Una joven Pilar Alegría, en el círculo, a sus 9 años en el colegio de La Zaida.

Una joven Pilar Alegría, en el círculo, a sus 9 años en el colegio de La Zaida. Cedida

Reportajes

Los secretos de la ministra de Educación Pilar Alegría: de una granja de pollos a implantar la 'ley Celaá'

Originaria de un pueblo de Zaragoza, trabajó un año como maestra antes de crecer en política. Apoyó a Susana Díaz y ha roto su relación con Lambán. 

14 agosto, 2021 01:47
La Zaida (Zaragoza)

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Da igual dónde la vaya a poner el Destino o, en este caso lo mismo es, dónde la vayan a colocar “las manos del Presidente” que “marcan la determinación del Gobierno” -Moncloa dixit-. En el bar-merendero de La Zaida, que asiste a sus ruedas de prensa como si fueran partidos de la Selección en el Mundial de Sudáfrica; en el Colegio Rural Agrupado del Ebro donde aprendió a escribir y en el local que acaba de comprar y remodelar su peña, La Chapuza, ella seguirá siendo la Pili, la de los Alegría del pueblo. Y punto.

Pilar Alegría Continente (Zaragoza, 1977) es la nueva ministra de Educación y Formación Profesional tras la remodelación del Ejecutivo llevada a cabo por el presidente, Pedro Sánchez. Esta maña de 43 años que ha prosperado del entorno rural a la política regional y nacional ha venido a sustituir a Isabel Celaá, una de las ministras más cuestionadas de la legislatura, y poco ha tardado en probar los rifirrafes de una materia tan ideologizada como la educación.

Esta semana se ha convertido en protagonista porque se han ido conociendo detalles del borrador del currículo de Primaria de la Lomloe -la llamada ley Celaá- que ha sido enviado a las comunidades autónomas. Superado, parece ser, el debate de la concertada y de si los hijos pertenecen a los padres, el foco ahora está en lo que algunos consideran ocurrencias, como la perspectiva de género en Matemáticas, la educación para el consumo responsable o para la salud afectivo-sexual.

La nueva ministra de Educación, Pilar Alegría, en La Moncloa.

La nueva ministra de Educación, Pilar Alegría, en La Moncloa. Pool

Antes de ser quien es, Pilar Alegría creció en La Zaida, un pequeño municipio zaragozano de apenas 455 habitantes censados. La menor de otros dos hermanos, es hija de una ama de casa que sacaba dinero extra vendiendo chucherías y vino a granel en su vivienda y un padre que pivotaba entre una empresa de carbón aledaña -donde ahora trabaja su hermano- y las labores de labranza en las tierras familiares. Ahí la joven ministra conoció la escuela rural que ahora reivindica y tuvo sus primeros empleos, todos manuales, como aquella época en la que trabajó en una granja de pollos mientras estudiaba, para pagarse la universidad y sacar dinero “para sus cosas”.

Una de las cosas que más se le critica, además del uso político del hecho que lleve a su hijo a un colegio privado, es que apenas tiene experiencia laboral al margen de la propia política. Y es que, tras acabar la carrera de Magisterio, ejerció sólo un año como profesora de Primaria en Teruel y luego ya se vio seducida por UGT y, después, por el PSOE, donde ha ido escalando varios puestos. Ha sido consejera, vencedora de unas elecciones al Ayuntamiento de Zaragoza, diputada joven, portavoz de la candidatura de Susana Díaz en el rifirrafe con Pedro Sánchez y, ahora ya redimida de su pasado susanista, titular de una cartera tan importante como lo es Educación.

En la semana en la que su nombre ya empieza a acaparar titulares, EL ESPAÑOL ha recorrido los inicios y consolidación de una de las ministras de las que menos datos se conocen, especialmente si uno no es aragonés, y más aún si uno no es de La Zaida. Porque en La Zaida, eso sí, la conocen todos, faltaría más.

