Nos toca votar antes de tiempo por otro matrimonio roto. Desde el principio parecía que no congeniaban, todo el mundo lo sabía, pero se necesitaban mutuamente. En público apenas eran capaces de mantener las formas y el decoro, y eso producía mucho malestar en ambas familias. No mucho después sucedió lo inevitable: el divorcio. Él abandonó la casa, pero en un último acto, hizo de celestina y le buscó a su exmarido una sustituta. La nueva señora de la casa entro con lo que parecían buenas maneras y se les veía acaramelados; pero con premura y sin perder su sonrisa, sacó la guadaña, deshaciéndose de todes les que habían convivido con su predecesor.

Ahora, nos piden que tras unos pocos y tumultuosos meses de convivencia confiemos en su amor eterno el día 23 de julio. Él, apuesto y ya curtido, con idiomas y arrepentido de los errores del pasado. Ella, con talante y negociadora, pero que hasta los suyos miran con recelo.

En la otra cara de la moneda tenemos la otra posibilidad. El primero, un hombre tranquilo y con aspecto de notario que no aspira a unos esponsales porque prefiere vivir solo. Y su pretendiente, al que mira con fatiga al pensar en una convivencia sin género, veraneado en el mar Menor y todo el día viendo las reposiciones del NO-DO y Mundotoro.

El caso, queridos lectores, es que como en toda boda que se precie, este mes se nos da la posibilidad de hablar ahora o callar, por lo menos durante los próximos cuatro años.      

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Detrás de esta viñeta están Benjamín y Mercedes. Son padre e hija. Benjamín dirige el estudio Arquitectos San Lorenzo 8. Mercedes es ilustradora y diseñadora gráfica. El texto queda a cargo de Paula, la hija mayor, que se dedica a la seguridad alimentaria. La idea de cada semana: un asunto de familia.