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El Almacén: arte, moda y hostelería se fusionan en el centro de A Coruña

En la calle Olmos Jorge Santos, Tania Varela y Julio Blanco cumplieron un sueño. Crearon la primera tienda multidisciplinar de la ciudad. Casi tres años después, el esfuerzo ha merecido la pena
Julio Blanco, a la izquierda, Tania Varela, en el centro, y Jorge Santos, a la derecha, son los responsables del Almacén.
Julio Blanco, a la izquierda, Tania Varela, en el centro, y Jorge Santos, a la derecha, son los responsables del Almacén.
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El 21 de noviembre se cumplen tres años de un sueño. Ese sueño está ubicado en la calle Olmos y reside en el antiguo laboratorio y almacén de la Farmacia Villar. No es un bar, tampoco es una boutique, ni una galería de arte. Es todo eso y más. Se trata del Almacén: Concept Store. Un lugar único y pionero en A Coruña.

La idea se remonta a hace más de una década. Jorge Santos y Tania Varela se quedaron boquiabiertos cuando hicieron su primer viaje a Londres y descubrieron este concepto de locales multidisciplinares. De vuelta a A Coruña, se prometieron crear algo así. Tuvo que pasar mucho tiempo para que se animasen a abandonar sus trabajos en el mundo de la banca y las telecomunicaciones para llevarlo a cabo. Por el camino se unió Julio Blanco, cuya experiencia en la hostelería le ha llevado a ser el responsable de la cantina.

El edificio es prácticamente un museo vivo. Conserva la estructura que lo vio nacer y se llena con todo tipo de objetos y productos. Moda, arte, complementos, decoración o menaje conviven con copas de vino y combinados variados. Además, todo el espacio es "pet friendly", se realizan campañas solidarias y otro tipo de eventos y existe una responsabilidad social en cuanto a la procedencia de las prensas y objetos y los materiales usados.

El Almacén es también un hogar para nuevos creadores, que pueden exponer en sus paredes sus obras sin más pretensiones que las de "poner en valor el producto de la casa, el de gente que no tiene donde mostrarlo". Hablamos un rato con Jorge Santos, una de las tres patas que sostiene este novedoso concepto de negocio, que ya se ha puesto de moda en A Coruña

Un local de vanguardia

¿Cómo surgió la idea de abrir este tipo de negocio?

Largo tiempo atrás. Tania, mi socia, y yo somos amigos desde hace mucho tiempo. Fuimos hace 13 años a Londres por primera vez. Flipamos con la cultura y el rollo que tenía la ciudad. Alucinamos con una concept store que visitamos. Era una idea similar a la que tenemos ahora. De vuelta, en el avión, nos dijimos que algún día abriríamos algo similar, uniendo todo lo que nos gusta: el arte, la moda...

Esto ocurrió cuando yo estaba estudiando la carrera, y quedó en el olvido. Cuando cumplí los 30, de broma entre copas, surgió el tema. Yo trabajaba de teleoperador, ella en un banco. Aquel día, a las dos de la mañana con unas servilletas comenzamos a diseñar lo que acabaría siendo esto. Después hubo muchos cambios, porque nuestra idea era más pequeña. Se unió Julio y pudimos hacer algo más grande.

¿En ningún momento se buscó separar la zona de la cantina de la tienda o siempre se quiso que fuese un conjunto único?

Todo sigue la misma línea, no hay espacios diferenciados o estéticas diferentes. Todo funciona como uno. Eso sí, en la gestión cada uno se ocupa de lo que sabe. Julio es el responsable de la hostelería y Tani y yo llevamos la tienda y los eventos. Lógicamente, hay una parte que tiene una barra, pero un día por la noche te puedes encontrar un cliente tomando algo en el mostrador. Es un todo.

¿Cómo se acostumbró la clientela a este novedoso concepto?

Había que explicarlo mucho. Cuando entramos en aquella tienda de Londres también nos quedamos un rato en la entrada diciendo que qué era aquello. Al principio pasaba mucho eso, la gente se quedaba en la puerta y estaban tan sorprendidos que se acababan marchando sin entrar. Otros no, entraban directamente. La clave fue explicarlo mucho, estar continuamente insistiendo en la filosofía que hay detrás.

¿Qué había antes en este inmueble y cómo disteis el paso de cogerlo?

Fue el karma. Se construyó como viviendas y en 1900 lo compró la familia Villar para que fuese el laboratorio de la farmacia. De hecho, tenemos arriba la mesa original y algunos muebles. A partir de la Guerra Civil se dejó de producir y se convirtió en el almacén de la farmacia.

"Al principio la gente se quedaba en la puerta y estaban tan sorprendidos que se acababan marchando sin entrar"

Jorge Santos

Cuando ya tuvimos la idea, nos pusimos a buscar el espacio. Llegó un punto en el que no encontrábamos nada. Eso fue en el 2016 y tal fue nuestro agobio que pensamos en dejarlo para el siguiente año. Tomando algo, un conocido que pensaba abrir un hotel nos contó que había visto este local y se le quedaba pequeño. A la semana estábamos firmando.

¿Cómo os encontrasteis el local?

Es un edificio protegido por Patrimonio, pero nuestra idea ya era mantener gran parte de su esencia. Hubo que hacer algo de trabajo de chapa y pintura, pero estructuralmente no hubo que hacer demasiado. Fue una obra contundente, porque teníamos poco tiempo para poder abrir en Navidad.