La ministra zaidana

El pasado mes de julio, a los minutos de recibir su nueva cartera de la titular anterior, Isabel Celaá, Pilar Alegría empezó a contar durante su discurso que ella era de un municipio pequeño llamado La Zaida y que, por ello, sabía lo que era estudiar en un entorno rural. “El mantenimiento de las pequeñas escuelas de nuestro territorio supone también la pervivencia en sí de nuestros pueblos. Sé que el cierre de un colegio puede suponer la muerte de un pueblo. Y, por ello, no perderé de vista tampoco la importancia de la educación como elemento vertebrador del territorio”, dijo.

Este jueves, La Zaida parece de todo menos vertebrada, un pueblo más de la España vacía -o vaciada, que dicen-. Quizás por el calor extremo o por la pandemia, o por ambas a la vez, las calles lucen desérticas más allá de unas vecinas que hablan en la plaza Portal, que alberga un Ayuntamiento con las puertas cerradas, pero con bandas que lucen la bandera aragonesa para unas fiestas populares que habrían sido este mismo fin de semana y que no serán.

La plaza principal de La Zaida, engalonada para unas fiestas municipales que no serán.

La plaza principal de La Zaida, engalonada para unas fiestas municipales que no serán. DRV

Sin embargo, basta con fijarse un poco más. De casi todas las ventanas de las viviendas sale algún ruido de gente reunida, la casa consistorial sí funciona y abre a la gente que timbra, el bar-merendero de La Zaida empieza a tener cada vez más feligreses antes de la hora de comer que se reúnen en mesas grandes según la edad, la panadería funciona y, por la tarde, todos a la piscina municipal. Les falta, eso sí, su vecina más ilustre, que estos días estaría por ahí visitando a su madre y sus hermanos.

Pilar Alegría nació en Zaragoza pero se crió siempre ahí. Mientras su padre iba a la fábrica, por las mañanas, y por las tardes cuidaba el campo, su madre vendía chucherías a los niños de manera informal y rellenaba botellas de vino a los mayores, a granel. Ella iba al Colegio de Educación Infantil y Primaria Centro Rural Agrupado (C.R.A.) Del Ebro. Poca complicación en el nombre, pero con mucha vida. Las paredes están pintadas, parece que por los niños, y sobre los árboles que blindan el camino a la entrada cuelgan manualidades hechas de tela.

Sin embargo, esto duró para Alegría lo mismo que la Primaria. Como todos los niños del pueblo, acabó yendo al instituto en Fuentes del Ebro, una localidad a 30 minutos de distancia en coche y bendecida con 4.543 habitantes, lo que le permite tener muchos más servicios que los municipios vecinos. Pero en La Zaida no se sienten intimidados: sacan pecho de tener Ayuntamiento propio, panaderías, un supermercado y un colegio. No todos en la zona pueden presumir de lo mismo.

La ahora ministra siempre ha seguido ligada al pueblo. Aunque estudió Magisterio en Zaragoza, siguió viviendo ahí y aprovechaba su tiempo libre para empalmar trabajos precarios de los de agacharse, como su etapa en una granja de pollos aledaña, con el pasarlo bien con la gente de su edad, participando activamente en la peña La Chapuza, montando caseta en las fiestas del pueblo y pasándolo bien. A pesar de que la vida la ha llevado por otros derroteros, no ha dejado de ir y cuentan los vecinos que ha participado en la remodelación del nuevo local de la peña.

Entrada al colegio en el que estudió Pilar Alegría.

Entrada al colegio en el que estudió Pilar Alegría. DRV

“Ella sigue viniendo todo lo que puede. Aunque el padre falleció como hace 10 años, su madre está mayor y antes venía casi todos los fines de semana”, comenta una vecina que, aunque no quiere dar su nombre, asegura que también se apellida Continente: “así que seremos familia lejana o algo”. “Ha llegado a lo más alto, pero la vemos con sus pantalones cortos, montando en bicicleta con su hijo, interesándose por la vida del pueblo y con sus amigos de siempre. Su hijo también tiene amigos de su edad y vienen a jugar al pádel o, en estas fechas, a la piscina”, añade.

Es curioso, cuando se elabora un perfil de este tipo, el tamaño de la localidad influye directamente en el amor que sus paisanos muestran por sus políticos ilustres. En los pequeños, todos aman al personaje. En los medianos, alguno cuenta algo descarriado con la boca pequeña y, en los grandes, ya es un sálvese quien pueda. La Zaida y Pilar Alegría cumplen la regla a la perfección.

