Vladímir Putin y Donald Trump.

Vladímir Putin y Donald Trump. Europa Press

Tribunas

Sainete diplomático y medidas rusas contra Europa

La jugada rusa está cada vez más clara, pero la bola de nieve ha cogido velocidad en la opinión pública europea y va ladera abajo.

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Rusia no está negociando. Rusia está tratando de derrotar política y diplomáticamente a Ucrania y a sus aliados europeos en la moqueta física y digital lejos del barro del frente.

Y, dada la incapacidad estratégica europea, quizás tenga éxito.

Y eso sin que Rusia consiga imponerse en el campo de batalla. Tras casi cuatro años de guerra y pese al castigo infligido a la población civil, no ha conseguido quebrar ni la capacidad de resistencia ni la voluntad de luchar de Ucrania. Y esa es la variable clave que conduce a la victoria o la derrota en la guerra.

Por no mencionar que, visto en perspectiva, su avance territorial desde la primavera de 2022 es raquítico y, aunque sea una variable sin costes políticos para Putin, a un precio humano brutal. Las bajas rusas, entre muertos y heridos graves, se mueven ya en una magnitud que ronda, y quizás supera, el millón.

Pero el Kremlin, a través de su engrasada maquinaria de agitación e influencia en Occidente y que incluye docenas de youtubers, influencers y trolls de diverso pelaje ha conseguido fijar en la conversación pública que la victoria de Rusia en Ucrania es inevitable.

Ni lo es, ni está cerca de producirse.

Pero, al contrario de lo que suele afirmarse, dato no mata relato, así que esa narrativa sigue intoxicando la conversación pública euroatlántica.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, da la bienvenida al secretario del Ejército de Estados Unidos, Daniel Driscoll, antes de su reunión del pasado 20 de noviembre.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, da la bienvenida al secretario del Ejército de Estados Unidos, Daniel Driscoll, antes de su reunión del pasado 20 de noviembre. Reuters

La última operación de influencia y manipulación del Kremlin es el supuesto plan de paz de los 28 puntos. De momento, la operación está resultando exitosa. No porque vaya a propiciar un acuerdo de paz duradero y sostenible, sino porque está, otra vez y quizás irremediablemente, tensando las costuras del vínculo transatlántico y también dentro del establishment norteamericano y europeo.

Si no hubiera miles de vidas en juego, el sainete en torno a este plan de paz resultaría cómico. Pero no lo es. Y es aún peor si consideramos que el futuro de la paz y la estabilidad en el continente se deciden en una partida en la que Europa no es sujeto, sino objeto.

A estas alturas ya se conocen bastantes detalles sobre cómo se ha gestado esta operación. No obstante, ese conocimiento no basta para neutralizarla porque la jugada rusa explota hábilmente las fisuras políticas en Washington y en las capitales europeas.

Asistimos así a varias partidas diplomáticas y políticas simultáneas.

La operación la inicia Kirill Dmitriev, quien, tras fracasar el intento de organizar una segunda cumbre Putin- Trump, esta vez en Budapest, se reúne en Miami con su interlocutor en la Casa Blanca, Steve Witkoff. Dmitriev es la contraparte que Moscú se ha sacado de la chistera para la interlocución con el entorno de negocios que orbita alrededor de Trump y su familia.

Y de momento le está dando resultados.

Así, todo apunta a que Dmitriev filtra al digital Axios un documento que este medio presenta como el “plan de 28 puntos de Trump”. Esa filtración y ese “enmarcado” (framing) permiten a los rusos moldear la narrativa y provocar las primeras reacciones ucraniana y europeas, en un ejemplo de manual de “control reflexivo”.

Es decir, lograr que un actor actué en contra de sus propios intereses, manipulado por su adversario.

Así, la difusión de un supuesto “plan de Trump”, claramente favorable a Rusia, motiva el dramático vídeo de Zelenski en el que señala que la disyuntiva es “entre la dignidad o la pérdida de un aliado esencial”. Nótese que no habla de derrota porque Rusia, insisto, no se está imponiendo en el campo de batalla.

