El balneario gallego que suministró el agua del último menú del Titanic: Balneario del Lérez

El 31 de marzo de 1909, la naviera británica Oceanic Steam Navigation Company, más conocida como la White Star Line, comenzaba a construir en los astilleros Harland & Wolff de Belfast, el mayor barco de pasajeros del mundo, con una capacidad para 885 tripulantes y 2787 pasajeros, uno de los navíos más legendarios de todos los tiempos: el RMS Titanic. La noche del 14 de abril de 1912, durante su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York, se servía el último menú de primera clase que prepararían sus cocinas, ya que a las 23:40 de esa misma noche, la colisión de un iceberg por el lado de estribor acabaría provocando su hundimiento a las 02:20 del 15 de abril. El agua que acompañaba a aquel menú era suministrada por “The Lérez Mineral Water Company”, una empresa gallega que había sido fundada años antes por un pontevedrés a orillas del río Lérez y que sería conocida en su época como una de las mejores aguas del mundo. Unas aguas que eran exportadas a China, Japón, Egipto, Australia o Estados Unidos, el agua oficial de la Casa Real Española y que a punto estuvo también de serlo de la familia real británica. Esta es la historia de un gallego que creó un sueño: Casimiro Gómez Cobas y el Balneario del Lérez.

Casimiro nace en Viascón, una parroquia del ayuntamiento de Cerdedo-Cotobade, en la provincia de Pontevedra, el 21 de marzo de 1854, en el seno de una familia de campesinos. Su padre tenía un hermano emigrado en Argentina que despertó la admiración e inquietud del joven Casimiro quien, con tan solo 13 años, dejó atrás su casa en busca de fortuna en América.

Durante el trayecto, el barco que lo transportaba desvió su ruta al sur de Brasil debido a una epidemia masiva a bordo de fiebre amarilla, provocando que aquel pequeño gallego se encontrara solo, perdido y sin dinero en un país que desconocía.

A pesar de todo, Casimiro se rehízo y consiguió empleo en una fábrica de cuero con el que ahorró el suficiente dinero para continuar su viaje inicial rumbo a Buenos Aires, donde, tras adquirir experiencia como guarnicionero (artesano que hace arneses y aparejos para caballos o mulas) decidió abrir su propio negocio: “La Nacional”, que en poco tiempo se estableció como el más importante de todo el país debido a la alta calidad de sus productos de cuero. 

Los productos de La Nacional eran reconocidos en todo el mundo, recibían premios de excelencia y eran galardonados en prestigiosas exposiciones internacionales. Su fama era tan grande que sus monturas y equipajes para caballos fueron elegidas como las reglamentarias para el ejército argentino. 

Con 24 años ya es millonario, se casa y comienza a adquirir grandes haciendas por todo el país para la cría de ganado de las que obtiene la piel para sus productos, convirtiéndose en un gran terrateniente. Tal era la extensión de sus tierras que, gracias a la donación de ingentes terrenos de su propiedad, se fundaron algunos núcleos de población que se convertirían en ciudades actuales como Neuquén, Roca, La Pampa, Córdoba…

En Buenos Aires funda el Centro Industrial Argentino y dirige o participa en el Banco Español del Río de la Plata, el Centro Gallego, el Club Español, la Bolsa de Comercio, la Liga Agraria o la Cruz Roja, además de sostener económicamente a diversos centros de salud pública de Buenos Aires.

En el año 1900 regresa a Pontevedra, donde invertiría gran parte de su fortuna en una subasta pública en la que adquiere por 600 € (una fortuna de la época) la finca de Monte Porreiro, a la que rebautiza como “Villa Buenos Aires”, una gran extensión de 80 hectáreas con un gran bosque por el que transcurrían las cristalinas aguas del Lérez.

Estas fértiles tierras se transformaron en una explotación agropecuaria con frutales, viñedos y ganado y Casimiro decide instalar allí su residencia de verano en una casa de estilo suizo, más tarde reconvertida en mansión, que contaba con maravillosas avenidas decoradas con exótica vegetación, fuentes o merenderos, que hicieron de Villa Buenos Aires uno de los lugares más bonitos de toda Galicia.

