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La iglesia de San José en A Coruña: un templo moderno en Monte Alto

La iglesia de San José en Monte Alto fue proyectada y construida por Jacobo Rodríguez-Losada Trulock en 1968. Se trata de un volumen singular, de lenguaje moderno y claves clásicas que forma la parte de uno de los barrios más interesantes de la ciudad
Fotografía de la Iglesia
Nuria Prieto
Fotografía de la Iglesia
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Hay escenas reconfortantes. Imágenes que, al ser contempladas, producen una sensación de cercanía que tiende la mano a quien las mira. Sucede que, dentro de estas escenas, se esconde una estructura compleja construida a través de conceptos esenciales y universales. Pero parecen tan sencillas, cercanas, amables. En la película el Padrino II (Francis F. Coppola, 1975) hay una magnífica escena en los minutos finales, en la que se muestra un momento que el espectador entiende que se encuentra en segundo plano. La familia está preparando el cumpleaños de Vito Corleone en la mesa del comedor, él aún no ha llegado “está como loco buscando regalos de Navidad” apunta uno de sus hijos. Sus descendientes, el futuro de la familia que Corleone tanto protege y cuida, así como algunos amigos charlan de forma distendida, y de entre sus palabras y gestos se esboza brevemente su personalidad y la posición que ocuparán en la trama de la que el espectador ya es parcialmente conocedor. Entonces, llega uno de los amigos de Corleone con una enorme tarta de cumpleaños que abren en primer plano, tras ellos puede verse como el resto de personajes siguen la conversación y al fondo se intuye un salón muy cuidado, con adornos navideños en el que se adivina que tendrá lugar la escena principal. 

Pero quizás toda esa hermosa narrativa sea en realidad una estrategia para captar la atención del contexto y la estructura. El contexto es terrible, ya que se trata de una organización criminal que comete actos delictivos y reprobables. La estructura de la escena, silenciosa, es fundamental en la lectura de ciertos códigos que apoyan la narrativa: la composición y la iluminación dorada barroca, la tensión dialéctica e interpretativa propia de un drama de Shakespeare y una musicalidad de base clásica. El arraigo clásico del barroco, Shakespeare y la música culta, interpelan de forma directa a la sensibilidad del espectador ya que se trata de códigos culturales basados en conceptos esenciales y tradicionales. El espectador interpreta códigos que forman parte de la tradición pero que también han construido culturalmente el hábitat en el que se encuentra. De forma que, al mirar la escena, su estructura es perfectamente comprensible de forma inconsciente. Quizás por eso cuando la familia ya no está y Michael se encuentra solo en la mesa, fumando, el drama de su soledad revela un tercer acto que ordena la historia. 

La apelación a criterios clásicos universales permite la construcción de obras artísticas y culturales que no provocan sensaciones de ruptura y vanguardia, sino de confort y cercanía. Un truco que asienta la base lingüística cultural de forma que el conjunto de sensaciones que trasmiten no son desconocidas o desconcertantes, sino amables y reconocibles. Conceptos antiguos y tradicionales que pueden adquirir cualquier forma o envolvente lingüística según los parámetros del momento histórico o del contexto, sea cual sea este.

En algunas obras, los conceptos tradicionales forman parte de su génesis, es decir, hay tipologías que tienden a interpretarse mediante signos popularmente aceptados. Con tan sólo observar un edificio en ocasiones, puede intuirse su uso como una iglesia, un museo o un centro de salud. Incluso en aquellos en los que la envolvente contemporánea puede ocultar algunos de sus signos más tradicionales el arraigo en conceptos clásicos evidencia su tipología.

Fotografía: Nuria Prieto

Una iglesia en Monte Alto

El barrio de Monte Alto en A Coruña constituye una de las identidades más intensas de la ciudad. En términos urbanísticos, el desarrollo de su tejido se consolidó de forma más tardía que otras áreas debido a su posición expuesta al mar y vinculada a las playas que, a principios del siglo XX, eran subsidiarias del ámbito industrial y no al residencial. Además, la topografía y las características del terreno con afloramientos rocosos suponían un cierto desafío en términos constructivos

En 1968 se inaugura en el barrio la iglesia de San José. El templo nace de la necesidad de ampliar el espacio de la congregación que se había fundado en 1954, en una pequeña capilla en la calle Adelaida Muro. En 1956 se produjo un primer traslado de la misma a la calle Forcarey, siendo conocida como la Primera Parroquia de la Diócesis con Bautismos Colectivos. La etapa que precedió a la inauguración del templo (entre 1956 y 1968) fue muy fructífera, ya que la congregación contaba con una organización progresista y dinámica lo que produjo un notable aumento de la misma y de sus actividades. 

El nuevo templo, fundado en 1968 es un volumen de aspecto moderno diseñado por el arquitecto Jacobo Rodríguez-Losada Trulock, autor del templo de Santo Tomás situado también en Monte Alto y de otras obras singulares de la ciudad como el Teatro Colón (1945) y  la reforma del Real Club Náutico (1948). Es también hijo de Eduardo Rodríguez-Losada Rebellón (autor de numerosas obras singulares como la Casa Cortés, Villa Felisa o la Casa de Alfonso Escudero). 

