
El papa León XIV este lunes en su reunión con los periodistas en El Vaticano.
Por qué el papa León XIV está rompiendo todos los esquemas
León XIV está desconcertando a unos y otros porque la complejidad milenaria de la Iglesia escapa a los miopes parámetros de este mundo.
Probablemente, el Cónclave que acabamos de vivir haya sido el de mayor ruido ambiente de la historia.
La Sala de las Lágrimas, ese ínterin en el que el cardenal Prevost pasaría irrevocablemente a ser el papa León XIV (como el pan y el vino en la transustanciación pasan irrevocablemente a convertirse en Cuerpo y Sangre de Cristo), ese ínterin, digo, pudo haberse dilatado agónicamente más de una hora. No para desahogo de miedos, penas o deseos del hombre viejo, sino para redimir con cada lágrima la impiedad de unos y otros.
La Iglesia renueva su pontificado escapando a los constreñimientos de la inteligencia humana, desconcertando a unos y a otros.
Harto ya de lecturas geopolíticas, burdamente ideológicas y maniqueas (de las que todos hemos participado en cierto modo), desacralizadoras y miopes, podemos decir, siguiendo a Carl Schmitt que
"el Papa insiste en ser el soberano del Estado de la Iglesia, ¿pero qué significa esto en el inmenso griterío de la economía mundial y de los imperialismos? El poder político del catolicismo no se fundamenta en recursos ni de poder económico ni de poder militar. Independientemente de éstos, la Iglesia posee, en toda su pureza, el pathos de la autoridad".
Da lo mismo que hable en español. Da lo mismo que sea de origen estadounidense. Da lo mismo que fuera cercano al papa Francisco. Da lo mismo que Steve Banon lo acuse de ser "woke y marxista". Porque como sabemos por San Juan: "Mi Reino no es de este mundo" (aunque la Ciudad de Dios y la Ciudad Terrena se hallen eventualmente entreveradas).
Es un deber moral (de todo católico que se precie) poner coto a estas pretensiones de la potestad civil de domeñar a la Iglesia Católica. Nuevos Poncio Pilato que consultan demagógicamente a las masas enardecidas: "¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?".
Unos y otros, persuadidos por el Sanedrín periodístico, gritan: "¡A Barrabás!".
Confío plenamente en que el Espíritu Santo ha agitado los corazones de los electores en este importantísimo momento para el mundo (tan necesitado de respuestas sólidas a sus graves inquietudes) y para la Iglesia (tan necesitada de una cabeza).
El nombre escogido parece ser toda una declaración de intenciones: continuidad y fidelidad al Magisterium Ecclesiae. No adanismo, excentricidad u ostentación de austeridad. Demostrando, como su antecesor nominal León XIII, que la sensibilidad social y la Tradición no están reñidas. No hay aporía alguna entre ser misionero en la periferia y doctor en Derecho Canónico.
"Ni quienes piden un retorno a la alianza entre trono y altar ni los progresistas van a acercarse a la verdad del Evangelio por mucho que la Iglesia se amolde a sus prejuicios"
Esto y también aquello, complexio oppositorum. Sobriedad agustina, pero respeto estético por los signos sensibles de majestuosidad (gamuza y estola). Moderación doctrinal y solemnidad eucarística del latín.
La Iglesia católica seguirá impertérrita mientras unos y otros tratan de reprenderla, duros y cortos de mollera. Su complejidad milenaria escapa a las mientes de nuestros contemporáneos, ¡qué se le va a hacer!
En palabras de Vittorio Messori: "Carecen de sentido esos esquemas (conservador-progresista; derecha-izquierda) que proceden de una dimensión bien distinta, la de las ideologías políticas, y no son aplicables, por consiguiente, a la visión de lo religioso, que, al decir de Pascal, 'pertenece a otro orden que supera, en profundidad y altura, a todos los demás'".
Quizá tenga razón Antonio Caponetto en su misiva al afirmar que "O prevalece su biografía, o prevalece la teofanía". El espíritu de la esperanza debe darle aliento a un Cuerpo que ha recuperado al fin su Cabeza.
Por su parte, Josef Pieper, en su ensayo El fin del Tiempo, nos exhortaba a resignarnos ante el hecho de que hay verdades que no son comunicables:
"Hay experiencias que no son comunicables. Por ejemplo, no son comunicables en modo alguno al incrédulo las experiencias del creyente (...). La fe no es un mirador ni unos prismáticos que cualquiera pueda utilizar a modo de experimento. Sólo quien cree con plena seriedad existencial puede percibir la luz que la verdad creída proyecta sobre la realidad".
Es un error plegarse a los deseos de unos que piden un retorno güelfo a la alianza entre el trono y el altar. Como también es un error plegarse a las ensoñaciones progresistas de los otros, quienes exigen a la Iglesia un aggiornamento indefinido.
Unos y otros no van a acercarse a la verdad del Evangelio por mucho que la Iglesia se amolde a sus prejuicios. No se puede enjuiciar a la Iglesia con los parámetros de este mundo, porque su naturaleza es preternatural.
Ipsimissima verba: "Déjenlos crecer juntos hasta el momento de la siega".
*** Yesurún Moreno es filósofo y Profesor del Instituto de Investigación Beatriz Galindo-La Latina.