¿El nombre viene de cuando era el almacén de la farmacia Villar?

No exactamente. Jugamos mucho con el tema del nombre. La gente nos comenta que es un espacio que tiene alma. Así fue como surgió el nombre de la empresa: Alma Atlántica. Después, a la hora de buscar un nombre para el espacio sí que jugamos con el hecho de que fuese un almacén. Todo esto sin darnos cuenta de que a tres locales de distancia había una tienda de moda que se llamaba el Almazén, con zeta. Fue casualidad y a ellas no les importó.

¿Había locales con este concepto en la ciudad?

Hicimos estudios de mercado y no encontramos nada similar. Queríamos hacerlo en A Coruña, pero no teníamos claro si sería una ciudad muy pequeña para hacerlo. Valoramos también Oporto y Vigo. Pero vimos que sí que podría funcionar. Había alguna tienda que podría tener una ideal similar, con dos tipos de negocio en un mismo lugar, pero una concept store reúne mucho más. De hecho, a raíz de nuestra apertura, surgieron otros espacios similares. No los vemos como competencia, sino como algo que refuerza nuestra idea y demuestra que estamos haciendo las cosas bien. Para mí la competencia es Marineda, no los colegas de las calles cercanas.

¿Cómo fue empezar viniendo de otro trabajo totalmente distinto?

Es cierto que los tres venimos de mundos totalmente distintos. Lo que hicimos fue un trabajo previo. Mientras se estaba creando la empresa, hicimos una labor de búsqueda. Ya teníamos unas marcas que nos gustaban y que queríamos tener. Empezamos a organizar nuestro espacio. Abrimos con 50 marcas y a partir de ahí nos fue sencillo llegar a otras. Teníamos una puerta abierta y ahora la gente no para de llamar y escribirnos para vender sus productos. Hemos cambiado mucho desde el principio.

Con el tiempo, nos dimos cuenta de que teníamos demasiadas marcas. La gente veía una y si no le gustaba o no le llamaba, ya no veía el resto. Hubo que dejar de vender algunas y coger otras distintas. Al final, acabó funcionando.

¿Cómo compagináis el horario de la cantina y de la tienda?

Más o menos tenemos el mismo horario. El bar abre un poco más tarde y cierra también más tarde. Eso no quiere decir que si alguien quiere tomar algo a primera hora, no se le sirva. Aquí siempre hay alguien para atender, sea del bar o de la tienda.

¿Puede afectar el hecho de que la gente beba mientras está en la tienda? ¿Hubo que educar en ese sentido a los clientes?

De ningún modo. Como este es un concepto nuevo, la gente tiende a preguntar. Claro que te puedes encontrar que a la una de la mañana el grupito que lleva varios vinos se plante en la tienda con una copa. Y no pasa nada. Partimos de la confianza con los clientes. De hecho, tenemos unos muebles que se pueden cerrar. Pero decidimos no hacerlo. De momento nadie nos ha tirado una copa de vino por encima de un vestido y nadie ha robado un collar. Así que, de momento, vamos a seguir como hasta ahora.

"Lo que buscamos de un producto es que siga una filosofía. Que se sepa dónde se fabrica, que se produzca con unas condiciones de trabajo justas, que no haya 10.000 unidades más en el mundo..."

Jorge Santos

¿Cómo es el trato al cliente, entonces?

Nosotros llevamos a cabo un trato "slow", extrapolado del mismo estilo de vida. Nosotros no vamos detrás del cliente diciendo: "¿En qué puedo ayudarle?". Nos gusta que ellos curioseen y si necesitan ayuda, pregunten.

¿Se busca promocionar el trabajo de artistas y diseñadores coruñeses?

No tenemos ningún filtro según el lugar donde uno nace. Nos da igual que un artista sea de aquí o de allí. Sí que tenemos un compromiso con el arte local. Es algo muy subjetivo y ninguno aquí es crítico profesional. Cedemos nuestro espacio a gente que quiera mostrar lo que hace. Hay un punto comercial ahí, pues ese arte está a la venta. Pero no pretendemos ser una galería. Creemos que en A Coruña hay gente muy buena y valoramos mucho a los artistas locales.

¿Sabrías decirme el porcentaje de productos gallegos que tenéis?

Estará cerca del 70 % del stock. Lo que buscamos de un producto es que siga una filosofía. Que se sepa dónde se fabrica, que se produzca con unas condiciones de trabajo justas, que no haya 10.000 unidades del mismo producto... Aquí no tenemos nada hecho en China. Nuestro público es el que se preocupa por la procedencia de lo que se pone.

¿Qué tipo de eventos acogéis?

De todo tipo. Tenemos espacios para hacerlos. Reuniones de trabajo, desayunos, charlas, talleres, cursos, despedidas de soltero... Tenemos hasta una boda el mes que vienen. No hay una carta con tres opciones, son eventos totalmente a medida. Hemos trabajado para muchas empresas, como Inditex, BBVA o incluso la Xunta.

¿Qué esperáis del futuro?

Nuestra filosofía de marcas es la limitación y la exclusividad. Dentro de dos meses cumplimos tres años y estamos dándole una vuelta para hacer una gran celebración. Tenemos pensadas un par de cosas nuevas para el año que viene, que de momento no podemos anunciar.

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