Pedro Sánchez en su comparecencia tras la cumbre de La Haya.

Pedro Sánchez en su comparecencia tras la cumbre de La Haya. Reuters

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Pedro Sánchez no es presidente

Todos los países de la Unión Europea, salvo España, hacen una clara distinción entre el jefe del Gobierno y los respectivos jefes de Estado, sean reyes o presidentes de la República.

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El pasado 18 de junio, un amplio elenco internacional de portavoces puso a caldo en el Parlamento Europeo, en Estrasburgo, el despotismo de Pedro Sánchez y la deriva chavista de la democracia española.

Una votación en el Parlamento Europeo.

Una votación en el Parlamento Europeo.

Todos ellos se refirieron al jefe del gobierno español como "primer ministro".

Esa denominación de primer ministro es propia de las monarquías parlamentarias e incluso de las repúblicas, como en Francia e Italia.

En Alemania, el jefe del Gobierno es el canciller.

Todos los países de la Unión Europea, salvo España, hacen una clara distinción entre el jefe del Gobierno y los respectivos jefes de Estado, sean reyes o presidentes de la República.

La anomalía española de llamar presidente al jefe del Gobierno procede de un error de los constituyentes en 1978, que jamás imaginaron que el jefe del Ejecutivo se convertiría en un poder inamovible con la capacidad y ambición de dominar los otros dos poderes del Estado: el Legislativo y el Judicial.

Los constituyentes creyeron que la experiencia caudillista de Franco nos vacunaba contra un Gobierno asfixiante con vocación de, y capacidad para, colonizar y dominar todas las instituciones cuya función es la de controlar al Poder Ejecutivo.

Los constituyentes se equivocaron al denominar presidente del Gobierno al jefe del Ejecutivo y, al cabo de unos pocos años, el cesarismo presidencial, desde los años ochenta del pasado siglo, pasó a ocupar todo el sistema político por medio de leyes orgánicas y ordinarias.

Al final ha resultado que el concepto de “unidad de poder” de Francisco Franco no ha desaparecido. Los presidentes de Gobierno españoles lo han resucitado y disfrutado con un disfraz democrático.

Desde el punto de vista de la “unidad de poder”, los presidentes del Gobierno español son la encarnación del franquismo, del caudillismo y del cesarismo presidencial. Para ello, han trasformado la monarquía parlamentaria en una suerte de monarquía presidencial.

En esta monarquía presidencial que padecemos el Parlamento no controla al Ejecutivo. Es el Ejecutivo el que controla el Parlamento.

Mi tesis es que la denominación del jefe del Gobierno como presidente del Gobierno ha facilitado la preponderancia del Ejecutivo. Si deseamos que el jefe del Gobierno comprenda que es sólo uno de los tres poderes del Estado, es muy conveniente denominarle primer ministro.

Si definimos un problema, conviene proponer una solución. Mi propuesta es reformar el artículo 98 de la Constitución y cambiar "presidente" por "primer ministro". Para ello no hace falta un referéndum. Con el voto favorable de tres quintas partes del Congreso y del Senado es suficiente (artículo 167 de la Constitución).

Si en el extranjero denominan al presidente Sánchez "primer ministro", en España desde ya podemos imitar esa denominación en el uso diario. El líder de la oposición, Sr. Núñez Feijóo, lleva varios días usando el concepto de "primer ministro" en lugar de "presidente" cuando se refiere a Pedro Sánchez.

Nuestro sistema político requiere muchas reformas en la dirección de recuperar la esencia de la monarquía parlamentaria. Abandonar de hecho y de derecho el nombre de presidente por el de "primer ministro" va en la buena dirección.

Hagamos saber al jefe del Gobierno, al primer ministro Pedro Sánchez, que es sólo uno de los tres poderes del Estado.

*** Guillermo Gortázar es historiador. Su último libro es 'El cesarismo presidencial. La irresistible atracción del poder absoluto'.