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Era morena, guapa, joven. Era como Diana”. Rosa Fernández Cervera no ha dejado de pensar ni un solo día en el día en que la Policía Nacional encontró el cadáver de su hermana. Han pasado 16 años pero como si hubiera sido ayer. Estos días vive con las sensaciones revividas. El hallazgo del cuerpo de la joven madrileña en la nave industrial de Asados (Rianxo), la confesión de José Enrique Abuín, alias El Chicle, y el torrente de informaciones que están apareciendo acerca del caso han hecho que también su familia, de una ver por todas, pueda tener una respuesta al misterio que rompió la familia en la primavera del año 2002: ¿Quién mató a Déborah Fernández?

El caso es, todavía a día de hoy, un misterio insondable que los agentes que lo investigaron no lograron resolver. La escena del crimen estuvo plagada de pruebas falsas colocadas a propósito por el asesino de Débora, con el fin de despistar a los investigadores. “Durante la investigación no se consiguió imputar a nadie porque todas las pruebas de la escena del crimen eran un montaje. Aquella escena del crimen es toda una escenografía. Todas las pruebas que hay exculparon a las pocas personas que se investigó. Un montaje del que estuvo detrás de la muerte de mi hermana para desviar la atención” explica Rosa, su hermana, a EL ESPAÑOL. Tenía tan solo 17 años cuando encontraron muerta a Débora. 

Ahora, 16 años después de lo ocurrido, la familia de Débora quiere analizar, por pequeño que sea, cada mínimo resquicio. Por eso, cuando las autoridades anunciaron, tras la resolución del crimen de Diana Quer, que se investigarían otros casos en la zona para comprobar si tenían relación con Enrique Abuín, asesino confeso de la joven madrileña, la familia de la joven viguesa asesinada en 2002 vio algo de esperanza. “Sabemos que la esperanza es poca, pero queremos agotar todas las vías. Queremos saber si la mató El Chicle”.

Un cadáver cubierto de helechos

La joven Débora desapareció el 30 de abril del año 2002.

La joven Débora desapareció el 30 de abril del año 2002.

La primera escena de esta historia tiene lugar hace algo más de 16 años. La tarde del 30 de abril de 2002, Débora Fernández Cervera, estudiante de diseño gráfico en la Universidad de Vigo, regresa a su casa tras hacer footing con su prima en el paseo de la playa de Samil, la más grande y concurrida de todo Vigo. Todavía hoy muchos eligen ese paisaje, con las Islas Cíes al fondo, para ejercitarse. Se trata de un lugar muy concurrido, una larga alameda bordeando el arenal. Rara es la hora del día en que no hay gente.

Eran las ocho y media de la tarde cuando la joven, de 22 años de edad, abandona a su prima y echa a andar en dirección a su casa. Va vestida con un pantalón de chándal de color azul y una sudadera negra. A 800 metros de su vivienda, en la parroquia de Alcabre, se cruza con dos amigas, a las que saluda. Son las últimas personas que la ven con vida.

La segunda tiene lugar 10 días después, casi a la misma hora en la que la joven desapareció. Eran las ocho y media de la tarde en O Rosal, un ayuntamiento del sur de la provincia de Pontevedra, famoso por sus exquisitos vinos y a muy poca distancia de la frontera con Portugal.

En la serpenteante y costera carretera comarcal número 550, que comunica Baiona con A Guarda, una mujer de 61 años encuentra, semi oculto entre matorrales, algo que parece ser un cuerpo humano. En un primer momento piensa que se trata de una muñeca hinchable, pero dudó. Al momento avisó a otro vecino que estaba paseando a su perro en las inmediaciones. Ambos comprobaron que era un cadáver. Inmediatamente dieron la voz de alarma.

Los signos de asesinato erran evidentes. El asesino había depositado el cuerpo en aquella cuneta a propósito. Estaba desnudo, en avanzado estado de descomposición y con la cara desfigurada, con signos evidentes de violencia. Semienterrado, cuidadosamente cubierto por la vegetación. Cuando los agentes tomaron las huellas dactilares, se confirmaron las sospechas. Era el cadáver de Débora.

Una extraña escena del crimen

La familia de Débora quiere agotar todas las posibilidades de la investigación.

La familia de Débora quiere agotar todas las posibilidades de la investigación.

