Sarah Santaolalla y Javier Ruiz.

Sarah Santaolalla y Javier Ruiz.

Tribunas

¿Por qué la derecha no sabe jugar al juego mediático de la izquierda?

Si utilizan a odiadoras profesionales, conviértelas en odiadoras útiles para ti. Quizás a los que tienes que convencer los acabes convenciendo aprovechando su odio para construir tu victoria.

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La política consiste hoy en odiar mucho y, sobre todo, en ser aún más odiado por los del bando contrario. Hasta los tertulianos (todólogos de la televisión actual) juegan exactamente a lo mismo.

Las nuevas Nuria Bermúdez y Belén Esteban del Sálvame político diario reflejan este hecho como nada y como nadie.

La última ocurrencia de una de estas odiadoras profesionales fue llamar a los votantes de derechas "idiotas".

Lenin y el KGB llamaban "idiotas útiles" a los occidentales simpatizantes del comunismo que servían, sin saberlo, a la URSS. Lo mismo piensan los islamistas de los que enarbolan ahora banderas palestinas.

Está claro que estos ataques están planificados desde un lado hacia el otro: todo sirve con tal de marcar la agenda girando la atención desde los casos de corrupción hacia la polarización y la movilización de la izquierda. Incluso usando a periodistas.

Hace más de 20 años el tándem Zapatero/Barroso hizo lo mismo con Urdaci y Jiménez Losantos.

La tertuliana Sarah Santaolalla junto a Pedro Sánchez.

La tertuliana Sarah Santaolalla junto a Pedro Sánchez. X

La pregunta es: ¿por qué el PP no sabe hacer lo mismo que el PSOE con las Sarah Santaolalla y Marta Nebot, las Alfredos y Federicos de la izquierda mediática de hoy en día? Con todo el respeto profesional e intelectual para ambos, dicho sea de paso.

¿Por qué la derecha no sabe utilizar como la izquierda a esos odiadores útilmente para sus intereses?

La respuesta, como siempre, se halla en la famosa batalla cultural que Gramsci teorizó a la perfección hace ya un siglo. Y que Meloni, la actual primera ministra de ese mismo país, utiliza (como Ayuso en Madrid) a la perfección, sin ser Salvini, sin ser Vox.

Donde las dan, las toman. Y si no te gusta la fruta, prepárate para disfrutar.

Quizás sea porque me formé en una universidad pública catalana dominada por la izquierda. Con excelentes profesores, independentistas y provenientes del entorno de lo que fue la Crida y Terra Lliure.

Quizás porque me crié en un barrio de trabajadores y casi toda mi familia o es nacionalista, o de izquierdas, o ambas cosas a la vez.

Pero me parece evidente, tanto en lo personal como en lo profesional, que, si se juega un partido, todos han de jugar con las mismas normas. Y que si alguien las cambia a medio partido y el árbitro no pita porque está comprado, si quieres ganar el partido, no te queda otra que, al menos durante ese partido, jugar con dichas reglas.

Entonces, ¿por qué no usarlas, por qué no jugar el mismo partido?

Hay innumerables ejemplos en estos últimos años de lo mismo.

En el Parlamento, con la actuación de las presidentas del Congreso.

En la calle, con los insultos, boicots o escraches.

O en los propios medios de comunicación, con las encerronas en plena campaña electoral.

"No es un 'si ellos roban, nosotros también'. Ni un 'y tú más'. Es un 'estamos en una final y hay que ganarla'"

Hay argumentos teóricamente éticos que se esgrimen a menudo para no hacerlo. En una especie de debate similar al de los GAL o al de la corrupción. Pero no igual.

Porque no es sólo un "si ellos dejan de matarnos a nosotros, nosotros dejaremos de matarlos a ellos". No es tampoco un "si ellos roban, nosotros también". Ni un "y tú más".

Es un "estamos en una final y hay que ganarla". Y aunque ahora haya VAR, sigue habiendo manos de Dios.