“Es un orgullo para el pueblo”, comenta el alcalde, también del PSOE, Celso Antonio Vallespín Ramón. “La gente está muy contenta desde que recibió la noticia. Ella ya era delegada del Gobierno y era un cargo alto, pero ser ministra del Gobierno… eso ya es otra cosa”, apuntala. “Todavía no la hemos visto en condiciones, sólo un día y rápido, porque nos cuenta que está hasta arriba de trabajo y tiene que ponerse al día en el Ministerio. Pero cuando la veamos le haremos un recibimiento. Cuando hace entrevistas o ruedas de prensa la gente lo comenta y dicen que ‘muy bien’ y se ponen muy contentos”, añade.

—¿Le pondrán una calle como hicieron en Torremocha, Cáceres, a la anterior ministra de Trabajo, Magdalena Valerio?

—Bueno, eso habrá que decidirlo. Yo creo que, si el año que viene ya se pueden hacer las fiestas patronales, qué menos que sea ella la pregonera. El pueblo está contento y orgulloso.

De Díaz a Lambán

A pesar del amor que levanta en su pueblo, los caminos que ha tenido que seguir en la política no son tan plácidos. Pero cada cosa a su tiempo.

Tras su único año trabajando como maestra en una escuela de Primaria en Teruel, Pilar Alegría entró en UGT y, al poco tiempo, ya lo hizo definitivamente en el PSOE. Su primer cargo relevante le llegó en 2001, cuando tan sólo gastaba 24 años, y la hicieron jefa de Gabinete de la consejera de Educación aragonesa del momento, Eva Almunia. A partir de ese momento empieza a despuntar con un pie en Ferraz y otro en Aragón. Se acerca a Marcelino Iglesias, presidente entonces de la comunidad, y acaba poco después en Ferraz, durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, bajo el ala de Leyre Pajín como adjunta a la Organización, y entrando directamente en labores de Gobierno cuando a Almunia la hacen secretaria de Estado de Educación.

Su propia carrera, sin padrinos evidentes mediante, empezó en 2008, cuando apenas superaba la treintena de edad y se convirtió en diputada por Zaragoza en el Congreso. Esto lo compaginó con un puesto de vocal en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, donde conoció a Pedro Sánchez. Al acabar su periplo en Madrid y no resultar elegida para el Congreso, volvió a la política regional, en 2015, como diputada en las Cortes aragonesas y como Consejera de Innovación en el Gobierno regional de Javier Lambán, que todavía sigue en el cargo. A partir de ahí empezaron a complicarse las cosas.

Pilar Alegría, Pedro Sánchez y el presidente aragonés, Javier Lambán.

Pilar Alegría, Pedro Sánchez y el presidente aragonés, Javier Lambán. EFE

Quizás recuerde, querido lector, que en verano de 2016, hace ahora cinco años, Pedro Sánchez se enfundó en el “no es no” y su partido le defenestró. Entonces, el ahora presidente se metió en su Peugot 407 y empezó a visitar a los militantes de todo el país para ganar de nuevo y, con esas, se presentó a las primarias del PSOE el año siguiente, en las que se enfrentó contra Susana Díaz y contra la candidatura de postín de Patxi López. Pilar Alegría, en ese periplo, se juntó a Susana Díaz, tanto que fue su portavoz. Quién le iba a decir que cuatro años después sería ministra en el Ejecutivo de su contrincante.

“Ambos se conocían porque coincidieron en la Ejecutiva Federal”, cuenta un colaborador cercano de la ministra. “Una vez que pasaron esas primarias, ambos hablaron y no hubo ningún problema. Pilar no ha tenido que hacer ningún acto de fe ni peregrinar a Covadonga de rodillas. Ellos se conocían desde la época de Zapatero y ambos entendieron que, en ese momento, cada uno estaba en una posición. Luego el presidente ha sabido ver que ella es una persona de futuro”, añade.