Pero en sus tierras había un tesoro escondido: dos fuentes de agua que Casimiro vio como una fantástica oportunidad de negocio: el manantial de “Monte Porreiro” y el de “Aceñas”, cuyas aguas fueron declaradas de utilidad pública el 15 de noviembre de 1904, tras la construcción de un balneario que aprovechaba sus propiedades medicinales, el Balneario del Lérez.

En poco tiempo, este lugar, que constaba de un hotel, un pequeño quiosco y un pabellón que servía de fábrica de embotellado, pasó a ser un gran centro cultural y de referencia termal, visitado por algunas de las personas más importantes de la época como el Marqués de Riestra, la infanta Isabel de Borbón o el Sultán de Marruecos.

Las aguas del Balneario del Lérez comenzaron a ganar premios en concursos y certámenes y tenían capacidades terapéuticas y curativas para el aparato digestivo e intestinal, el reuma, la artritis, la diabetes y la anemia, llamando la atención de países como China, Japón, India, Egipto, Canadá, Estados Unidos o Australia, por lo que Casimiro comenzó a embotellarla y distribuirla por todo el planeta, convirtiéndose en proveedor oficial de la Casa Real española.

Pero sería en Inglaterra donde estas aguas alcanzarían una fama extraordinaria gracias al matrimonio de una hija de Casimiro con un vigués que era el consignatario de las navieras británicas en España, lo que le abrió el mercado de Reino Unido de par en par, fundando “The Lérez Mineral Water Company” en Londres, para suministrar su agua en las islas británicas. 

Su popularidad llegó a ser tan grande que sus socios en Inglaterra solicitaron un aumento en los envíos de agua, ya que el millón y medio de botellas que se mandaba anualmente no era suficiente para cubrir la demanda. Entre sus clientes se encontraba la White Star Line, naviera que incluía el agua del Lérez en la carta del menú de primera clase del RMS Titanic. Además, el médico de la Casa Real británica visitó el balneario para dar su visto bueno a convertirse en sus suministradores oficiales, algo que finalmente nunca ocurrió.

Mientras, Casimiro continuaba ampliando y mejorando sus instalaciones con parques, grutas, estatuas, miradores, canchas de tenis… además de promover paseos en bote construyendo muelles en ambas orillas del río.

Pero en 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial lo para todo. A pesar de que España no participa en la contienda, el tráfico de pasajeros se colapsa, provocando que el balneario se quede sin gente a la que atender. Además, el empuje de las playas fue creciendo en detrimento de las aguas termales, por lo que Casimiro vuelve a Argentina, desde donde reorganiza su negocio para abastecer a los países involucrado en el conflicto bélico.

Finalizada la contienda, regresó a Villa Buenos Aires, pero el balneario nunca volvió a ser el que había sido. Casimiro continuó probando negocios como la acuicultura o una granja avícola experimental, mientras su compromiso con el desarrollo cultural y educativo gallego quedaba plasmado en innumerables obras financiadas de su bolsillo en la ciudad de Pontevedra: dona terrenos para construir el antiguo cuartel de la Guardia Civil y la Escuela de Maestría, financia la construcción de la avenida de Buenos Aires y de varios lavaderos públicos, cede el edificio Castro Monteagudo (su casa de la ciudad) para el Museo, financia el Hospicio, el Hospital Provincial y el Asilo, además de invertir ingentes cantidades de dinero en promover la educación y en construir escuelas para niños sin recursos.

Casimiro fallecía con 86 años en la ciudad de Vigo, sin olvidar nunca sus raíces y dejando una huella imborrable en la historia de la emigración, de Pontevedra y de Galicia.

De su maravilloso sueño, el Balneario del Lérez, tan solo queda en pie el quiosco que albergaba uno de los manantiales, con las paredes pintadas y llenas de grafitis, el suelo parcialmente inundado y lleno de basura. Las zonas de descanso que rodean la edificación también se encuentran en estado de semiabandono. El resto de edificios que alguna vez contemplaron a lo más granado de la sociedad fueron destruidos durante la guerra civil española y ya no queda nada.

Iván Fernández Amil. Historias de la Historia.

Referencias:

• es.wikipedia.org
• elespanol.com
• lavozdegalicia.es
• xoanarcodavella.com
• culturagalega.org
• elidealgallego.com
• emigracion.xunta.gal
• farodevigo.es
• galiciamaxica.eu
• pontevedraviva.com