La tecnología no es neutral y siempre hay una mano negra, en este caso humana, que aprieta el botón o hace sonar el silbato. Y pita, vamos que si pita. Y después de acabar el partido, no vale llorar.

A la política se llega llorado de casa.

Pero luego está el argumento real de por qué ocurre esto. Volviendo a Gramsci y a la universidad, recuerdo un libro que leí en la carrera y que me marcó: Televisión subliminal: socialización mediante comunicaciones inadvertidas. En especial, una idea central de la obra que refleja con claridad el asunto del que estamos hablando.

El autor, el profesor Joan Ferrés de la UPF, decía que "la influencia de la TV no se puede comprender aproximándose a ella desde los parámetros de la verbalidad, de la racionalidad y de la conciencia, parámetros en los que se mueven tanto la cultura oficial como los currículums y planes de enseñanza".

Y añadía, para acabar:

"Tanto en el ámbito de la información como en el de la publicidad o en el del entretenimiento, los efectos socializadores de la televisión sólo pueden comprenderse desde el conocimiento de la lógica de sus emociones de los mecanismos del inconsciente y de las comunicaciones inadvertidas".

Así que el problema está más en un desprecio tradicional en la derecha hacia todo lo que tiene que ver con las emociones como motor de las decisiones humanas, en especial de las políticas. Y una sobrevaloración (al estilo del despotismo ilustrado del siglo XVIII que después trajo los desastres del XIX) de la influencia de la razón en ellas.

"Aunque algunos se empeñen en decidir con claves del siglo XVIII o del XIX, vivimos desde hace ya 25 años en el siglo XXI, guste o no"

No han leído al premio Nobel de Economía en 2002, el profesor judío nacionalizado estadounidense Daniel Kahneman (les recomiendo Pensar rápido, pensar despacio). Si lo hubiesen hecho, o al menos tanto como a otro profesor judío, Popper, habrían llegado a una clara y misma conclusión: la razón sólo reelabora la emoción previa.

Dicho de otra forma, y aplicado al caso que nos ocupa, "si te dan limones, haz limonada".

Si utilizan a odiadoras profesionales, conviértelas en odiadoras útiles para ti. Quizás a los que tienes que convencer los acabas convenciendo por muchas cosas, pero la más rápida es aprovechar su odio para construir tu victoria.

Las odiadoras profesionales de la tele no son más que las feminazis o charos. Dicho en términos de la microsegmentación que el software Tesela contratado por Génova utiliza. Y lo hace con ayuda de la IA, para lograr el efecto desmovilizador del marketing negativo entre la izquierda que la derecha necesita para gobernar.

Pero la gran diferencia está en que, mientras los líderes de la izquierda captaban la atención hablando de los Urdacis y Losantos (o la captan hoy confrontando con los Vito Quiles y Bertrand Ndongo), los de la derecha (tampoco los de Vox, ojo) no hacen lo mismo con las Santaolallas o Nebots de la vida.

Salen gratis sus insultos, y sólo sirven a la izquierda.

Lo cultural entendido en términos de masas manda sobre lo intelectual desde el siglo XX. Precisamente, por la influencia de los medios de comunicación. Singularmente, la radio y la televisión. Y ya en el siglo XXI, por Internet y las redes sociales.

Guste o no guste (a mí hay cosas que me gustan y otras que no), esto es así y seguirá siendo así.

Aunque algunos se empeñen en decidir con claves del siglo XVIII o del XIX, hemos vivido en el XX y vivimos desde hace ya 25 años en el XXI. La gran decisión en 2027, como apuntaba el ministro Bolaños estos días en TVE, será "socialdemocracia o barbarie".

O puede ser "fanatismo o libertad". Quien imponga su marco mental ganará.

*** Ricardo Gómez Díez es Dircom experto en Reputación y profesor del Máster de Comunicación Corporativa e Institucional de la UC3M.