hacer justicia para Alejandro.