Gabriela Esmorís, propietaria del ultramarinos Gabriela, con uno de sus sabrosos quesos del país.
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La esencia del ultramarinos se siente en Gabriela, en A Coruña: "Hoy se cocina menos"
Fundada en 1930 y conocida como la casa de María Antonia, la tienda de la esquina de Juan Flórez con Pozo suministraba alimentos a los barcos de pesca. La calidad de productos como los chorizos y los quesos ha creado fidelidad en los últimos treinta años, desde que Gabriela Esmorís es propietaria
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Ultramar, ultramarinos. Al otro lado del mar, más allá del mar. El término con el que se conoce a los tradicionales establecimientos que venden productos de alimentación, muchos de ellos en conserva y no perecederos, alcanza pleno sentido etimológico en el origen de un antiguo ultramarinos de Juan Flórez, en A Coruña, en la esquina con la calle Pozo.
La tienda se llama Gabriela, el nombre de su propietaria desde hace 31 años, Gabriela Esmorís Fariña. Ocho años antes había empezado a trabajar en el ultramarinos que los vecinos de la zona conocían como la casa de María Antonia, la dueña original. En la colorida fachada, con dibujos de frutas, está escrita la fecha de su fundación, 1930.
"Los barcos de pesca venían a esta tienda a escoger los alimentos que se llevarían a ultramar, a faenar quince días al Gran Sol. Luego los dueños los cargaban y los llevaban a los barcos", cuenta Esmorís.
Gabriela Esmorís ante la fachada de su ultramarinos en la calle Juan Flórez.
Eso hacía María Antonia Couto en las primeras décadas del negocio, y después su hija, Marisa García Couto, al frente de la tienda. De ello fue testigo también, "en menor medida", Gabriela Esmorís como empleada, quien más tarde comprobaría que "la gente mayor" del barrio aún se refiere a su establecimiento como la casa de María Antonia.
"Luego no había tantos barcos, aparecieron muchas grandes superficies con multitud de productos, y los dueños del ultramarinos se hicieron mayores. El proceso de la vida".
"Como una familia"
En tres décadas de Gabriela, el viejo ultramarinos de Juan Flórez se ha adaptado a otra familiaridad, con la gente de paso, con los vecinos del barrio, de otras zonas de la ciudad o de las afueras, que a menudo vuelven de los lugares a los que se han mudado para surtirse de los alimentos que antes compraban en su tienda.
Basta comprobarlo con tres visitas a media tarde, con escuchar la conversación cotidiana de Gabriela con sus clientes, con la confianza en la categoría de sus productos, como "los chorizos y los quesos del país tan buenos" que la propietaria se preocupa por ofrecer siempre.
Son más de treinta años "de mucho trabajo, de mucho tiempo en la tienda" en los que Esmorís se siente satisfecha por el trato mutuo que se dedican tendera y clientes.
Variedad de fruta en el interior de Gabriela.
"A veces tengo la sensación de que somos como una familia. Hace unos años me rompí un pie y estuve tres meses y medio de baja con la tienda cerrada. Me llamaron muchos clientes para preguntarme cómo estaba, cómo iba mejorando...", recuerda.
En todo este tiempo también la propietaria ha visto cambiar algunos hábitos. Surgen así, con el curso del tiempo, reflexiones de hoy en ese termómetro del consumo que es un ultramarinos de barrio.
"La gente antes apreciaba más los productos de alimentación. Por ejemplo, se vende muy poca verdura, apenas grelos, menos patatas, por piezas y no por kilos en bolsas. Creo que esto se debe a que en general se cocina menos. Compra el arroz en tarrinas y si quiere una tortilla la compra hecha en vez de prepararla en casa", opina Gabriela Esmorís.
"En tiempos de prisas", cree, "se cocina poco, salvo la gente mayor, los jóvenes quieren invertir el tiempo en otras cosas".