"El panorama no es ni cómodo ni propicio, pero es el que hay y es algo mejor que hace unos meses. Lo que invita a que Europa siga trabajando sin ponérselo tan fácil a Moscú"

Esa declaración, a su vez, genera pánico en las capitales europeas y algunas reacciones de voces prominentes que apuestan por la ruptura con un Washington calificado ya de “adversario”.

Suenan brindis y violones en Moscú (¡y Pekín!).

Trump puede gustar más o menos, pero quien amenaza con desatar una guerra a gran escala contra Europa es Putin. Y Europa depende existencialmente de Estados Unidos en términos estratégicos.

Ese es el contexto que hay que navegar con visión y cintura mientras Europa se dota de los medios y la capacidad para restaurar la disuasión en el continente. No es un panorama ni cómodo ni propicio, pero es el que hay y es algo mejor que hace unos meses. Lo que invita a que Europa siga trabajando sin ponérselo tan fácil a Moscú.

Entre los cambios relevantes de los últimos meses, cabe señalar, por ejemplo, las voces cada vez más audibles de senadores y figuras republicanas de sensibilidad realista y atlantista, o las encuestas que apuntan a que las bases MAGA apoyan una posición firme y sin concesiones a Rusia.

Empieza así a cristalizar una división entre trumpistas realistas y otros cada vez menos trumpistas y alineados no sólo con Rusia, sino con otros adversarios de Estados Unidos como Irán o China. Parte de la antes llamada “derechita punki” ha devenido en “derechita Chomsky”.

Y esas son algunas de las vetas y oportunidades para que Europa reformule el vínculo transatlántico sin sucumbir ni al chantaje comercial de la Casa Blanca ni a la coerción militar y nuclear del Kremlin.

Además, y pese a todas sus peculiaridades, Trump se ha abierto a las sanciones secundarias, que son las que pueden forzar a Rusia a negociar en serio en pocos meses. Joe Biden, aunque fuera más educado y nombrara embajadores cuquis en Europa, nunca se atrevió a desafiar de verdad a Putin.

Insisto: el contexto no es cómodo ni propicio, pero se trata de salvar el proyecto europeo y de preservar la paz en el continente. Eso exige emplear toda nuestra inteligencia estratégica, no publicar tuits y tribunas estupendas.

La indignación de algunos de esos senadores republicanos ante lo que aparece como una concesión inaceptable (y contraproducente para los intereses de Estados Unidos) fuerza una reunión de urgencia con el secretario de Estado y asesor de seguridad nacional, Marco Rubio. Sin duda, la figura más favorable a Ucrania y propicia para los intereses europeos en el gabinete de Trump.

En la dinámica de este segundo mandato de Trump, el doble sombrero no le otorga a Rubio una posición tan prominente en la maquinaria del Gobierno como cabría esperar, pero, al menos, evita que una figura alineada con J.D. Vance o con una agenda propia ocupe la cartera de seguridad nacional.

Así que el doble sombrero facilita su labor diplomática.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el secretario de Estado, Marco Rubio.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el secretario de Estado, Marco Rubio. Reuters

Según se filtra horas después, en esa reunión Rubio niega que lo publicado por Axios sea el plan de Estados Unidos. Cuando se produce la reunión ya circulan dos informaciones que apuntan a la manipulación rusa, aunque no dejan en buen lugar al Gobierno de Estados Unidos.

Por un lado, se constata que el plan en inglés es una traducción defectuosa de un original en ruso, probablemente, realizada con algún traductor automático. Por otro lado, y dando muestra de su destreza para estos asuntos, el propio Witkoff confirma por error en su cuenta de X que Dmitriev filtró el documento a Axios.

La jugada rusa está cada vez más clara, pero la bola de nieve ha cogido velocidad y va ladera abajo.

