Marta Espartero Clara Rodríguez

María tiene los ojos marinos, profundos, hondos. Veintiséis años a sus espaldas y la rectitud heredera de quien es hija del Ejército. De familia de tradición militar, esta psicóloga madrileña vive paseando entre normas y, lejos de aislarse, puso la mira en ellas: quería ser oficial del Cuerpo Militar de Sanidad. El camino parecía sencillo y, sobre todo, claro: una oposición. Pero todo se vino abajo hace apenas unos días. Jamás imaginó que la lucha de otra compañera de oposición, Estela Martín, descartada por llevar un tatuaje en el tobillo y famosa por su cruzada contra el sexismo y los tatuajes, les afectaría a los que, como ella, sí que superaron el concurso conforme a la normativa vigente. Siete aspirantes con su incipiente carrera truncada.

El pasado viernes 20 de julio, cuando tenía que publicarse el listado definitivo de Admitidos al Cuerpo, María estaba vigilante, preparada para observar cómo se canjearían sus años de esfuerzo, apuntes y ausencias por su plaza -que ya sabía que le pertenecía gracias al sumatorio de las puntuaciones obtenidas en las distintas pruebas-. Se encontró un comunicado que paralizaba su vida y sus expectativas laborales.

“Como consecuencia de las dos resoluciones adoptadas por la Subsecretaría de Defensa, referentes a la readmisión de dos aspirantes excluidas del proceso de selección, mediante la forma de ingreso directo, para la incorporación como militar de carrera al Cuerpo Militar de Sanidad, especialidad fundamental Psicología, se comunica a los opositores que presentaron su solicitud para participar en este proceso publicado por resolución 452/38082/2018, de 23 de abril, de la Subsecretaría, que se va a proceder a celebrar nuevamente las pruebas para quienes hayan superado las de aptitud psicofísica”.

Los siete opositores víctimas del cambio de postura de Defensa

Tras cinco horas de silencio, la ministra de Defensa, Margarita Robles, había hablado. La Dirección General de Reclutamiento y Enseñanza Militar invalidaba los resultados de quienes, como María, ya habían terminado la oposición.

La primera reacción fue de incredulidad. “No lo podía creer”, admite, con una sonrisa sardónica, a EL ESPAÑOL. Cuando se reúne con este periódico ya han pasado cinco días desde el gran fiasco, pero a María le ha crecido la indignación en los ojos. Y, creyendo que lo sucedido no es más que una gran injusticia, ha comenzado su batalla junto con el resto de psicólogos afectados -cinco mujeres más y un hombre-.

Se aferran a sus plazas conseguidas "con todas las de la ley"

María no está sola. Acude a la cita con la reportera en representación del colectivo que han formado hace apenas unas horas -Defendiendo 7 plazas- porque piensan agarrarse a sus puestos -“conseguidos con todas las de la ley, limpiamente”, apuntala- y defenderlos con golpes y arañazos. Saben que son los ganadores, que han cumplido con lo exigido por Defensa y que las plazas les pertenecen. Aunque vivan en un limbo normativo: se agolpan las lágrimas tras su mirada al relatar cómo se quebró todo.

Una de sus compañeras, Pilar, prefiere no comparecer por el estrés emocional que está sufriendo. Su caso es sangrante: soñando con ser militar desde hace años, tomó una decisión para poder seguir la norma del Ejército. Fuera su tatuaje. Porque ella también tenía un dibujo en la piel. Un adorno que se interponía entre su meta y sus ganas. Además, en el tobillo, una de las zonas visibles con la uniformidad exclusivamente femenina.

A Pilar le queda una cicatriz en el lugar donde tuvo el tatuaje, que se eliminó para poder acceder al Ejército.

A Pilar le queda una cicatriz en el lugar donde tuvo el tatuaje, que se eliminó para poder acceder al Ejército. Cedida

Eliminó la tinta en su piel. Probó primero con láser y, viendo que no funcionaba, se operó. “Yo era consciente de la normativa y me los retiré [los tatuajes]. Es una cicatriz con cirugía. Tenía muy claro que quería entrar e hice las cosas tal y como dictaba la norma y no tuve problemas en el proceso selectivo”, admite, entre lágrimas, en un vídeo al que ha tenido acceso este periódico.

Porque para, por fin, entrar en la Escuela Militar, sólo faltaba un detalle, “el sello burocrático”. El viaje había sido largo. Las oposiciones se convocaron el 26 de abril; a primeros de junio se celebraron las pruebas físicas; el 21 de ese mes fue el test de conocimiento y, seguidamente, los exámenes de inglés y de personalidad. El 26 de junio se presentaron los primeros casos prácticos, que se extendieron hasta el 13 de julio. Y, en medio, el reconocimiento médico. Prueba tras prueba, calificación tras calificación, los opositores iban cayendo. Se presentaron 200; en la última etapa sólo quedaban 22.

