José Manuel, víctima de accidente de tráfico

José Manuel, víctima de accidente de tráfico

Galicia

El día en que todo se tornó para "el Capi": "En décimas de segundo, una imprudencia te cambia la vida"

Su testimonio busca recordar que detrás de cada imprudencia hay historias que se quiebran, proyectos que se detienen y vidas que nunca volverán a ser las mismas

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"En décimas de segundo, una imprudencia te cambia la vida". Con estas palabras describe José Manuel el momento en el que a sus 48 años un accidente le cambió la vida. El 7 de noviembre de 2021, a las 18:30 de la tarde, la vida de "Capi", como le conocen todos en O Vicedo (Lugo), se había propuesto lo más cotidiano: salir a dar una vuelta en moto, tomar un café y volver para casa. Al día siguiente embarcaba como patrón de pesca de altura rumbo al Gran Sol, la profesión que había forjado desde niño, criado literalmente al lado del mar.

Era un domingo soleado. La ruta era corta, apenas un par de horas, y le faltaban unos cinco kilómetros para llegar a casa. "Iba detrás de un conocido, a unos 50 metros", cuenta. El primer motorista pasó sin problema por delante de un coche detenido en un stop. Cuando llegó su turno, el conductor se incorporó sin verlo. El impacto fue inevitable.

45 días hospitalizado

Lo que vino después fue una sucesión de fracturas casi imposibles de enumerar: el pubis roto en cuatro partes, con una dilatación de ocho centímetros, ambas ramas sacroilíacas separadas de la columna —una de ellas tres centímetros—, la vértebra L5 fracturada, el disco destruido, la vejiga desprendida y alojada entre fragmentos óseos, y lesiones en la rodilla.

Pero a él lo único que le importó en el momento del impacto era si todavía conservaba sensibilidad en las extremidades: "Vi que podía mover los pies, después las manos... en ese momento me quedé tranquilo y ya cerré los ojos. Es lo poco que recuerda del momento de la colisión, más allá del momento en el que se vio ir directo hacia el coche.

Los servicios médicos que acudieron al lugar ni siquiera estaban seguros de que llegaría con vida al hospital de Burela, apenas a 30 kilómetros. "Ya en la carretera me tuvieron que poner ocho inyecciones de morfina", recuerda.

Capi pasó 45 días hospitalizado, primero en Burela y luego en Lugo. Su familia durmió semanas en sillas de hospital, sosteniendo una sonrisa mientras por dentro se derrumbaban. "Para ellos también fue un sacrificio", admite. Y para él, un descubrimiento: incluso en los peores momentos, era capaz de mantenerse consciente, de bromear con el personal sanitario y de aferrarse a la idea de que podía salvarse.

Capi en el hospital

"Capi" en el hospital

En Nochebuena volvió a casa. Primero apoyado en un andador y luego en muletas, comenzó un proceso de recuperación. Siempre supervisado por su Fisioterapeuta y la doctora de rehabilitación del Hospital de Burela: caminaba por el pueblo, hacía algo de bicicleta estática... todo ello con una disciplina férrea. “Los médicos se quedaban asombrados”, cuenta. Era la etapa ascendente de su proceso.

Pero esa curva no dura para siempre. Complicaciones posteriores en la pelvis y la columna obligaron a someterse a una nueva operación, esta vez en el Hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. Y con cada intervención, su “biomecánica” —como le explican los especialistas— cambiaba por completo. Tres veces en cuatro años.

"Es muy duro en el sentido de ver todo lo que antes eras capaz y en décimas de segundo desaparece", confiesa.

Cuando el dolor no es solo físico

Pese a su empeño, los médicos acabaron confirmándole lo que él se resistía a aceptar: no podría volver a su trabajo en el mar. La carta de incapacidad definitiva fue otro golpe. "Se te cae el alma a los pies", dice. A sus 52 años, con dos hijas, su segunda esposa y su hijo, con una vida entera ligada a la pesca de altura, sintió que su mundo volvía a ponerse del revés.

"El dolor físico se sobrelleva. Tienes calmantes, rehabilitación, descanso, pero el peso psicológico es más difícil de domesticar. Hay días que dices: ¿para qué sirvo yo ahora?", confiesa con una honestidad desarmante. También habla de pensamientos oscuros, inevitables cuando el sufrimiento se prolonga tanto: "Es duro, pero alguna vez he llegado a pensar que debería haberme quedado en esa curva".

En esos momentos, agradeces no estar solo. La familia está para sobrellevar esos momentos: "Si ellos pelean, tú peleas".

Luchar cada mañana

Hoy, Capi vive día a día. Literalmente. No puede hacer planes para mañana porque no sabe cómo se levantará: un día puede caminar unos kilómetros, y al siguiente el dolor lo obliga a quedarse en el sofá. Aun así, continúa con fisioterapia tres veces por semana, ejercicios en casa, bici estática, elíptica. Mantenerse activo es su manera de no ceder terreno.

José Manuel

José Manuel Cedida

Desde que le pasó el accidente, empezó a odiar la palabra "nunca". Desde que le dijeron que "nunca podría volver a hacer lo que me apasionaba". Ha tenido que cambiar sus objetivos. El mountain bike extremo quedó atrás, pero sueña con volver a recorrer los caminos de Galicia a un ritmo tranquilo. Y sueña también con algo aún más íntimo: tener una pequeña embarcación para salir a pescar. "No sé si podré o no, pero es una ilusión que ayuda a seguir adelante", dice.

La importancia de no estar solo

En medio de su proceso, buscó ayuda y encontró la asociación Stop Accidentes. Acudió a su sede en A Coruña y desde entonces participa en talleres quincenales donde víctimas directas e indirectas —personas con secuelas, familiares de fallecidos— comparten experiencias, miedos y avances: "Ese abrazo, aunque sea virtual, te llena muchísimo".

Stop Accidentes se convirtió en un apoyo real y constante ante una soledad que, denuncia, las instituciones no siempre cubren. "Si no lo pides, no lo tienes. Y si lo pides, lo tienes de aquella manera", resume.

Una historia para recordar lo frágil que es todo

Capi habla sin dramatismos pero con una claridad contundente. Sabe que pudo morir, que pudo quedar en una silla de ruedas, que su historia podría haber sido otra. También sabe que él mismo cometió imprudencias en carretera antes del accidente. Ahora, cuando relata lo que vivió, lo hace para recordar que un despiste de segundos puede cambiar vidas enteras.

"Lo que piensas que nunca te va a pasar… hasta que te pasa", dice. Él quiere contar su historia para que la gente se mentalice de los peligros que implica salir a la carretera, y que las normas están para cumplirlas.

Capi continúa caminando. A su manera. A su ritmo. Cada día un poco más. Cada día distinto. Pero siempre hacia adelante.