De hecho, el primer cargo que se le ofreció en el Ejecutivo no es el que desempeña ahora. Ha sido delegada del Gobierno en su comunidad y el otrora ministro de Ciencia y Universidades y luego sólo de Ciencia, Pedro Duque, tanteó a Alegría para una secretaría de Estado. Pero ella dijo que no. “Entendió que no era su momento. En política no tienes que decir que sí a todos los cargos que te ofrecen. En Madrid, Pilar no es conocida, pero en Aragón ha sido siempre una especie de mirlo blanco”, apuntala el colaborador.

Sin embargo, en Aragón, el camino de rosas se torció y no ha habido tanta reconciliación como con el presidente del Gobierno y su equipo. Fuentes del Gobierno aragonés comentan a este diario que el presidente, Javier Lambán, uno de los líderes regionales más críticos con Pedro Sánchez, está algo dolido con el camino que ha ido tomando Pilar Alegría.

Pilar Alegría junto a Susana Díaz.

Pilar Alegría junto a Susana Díaz. EFE

Tras años bajo el ala del Ejecutivo regional de Lambán, la ahora ministra protagonizó una polémica en 2019 cuya herida se ha ido ahondando con el tiempo. Ella fue candidata, gracias a Lambán, dicen, a la Alcaldía de Zaragoza en las elecciones de 2019. El Comité Provincial del PSOE en Zaragoza presentó una lista que, según su punto de vista, no incluía a personas de confianza de Alegría, sino sólo de Lambán. En un intento de cambiar dos nombres, se desató una crisis en la que Ferraz le acabó dando la razón y rectificando la lista a golpe de autoridad.

Aunque ganó las elecciones, el pacto entre PP, Vox y Ciudadanos en la ciudad impidió que Alegría fuera alcaldesa y, al año siguiente, Sánchez la nombró delegada del Gobierno en Aragón sin consultar con el PSOE regional y sin avisar al grupo municipal socialista, en un nombramiento que terminó por romperlo todo y que muchos consideraron una jugada de Alegría para escalar en Ferraz dejando de lado su faceta política en Aragón. “Desde entonces, Lambán y ella hablan con cordialidad pero la relación no es para nada la misma”, comenta una fuente del Gobierno regional.

¿Y la ley Alegría?

La gente que conoce a la ministra cuenta que todas esas batallas internas, aunque soterradas en la política local y regional, han servido para que se curta de un carácter con el que, a pesar de su juventud, ahora pueda afrontar la batalla que librará. Y es que no va a haber una ley Alegría de Educación, sino que ella es la responsable de implantar la ley Celaá que tanto revuelo generó y que provocó que su creadora desgastara su figura política y viera la puerta de salida en la remodelación que el Ejecutivo ha llevado a cabo este verano.

Entre los puntos polémicos, ya conocidos, destacan que el castellano deje de ser lengua vehicular, se establecen limitaciones a los centros concertados, la educación especial pasará a los centros ordinarios, no hará falta repetir aún con suspensos y la asignatura de Religión no computará ni para las becas ni para la Selectividad, entre otros.

Celaá entrega su cartera de ministra a Pilar Alegría.

Celaá entrega su cartera de ministra a Pilar Alegría. EFE

Lejos de dar por cerrada la polémica con la salida de Isabel Celaá, Pilar Alegría ha vivido sus propios frentes esta semana tras conocerse detalles del borrador del currículo de Primaria de la Lomloe que ha sido enviado a las comunidades autónomas. Aunque la propia ministra se ha desmarcado de su antecesora en cuestiones como la concertada, asegurando que juega “un papel clave”, al final tendrá que implementar una ley que ya le ha sido dada.

Desde su entorno quitan hierro al asunto. “De la ley no tenemos nada que decir. Ha sido aprobada en el Parlamento por mayoría absoluta y estamos en el proceso inicial de la negociación. Aún tenemos dos años para su desarrollo y es muy buena ley desde el punto de vista del PSOE, partido al que ella representa. Otra cosa es que el ruido nos lleve por otros derroteros”, comenta su colaborador. El camino, sin duda, no va a ser fácil para esa niña de La Zaida que un día soñó con ser profesora y ahora es la que marca el compás de todos aquellos que también soñaron con dedicarse a lo mismo.