Probablemente, a Rubio también le tienta publicar tuits y tribunas, pero debe evitar el enfrentamiento público con Witkoff, más aún desde que este embarca al yerno de Trump, Jared Kushner, en un movimiento que, según publica el Washington Post, le han presentado al presidente como una suerte de acuerdo de Gaza para Ucrania que estará listo para el día de Acción de Gracias.

Es decir, este jueves 27 de noviembre.

Rubio opta por el control de daños, y quizás la neutralización de la operación rusa, desplazándose el pasado domingo a Ginebra para participar en unas conversaciones con una delegación ucraniana. De ahí sale un documento con 19 puntos no publicados, pero que, según se apunta oficiosamente, no incluye concesiones territoriales.

Si es así, el plan puede darse por muerto.

La cesión del Donbás bajo control ucraniano no es una cuestión de “dignidad”, sino estrictamente militar: hablamos de un territorio densamente fortificado que conforma el perímetro avanzado de defensa de Kyiv y donde los rusos llevan meses y meses empantanados y sufriendo docenas de miles de bajas.

Cederlo sin garantías de seguridad sería un suicidio estratégico.

La cancelación de la cumbre en Budapest se produjo tras una llamada de Rubio con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, en la que, sin duda, constató la falta de verdadera voluntad negociadora de Rusia. Además, es probable que no haya mucha sintonía entre ambos, aunque irónicamente comparten el dolor de muelas que suponen estos enviados presidenciales sin experiencia ni peso diplomático.

"El documento era favorable para Rusia, pero probablemente inaceptable para Putin, aunque lo haya respaldado públicamente"

Hasta la entrevista que dio este martes a un canal de televisión, Lavrov había estado desaparecido de la escena pública desde aquella llamada alimentando especulaciones sobre su caída en desgracia. No lo creo, pero ya veremos.

Eso sí, será interesante ver si decide sacar provecho de los evidentes errores (como por ejemplo reconocer explícitamente que Rusia toma niños ucranianos como “rehenes”) que contenía la nota de Axios filtrada por Dmitriev.

El documento era favorable para Rusia, pero probablemente inaceptable para Putin, aunque lo haya respaldado públicamente. El objetivo, insisto, no es lograr la paz, sino quebrar el apoyo euroatlántico a Ucrania.

De ahí que la maquinaria de agitación y portavoces oficiosos del Kremlin contradigan esas declaraciones de Putin al insistir en que el plan resulta insuficiente y que el objetivo sigue siendo la destrucción de Ucrania y la aniquilación de los ucranianos.

El objetivo de Putin estos días es convencer a Trump de que son los ucranianos los que no quieren poner fin a una guerra que irrita al presidente estadounidense desde el inicio de su segundo mandato y que, además, distrae a un Washington centrado ahora en la operación contra Maduro y el cartel de los Soles en Venezuela.

Operación en la que, por cierto, Rubio se juega buena parte de sus opciones para liderar a los republicanos en 2028. Algo que los europeos tampoco deberían de perder de vista con tanta facilidad y falta de visión estratégica.

La partida sigue en estos momentos en Abu Dabi, donde Daniel Driscoll, secretario del Ejército y próximo a J.D. Vance, y Jared Kushner se reúnen con una delegación rusa para presentarles un plan de 19 puntos de probable difícil digestión para Moscú.

Además, Driscoll y probablemente Kushner se reunirán también con el jefe de la inteligencia militar ucraniana, Kyrylo Budánov, auténtica bestia negra de los rusos y auténtica superstar entre los ucranianos y sus aliados.

¡Ah, sí! Me olvidaba. Los europeos también han elaborado su propia contrapropuesta. Muy bien si eso ayuda a Ucrania a perfilar y defender la suya, pero mientras las declaraciones y gestos no vayan acompañados de acciones decididas y músculo militar, el futuro de Europa estará en manos de otros.

*** Nicolás de Pedro es experto en geopolítica y jefe de Investigación y Senior Fellow del Institute for Statecraft.