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Miña Terra: Bolsos gallegos libres de plástico que buscan romper barreras de género al vestir

Claudia Fernández Garrido creó su propia marca hace un año y desde entonces ha diseñado numerosos bolsos que llevan por nombre las playas de Galicia. Ons, Riazor o Repibelo son alguno de los arenales que nombran las creaciones de esta artesana que rechaza el uso de cremalleras o botones y que recicla el material que compra en negocios locales
Claudia Fernández Garrido y dos de los diseños de su marca Miña Terra.
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Claudia Fernández Garrido y dos de los diseños de su marca Miña Terra.
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Miña Terra es un homenaje a la madre y a los orígenes de su creadora, Claudia Fernández Garrido, pero también una firma de complementos en los que el respeto por el medio ambiente y la sostenibilidad juegan un papel fundamental. Y es que esta marca lleva un año ofreciendo bolsos hechos a mano, libres de plástico y sin cremalleras que buscan romper con las barreras de género al vestir.

La responsable de la firma nació en Montevideo (Uruguay) y se educó en Buenos Aires (Argentina). Hija de un descendiente de italianos y de una mujer natural de Coristanco, creció escuchando hablar con amor de Galicia. Y de ahí parte el nombre de la marca: Miña Terra. Fernández lleva 15 años en la comunidad gallega, a donde emigró por seguridad con su hijo, que actualmente reside en Londres, y su hija, que vive en Auckland.

Galicia, siempre presente

Galicia la recibió con los brazos abiertos pero con escasas oportunidades laborales. La fundadora de Miña Terra, a la que siempre le han gustado los trabajos manuales y la artesanía, encontró finalmente trabajo en varios talleres de costura en los que aprendió mucho. "En el 2021, la empresa dio quiebra y nos mandó a todas a la calle. Éramos todas mujeres, yo en ese momento tenía 55 años", explica Fernández sobre un difícil momento en su vida.

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La creadora de estos bolsos únicos y sostenibles, sin embargo, siempre ha querido ser dueña de su tiempo y alentada por su pareja y la ahijada de éste, decidió empezar a confeccionar los complementos que ya forman las colecciones de Miña Terra. "Comencé a hacer algunos diseños muy básicos, porque no tengo ninguna formación ni en diseño ni en confección", explica Fernández, que contó con el incondicional apoyo de sus hijos.

Uno de los bolsos de Miña Terra (Cedida).

La marca quedó registrada en mayo de 2021. "Mi madre murió en junio del año pasado. Yo tenía tantos recuerdos de las cosas que ella me contaba de Galicia cuando era pequeña... El nombre de la marca surge porque lo que mi madre me contaba era algo mío", explica Fernández sobre este bonito homenaje a sus raíces.

Y esta referencia a la tierra de la que siempre escuchó hablar, incluso cuando estaba a miles de kilómetros, se refleja también en los nombres de los bolsos. As Rochas, Cíes, Ons, Riazor o Repibelo son algunas de las playas gallegas que nombran las propuestas de Fernández, que puede llegar a hacer dos o tres unidades al día.

Bolsos sin cremalleras

Fernández apostó desde un primer momento por evitar el uso de cremalleras y generar la menor cantidad de residuos posible. "El reciclaje es algo que tengo desde que nací. Soy la más pequeña de siete hijos y mis padres son de clase obrera trabajadora, no se tiraba nada, siempre recibía todo de mis hermanos", explica la creadora de Miña Terra sobre esta tendencia al aprovechamiento que se marcó ya en su infancia.

Los materiales empleados para la creación de los bolsos son algodón trenzado y no tratado, yuca y lino. Los proveedores principales de Miña Terra, además, son de cercanía, ya que Fernández apuesta por comprar en el comercio local de la zona de A Coruña y por rescatar restos de telas para elaborar sus productos.

"Busco que tengan poco poliéster. Es casi imposible, pero tengo una colección que no tiene nada de poliéster, solo algodón. No tienen tratamiento químico, ni siquiera de tinte", explica la fundadora de Miña Terra, que no usa botones ni cremalleras. Precisamente, una de las colecciones de la firma está elaborada a partir de vaqueros viejos: "Selecciono las partes que están bien, las lavo, las plancho bien y junto cachitos y voy armando tipo puzle hasta crear el bolso".

"La terminación es muy importante porque la gente piensa que al ser reciclado es de mala calidad o está roto, así que cuando los vendo lo primero que hago es darles la vuelta", añade Claudia Fernández, que defiende que es fundamental concienciar sobre la belleza que esconden los productos reciclados. Y es que cada detalle cuenta, y esto lo sabe bien la responsable de la firma, que se encargaba de elaborar a mano cada una de las etiquetas de madera cubiertas con una capa de barniz ecológico que identifican sus productos.

Una marca unisex y atemporal

Fernández nunca siguió la moda y por eso apostó por hacer bolsos atemporales, duraderos y que pudiesen usarse en diferentes situaciones. La marca es, además, unisex. "Si a un chico le gusta ese bolso, que lo compre y lo use. Tenemos mentalidad de que si es un bolso o si es rosa, tiene que ser de chica, y quería romper esa barrera de que las cosas tienen un género, de lo que nos imponen", asegura con firmeza la responsable de la firma.

Miña Terra no dispone de tienda física y comercializa sus productos a través de las redes sociales y ferias que Fernández visita para darse a conocer. Los bolsos están expuestos de forma habitual con otros productos como sombreros, elaborados por una artesana de confianza. "Me gusta explicarles a los consumidores qué es lo que vendo, que es una marca sostenible y respetuosa con el medio ambiente", indica Fernández sobre la importancia del contacto directo con sus clientes.

Uno de los bolsos que Claudia Fernández donó a AGA-Ucraína (Cedida).

La responsable de esta firma de reciente creación asegura que no tiene un perfil de comprador definido, ya que sus bolsos acaban en las manos y armarios de personas de diferentes edades, tanto mujeres como hombres. Cuatro de sus creaciones, además, las donó a la Asociación AGA-Ucraína, que las sorteará con el objetivo de recaudar fondos. Una muestra solidaria de esta mujer que vive desde hace 15 años en la tierra de la que con tanto amor le hablaba su madre y que ha transformado su pasión por la artesanía en una profesión.

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