El solar elegido para la construcción de la iglesia era complejo, ya que los afloramientos de roca y su posición elevada lo convertían en un desafío constructivo de gran coste. La parcela de 7000m2 modificó la topografía generando un gran vacío que se completaría con el volumen del proyecto. El arquitecto contó con el ingeniero Ángel Monte Oliva para la construcción del templo en dicho terreno tan complicado. Además el nuevo templo requirió de la recalificación de los terrenos para ser construido. El 19 de Marzo de 1968, se inauguró la nueva iglesia del barrio.

Fotografía: Nuria Prieto

Un lenguaje moderno para un templo clásico

El templo, de lenguaje tardo-moderno, utiliza estrategias contemporáneas aunque de forma constante estas son referenciadas a conceptos culturales universales y conceptos específicamente religiosos. En términos compositivos el volumen puede percibirse como el ensamble de dos grandes piezas: nave y altar-campanario, elementos tradicionales de un templo religioso cristiano, pero observando la planta esta presenta una morfología triangular que representa a la Santísima Trinidad. El volumen posterior percibido como un altar representa una tienda de campaña tendida sobre el templo, un efecto que se se puede apreciar desde la parte posterior. La nave de la iglesia, el volumen que se puede observar desde las calles adyacentes simboliza la quilla de un barco invertida. Estos tres elementos, son códigos específicos de la cultura religiosa cristiana, pero al mismo tiempo se mezclan con la cultura popular como las referencias náuticas.

El acceso al templo se produce por su frente bajo una enorme visera que emerge de la quilla invertida. La fachada carente de ornamentación define su presencia únicamente a través de la potencia de su escala y posición y un tratamiento homogéneo en la misma que busca aligerar su peso. La estructura de la iglesia ejecutada en hormigón muestra, sin complejos, su materialidad y potencia. Los nervios de hormigón definen una estética honesta que crea una serie de tensiones compositivas que permiten percibir la visera de acceso como un elemento colgado de la fachada. La cubierta de la nave parece estar formada por dos planos sencillos, sin embargo, observada con detalles se trata de una superficie reglada. El volumen posterior, aparece como un gran muro perforado visto desde la fachada principal, pero desde la parte posterior se percibe como una gran tela que cae de forma natural. La cara posterior del muro, es curva, acentuando la sensación de flexibilidad de la cubierta. La cubierta se ejecuta en pizarra, aunque algunas partes han sido sustituidas por cubiertas metálicas. 

Más de cincuenta años después

Los dos volúmenes, combinados crean un espacio interior en el que la iluminación natural penetra de una forma suave creando un efecto dramático sobre el altar. El templo cuenta con un aforo para aproximadamente 4000 personas. A pesar de que en la década de lo setenta atravesó un cierto deterioro, en 1980 la comunidad se reactivó. En 1990 se realizaron mejoras acústicas en el interior, y algunos cambios de carpintería. Poco a poco se acondicionó la urbanización del entorno de la iglesia, dotando al conjunto de espacios para la comunidad. En 1998 un fuerte temporal hizo necesaria la sustitución de los ventanales del presbiterio y de parte de la cubierta, además se realizó un refuerzo con fibra de vidrio de las ménsulas y se sustituyó parte de la instalación eléctrica. En 2003 se conmemoró el cincuenta aniversario de la parroquia, descubriendo una placa en reconocimiento a D. José Lamas, el primer y único párroco de la iglesia hasta entonces. 

Las palabras del arquitecto

A veces, la tradición más arraigada o el concepto más esencial se envuelven de lenguaje contemporáneo. Incluso cuando el autor de la obra busca esconder esos instintos profundos, el observador o visitante los percibe de forma inconsciente, aunque la narrativa lingüística busque desviar esta sensación.

 “Las declaraciones verbales de los artistas y arquitectos no deberían tomarse a pies juntillas, ya que a menudo representan una racionalización superficial consciente, o una defensa, que bien puede estar en aguda contradicción con las intenciones inconscientes más profundas que dan a la obra su verdadera fuerza vital” Juhani Pallasmaa, Los ojos de la piel

Fotografía: Nuria Prieto

La ausencia deliberada de explicaciones descrita por Pallasmaa es, en ocasiones, fruto de la inercia creativa que no repara en las referencias ya que estas forman parte de un carrusel infinito que el autor maneja de forma constante sin reparar en ello. Es el visitante de la obra el que finalmente completa con su interpretación la descripción de la obra, Al igual que en el cine, tras la cara de Michael Corleone fumando, solo y sentado a una exquisita mesa de comedor, se esconde una larga narrativa que sólo el espectador conoce. Quizás por eso, en ese preciso instante, ser la única compañía del personaje se convierte en un silencio que contiene una historia completa.

Fotografía: Nuria Prieto
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