"No nos metemos en la lucha de Estela; son cosas distintas"

“Yo no me meto en la lucha de las otras dos compañeras opositoras y me parece legítimo y bien que se responda a reclamaciones sociales como esta para erradicar el posible sexismo”, cuenta María. Mide muy bien las palabras que emplea porque quiere que su mensaje se entienda nítidamente. Para los opositores, el problema no es que Estela o cualquier otra persona reclame, sino que se solucione una problemática creando otra. “Nosotros respetamos cualquier tipo de reivindicación social sobre los tatuajes. Porque es que no es nuestra lucha. Nuestra lucha es que hemos pasado un proceso selectivo duro y [queremos] que sean oficiales los resultados que hemos sacado”.

María posa en el patio de armas del cuartel del Conde-Duque, en Madrid.

María posa en el patio de armas del cuartel del Conde-Duque, en Madrid. Clara Rodríguez

El reloj tampoco está de su parte. Si los procesos de selección de la Escala de Oficiales del Cuerpo Militar de Sanidad, Especialidad Fundamental Psicología, se hubieran desarrollado con normalidad, los ganadores de las plazas se incorporarían al Cuerpo el próximo 20 de agosto en la Academia General Militar de Zaragoza para realizar su periodo de Formación Militar General y Específica. Ahora, con el concurso en el aire, María y sus compañeras se preguntan qué pasará. Si, en el caso de repetir las pruebas, no lleguen a tiempo para incorporarse en la capital aragonesa y tener que esperar un año más.

Porque ellas ya han cumplido con rigurosidad lo que se estipulaba -y se estipula aún en los folletos informativos de reclutamiento-. “Nos preguntamos qué pasa con la gente que hemos hecho las cosas bien, que hemos renunciado a mucho, que hemos estudiado durante años, hemos llegado hasta el final, hemos conseguido ser los siete mejores y que ahora vemos cómo nos lo arrebatan todo en base a nada, a una normativa que no está aplicada”, sangra Pilar. “Se va a cambiar de cara a convocatorias posteriores pero a los que estamos aquí, que nos lo hemos currado, que tenemos nuestra plaza, no nos tengan en cuenta y nos van a volver a evaluar”.

Un golpe emocional brutal

El golpe más duro ha sido, para todas ellas, el emocional y mental. Argumentan que, tras haber hecho todo lo que se les pedía, tras haber acatado las normas y haber cumplido conforme se esperaba de ellos, “nos dan la patada. Nosotros somos la otra cara de la moneda”. Ana, otra de las afectadas, esgrimía en una carta abierta a la ministra de Defensa, Margarita Robles, que respetaba y alababa, “como no podría ser de otra manera, la eliminación de cualquier resquicio de discriminación que pueda quedar en nuestro país, y ruego, desde la situación emocional en que me encuentro, tanto yo como mi compañero y compañeras que hubiéramos salido en las listas definitivas si se hubieran publicado, que no se actúe en perjuicio de nuestra demostrada valía, y que no se nos someta, como se sugiere, a una nueva evaluación para la que emocionalmente no estamos preparados”.

Pilar se borró su tatuaje, pasó las pruebas de la oposición y han truncado su carrera como militar

Pero el Ministerio de Defensa, consultado por este periódico, lo tiene claro: pretenden evitar que una mujer, en el caso de tener un tatuaje o similar que sea sólo visible con el uniforme en su modalidad exclusivamente femenina, pueda ser excluida en los procesos selectivos de acceso a las Fuerzas Armadas. Y recuerdan que el uso de uniforme femenino es opcional para la mujer.

Defensa, a las armas

“La decisión adoptada por parte del Ministerio de Defensa ha sido la de estimar el recurso presentado por dos aspirantes mujeres excluidas de un mismo proceso selectivo de oposición al cuerpo militar en la especialidad de Psicología por lo que Defensa les ha otorgado la razón y ha decidido readmitirlas en el proceso selectivo del que fueron excluidas. Esto ha implicado una resolución del subsecretario de Defensa en la que se ordena la repetición de las pruebas de tanda única”, explican fuentes ministeriales. Pretenden, así, continuar con la senda fijada por la ministra para garantizar “la igualdad de trato entre mujeres y hombres en lo que se refiere a los tatuajes visibles con el uniforme”.

Defensa también detalla a este diario que están ultimando la planificación del calendario de las nuevas pruebas y está previsto que a principios de la semana que viene se publique en el portal de reclutamiento.

Y se blindan. Ante la postura de los siete psicólogos damnificados, la legalidad. “El proceso selectivo no estaba finalizado, no había calificación final definitiva de los opositores, ni una relación definitiva de aspirantes para ser propuestos como alumnos”.