Luis, de pequeño, rodeado de naranjos junto a la imagen de los árboles ardiendo.

Luis, de pequeño, rodeado de naranjos junto a la imagen de los árboles ardiendo.

Reportajes VALENCIA

Luis ya no heredará los naranjos de su familia: los queman porque no les sale a cuenta mantenerlos

Una familia quema sus últimos árboles en la huerta de Valencia por la ruina del sector: "Esto se acaba, es insostenible".

26 agosto, 2022 02:10
Valencia

La Comunidad Valenciana pierde cada día una media de seis hectáreas de cultivo. La huerta de Valencia, reconocida en todo el mundo por su patrimonio agrícola y singularidad, languidece poco a poco porque ya no sale a cuenta mantenerla.

El campo valenciano se muere y cuesta más una bolsa de plástico que un kilo de naranjas. Luis Marco tiene 38 años y es de Carpesa, una pedanía de Valencia situada al norte de la ciudad. Su familia cultiva campos de naranjos desde hace cuatro generaciones y estos días han quemado el último que les quedaba en la huerta de Valencia porque los precios están por los suelos.

"Esto se acaba, es insostenible", escribió. Luis grabó los naranjos ardiendo de madrugada y el vídeo se ha viralizado. Las potentes imágenes reflejan la paradoja a la que se enfrentan cada vez con más frecuencia miles de agricultores: seguir trabajando a pérdidas o quemar la tierra.

"Nos ha dolido mucho porque este campo de naranjos siempre ha pertenecido a mi familia. Los quemamos porque no obtenemos ningún beneficio y al final todo son gastos. No podemos poner más dinero para mantenerlos. El distribuidor nos pagaba 4 céntimos el kilo, cuando producirlo vale 30", cuenta a EL ESPAÑOL.

Tierras abandonadas

Más de la mitad del territorio autonómico es forestal porque los agricultores están abandonando sus tierras cansados de encadenar campañas ruinosas y la competencia desleal de otros países que usan pesticidas prohibidos en la Unión Europea.

Según datos de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja), la autonomía lidera la lista de abandono de tierras productivas. En total, 161.567 hectáreas de regadío y secano. En 2021, el sector primario valenciano acumuló pérdidas por valor de 1.140 millones de euros por el aumento de los costes y perdió 2.000 hectáreas de cítricos.

La familia de Luis ha trabajado en la huerta de Valencia generación tras generación. Su bisabuelo era José Marco Bayarei, conocido en Carpesa como Casagran. Sus tierras son muy productivas y fértiles, y han dado de comer a cuatro generaciones de la familia Marco hasta que han dejado de ser rentables.

El bisabuelo de Luis, José Marco, primer propietarios de los campos de naranjos.

El bisabuelo de Luis, José Marco, primer propietarios de los campos de naranjos.

La difícil decisión se tomó en familia. "Hemos intentado aguantar a ver si mejoraba la situación, pero ya no podíamos más. Era el terreno al que más cariño teníamos porque varias generaciones de familia han trabajado para mantenerlo".

La familia Marco decidió dejar los cítricos en el árbol tras una campaña desastrosa. Los precios son los mismos que hace 30 años, pero los costes se han multiplicado y han vuelto a subir por la inflación. "Por 4 céntimos no merece la pena ni cogerlas del árbol", lamenta.

Luis es profesor en un módulo sanitario de formación profesional y ha crecido rodeado de campos de naranjos. Ha aprendido a cuidarlos siguiendo la tradición agrícola valenciana. Confiesa que le gustaría dedicarse a la agricultura de proximidad y seguir trabajando la tierra, como hicieron sus antepasados, pero hoy en día es una opción "totalmente inviable".

"Mi familia está aguantando desde la crisis de los 90, pero esto va a peor. Yo me dedicaría a esto si fuera rentable. Podría mantener mi trabajo, contratar a una persona para que me ayude y estar a media jornada como agricultor. Pero a día de hoy no es posible. No es que no tengamos interés los jóvenes por el campo, es que no tenemos ni siquiera esa oportunidad", denuncia.

Profesión en extinción

La crisis del campo valenciano no solo afecta a la naranja. "En los campos próximos se plantan melones, patatas... y todo se vende mal o los cultivos se eliminan". Además, las estadísticas oficiales corroboran el envejecimiento de la población agraria y la falta de relevo generacional que padece el sector.

Un estudio reciente elaborado por la Asociación Valenciana de Agricultores revela que la Comunidad registra la edad media de los jefes de explotaciones agrarias más alta de España con 64,4 años. La edad media agraria nacional está tres puntos por debajo, con 61,4 años.

Además, la provincia de Valencia lidera el mayor porcentaje de agricultores mayores de 65 años: representan ya el 50% de los 100.259 titulares totales.

"No hay relevo generacional y ya no se puede aguantar. Han sido muchos años de resistencia y, ver cómo mis padres envejecen y no pueden seguir con el trabajo, nos supone a la familia un impacto psicológico tremendo. Me gustaría seguir ese trabajo. Pero así no me lo puedo plantear", reconoce Luis. 

Su padre tiene 72 años y cuenta cómo se lamenta cada vez que piensa en sus naranjos quemados. "Le decimos que tiene que pasar página y seguir adelante, pero a él lo que le viene a la cabeza es qué pensaría su padre si viera los naranjos".

Cada vez que va a un supermercado y ve el precio del kilo de naranjas, Luis se pone malo. Según las organizaciones agrarias, en comercios de Madrid se han llegado a vender a 4,99 euros el kilo.

"Tengo la sensación de que la gente no está sensibilizada y que imágenes como las del vídeo ayudan a entender el problema. Lo difundo por todo el sacrificio por el que pasaron mis antepasados para dejarnos estas tierras".

El sector se está cansando de esperar y en el último año han convocado varias manifestaciones en Madrid y Valencia para que la agricultura no se extinga. Igualmente, exigen competir en igualdad de condiciones respecto a otros mercados emergentes.

"Qué sentido tiene que nuestras naranjas se vendan en China y en Valencia compremos las de Sudáfrica. Por mucho que nos quejemos, a los políticos les está pasando por encima este problema", explica.

En este sentido, reconoce que siente "cero empatía por parte de las administraciones". "Ya me da igual el partido que esté. Esto es un problema local, pero fruto de un proceso de globalización. Por tanto, hace falta una estructura local que nos ayude a competir en un mercado global y competitivo", añade.

Tras la quema y el abandono de los cultivos, su familia se busca ahora la vida por otros sitios, mientras se deja perder la mejor de las naranjas porque cultivarlas cuesta mucho más que 4 céntimos el kilo.