Así comenzó un calvario que ya dura 16 años sin que la familia de Débora haya encontrado ni un solo responsable de lo ocurrido. Durante aquellos diez largos días, la cara de la joven observaba a los vigueses desde las farolas y las paredes de las calles, pegada en centenares de carteles que hablaban directamente a la ciudad.

Días después, la autopsia confirmó varias cosas: la primera de ellas fue la revelación de que Débora murió en los tres primeros días de haber desaparecido. La segunda es que el cadáver no fue colocado a la intemperie hasta tres días antes de que la anciana encontrase el cuerpo desnudo en una cuneta.

Gracias al examen del cadáver se supo también que la joven no había sido víctima de ninguna agresión sexual. Ahí viene la primera de las incógnitas del caso, puesto que ese móvil fue de los primeros que se barajaron cuando se encontró el cadáver de Débora, y fue así por lo siguiente: el cuerpo de la joven estaba desnudo, entre matorrales, pero con la zona genital cuidadosamente cubierta por helechos. "Estaban así puestos, como a propósito", explica la hermana de la víctima.

Al lado del cadáver, en la escena del crimen, los investigadores encontraron tres cosas: un preservativo usado, su funda y un pañuelo de papel. Todo ello para despistar y simular un supuesto crimen sexual, pues el cuerpo de la joven no presentaba signos de haber sido violada o agredida de esa manera.

La autopsia reveló también otra cosa: que el cadáver se había guardado durante algunos días posteriores a la muerte en un lugar refrigerado, oscuro, acaso un congelador de gran tamaño. Su muerte es todavía un enigma en el que se barajan dos posibilidades. La primera de ellas, la muerte súbita cardíaca, es descartada por la familia: “Mi hermana no padecía del corazón. Estaba perfecta. No es el caso”, explica Rosa.

La segunda de las hipótesis sobre la muerte de Débora es la más manejada hasta la fecha. Se trata de la muerte por sofocación. Es decir, alguien que utilizó algo para impedirle respirar, y así asesinarla hasta la muerte con las menores marcas posibles. Por ejemplo, una almohada.

"Es difícil pensar que desde que violó a su hermana no cometió ningún hecho"

Secuencia de la vida de 'El Chicle' y la desaparición de Diana Quer

Secuencia de la vida de 'El Chicle' y la desaparición de Diana Quer

Con todos esos indicios sobre la mesa, el caso se terminó cerrando en el año 2010 porque, pese a que apareció el cuerpo, nunca hubo un sospechoso claro. Las pruebas falsas eran tan solo un señuelo con el que el asesino logró escaquearse de lo ocurrido, dando esquinazo a los investigadores para siempre. Ahora, la familia de la joven quieren intentar reabrirlo. “A raíz de las coincidencias, del caso Diana Quer, queremos que se explore también esa vía. Eso se suma a que en el caso de mi hermana hay muchas complicaciones. El caso de mi hermana está en un vacío legal.

Estos días, los familiares de Débora han unido fuerzas con los allegados de otras dos jóvenes desaparecidas también en la zona en los últimos años para que sus casos se reabran a raíz de la detención de El Chicle. Hablamos de las familias de María José Arcos y de Sonia Iglesias, dos jóvenes gallegas desaparecidas a lo largo de los últimos veinte años.

El 15 de agosto de 1996, María José avisó a su familia de que pasaría un fin de semana con un amigo en la playa. Nada se supo de la joven desde entonces. El coche de la joven apareció unos días después cerca del faro de Corrubedo, en el ayuntamiento de Ribeira, a escasos cinco minutos del escenario del crimen de Diana Quer. El caso de Sonia es más reciente. También en agosto, pero del año 2010, Sonia fue vista por última vez paseando por el casco urbano de la ciudad de Pontevedra. 

El día que la Guardia Civil salió a explicar cómo lograron dar con Abuín y cómo fue la investigación que les llevó a detenerle, el coronel Francisco Javier Jambrina, de la comandancia de la Guardia Civil en A Coruña, apuntó un dato en el que todas estas familias ahora se apoyan. “Es difícil pensar que desde que intentó violar a su cuñada en 2005 hasta 2016 no haya cometido ningún hecho. Se van a revisar los desaparecidos”.

Ahora, las tres familias se unen para poder resolver el misterio de las tres. Un misterio, como dice Rosa, que marcó sus vidas para siempre. Buscan un último intento para resolverlo. “Esta es una nueva vía que queremos explorar. Además, para nosotros, las vías existentes no están 100 % aclaradas hasta el momento”.