Kim Jong-un, el pasado septiembre.

Kim Jong-un, el pasado septiembre.

Tribunas

Si Kim Jong-un colabora con Putin, que afronte también una orden de arresto

Resulta casi imposible aplicar sanciones contra Rusia y Corea del Norte. La forma más realista de hacerles pagar por sus crímenes en Ucrania es llevándolos a la Corte Penal Internacional.

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La colaboración militar entre Corea del Norte y Rusia ha escalado a tal punto que predecir su culminación se ha vuelto cada vez más difícil. Los aproximadamente 13.000 soldados norcoreanos y desplegados parecen ser sólo un contingente inicial, con refuerzos adicionales que probablemente ocurrirán en breve.

Se ha informado de que Corea del Norte ha obtenido beneficios financieros sustanciales a través de la exportación de misiles, armas de destrucción masiva y equipos militares, mientras que casi 200 fábricas subterráneas de municiones habrían reanudado su operación a plena capacidad.

Cada vez hay más evidencias de que la principal motivación de Corea del Norte para su peligrosa alianza con Rusia está impulsada por el deseo de obtener divisas extranjeras.

El presidente norcoreano Kim Jong-un y su homólogo ruso, Vladimir Putin.

El presidente norcoreano Kim Jong-un y su homólogo ruso, Vladimir Putin. Reuters

La revelación más sorprendente es que los soldados norcoreanos están siendo incorporados a las unidades de combate rusas y puestos bajo el mando de oficiales rusos. Un pelotón norcoreano se integra en cada compañía rusa, lo que hace cada vez más probable que los soldados norcoreanos sean desplegados en las líneas del frente.

Esto aumenta el riesgo de que sean utilizados como carne de cañón. Con Rusia luchando por asegurar más mano de obra, y con informes de más de 50.000 desertores que indican la caída de la moral entre sus tropas, es probable que los soldados norcoreanos estén siendo asignados a áreas estratégicamente críticas. Áreas donde se puedan necesitar tácticas de avalancha humana para mantener el control sobre los territorios ocupados.

Las revelaciones sobre la alianza bélica entre Rusia y Corea del Norte subrayan dos verdades irrevocables: ambos países son coautores de la invasión ilegal del Estado soberano de Ucrania, y el despliegue de tropas norcoreanas en Rusia no puede deshacerse.

Se sospecha que su asociación infringe el Artículo 2, Párrafo 4 de la Carta de la ONU, debido al uso ilegal de la fuerza y la violación de las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Corea del Norte.

A pesar de estas flagrantes violaciones, no existen mecanismos judiciales o políticos efectivos para hacer que Rusia y Corea del Norte rindan cuentas. Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU encargado de condenar el uso ilegal de la fuerza, está liderando en cambio la agresión y ha arrastrado a Corea del Norte al conflicto.

Bajo el actual marco del derecho internacional, esto hace que sea casi imposible aplicar sanciones o penalizaciones contra estos dos países.

En estas circunstancias, la OTAN y sus aliados deben priorizar dos objetivos. Primero, detener cualquier despliegue adicional de tropas norcoreanas. Y segundo, excluir o limitar las fuerzas norcoreanas de las áreas de combate en las líneas del frente.

"Una orden de arresto de la CPI contra Kim tendría un impacto con el potencial de desestabilizar los cimientos del régimen"

Siendo realistas, esto requiere centrarse en la persecución judicial de los líderes criminales en lugar de imponer sanciones a los Estados.

Siguiendo el mismo proceso que resultó en la emisión de una orden de arresto por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Putin y sus más cercanos asociados, sería recomendable buscar una acusación contra Kim Jong-un como criminal internacional.

El liderazgo norcoreano es particularmente sensible a las acciones que puedan empañar la imagen del líder. Los recientes lanzamientos de globos llenos de basura hacia Corea del Sur, en represalia por los panfletos enviados por grupos de desertores en el Sur, destacan la preocupación del régimen por la difusión de información que pueda llegar a su población.

Una orden de arresto de la CPI contra Kim tendría un impacto mucho mayor que un panfleto, y potencialmente desestabilizar los cimientos del régimen.

La acusación de Kim ante la CPI debería ser liderada por Ucrania, con un énfasis particular en capturar pruebas de actos criminales inhumanos cometidos por las tropas norcoreanas en el campo de batalla.

Con el despliegue confirmado de fuerzas norcoreanas en posiciones de primera línea, la probabilidad de su implicación en crímenes de guerra, incluidos genocidio y crímenes contra la humanidad, es alarmantemente alta.

Si tales pruebas se corroboran, Kim podría ser legalmente responsabilizado por su decisión de enviar tropas a Rusia, junto con los altos oficiales militares.

Corea del Sur debe apoyar activamente los esfuerzos de Ucrania para llevar a Kim Jong-un a juicio en la CPI. Más allá del despliegue de tropas norcoreanas en Rusia, numerosos análisis de expertos han encontrado que los crímenes de Kim Jong-un contra su pueblo corresponden a 10 de los 11 delitos penales especificados por la CPI.

La evaluación más destacada se dio en marzo de 2022, cuando exjueces de la CPI se reunieron en Washington para un juicio simulado. Propusieron que la ONU remita los crímenes contra la humanidad de Corea del Norte a la CPI o a otro tribunal internacional especial, y sugirieron que los estados individuales ejerzan la "jurisdicción universal" para abordar estos crímenes.

Dado estos hallazgos, es crucial que la Fiscalía de la CPI invoque de inmediato sus poderes investigativos independientes para examinar los crímenes contra la humanidad en Corea del Norte, y las acusaciones de crímenes de guerra cometidos por las tropas norcoreanas desplegadas en Rusia.

"No existen mecanismos judiciales o políticos efectivos para hacer que Rusia y Corea del Norte rindan cuentas."

Llevar a Putin y a Kim Jong-un a juicio en la CPI es un paso crítico y urgente para salvaguardar la seguridad global y la continuidad del mundo civilizado.

El derecho internacional prioriza la soberanía de los Estados, lo cual puede entrar en conflicto con la protección de los derechos humanos fundamentales, valores centrales del mundo civilizado. Esta tensión inherente ha dejado en gran parte sin respuesta el sufrimiento de las personas bajo regímenes tiránicos.

En una realidad donde castigar a países como Rusia por su invasión ilegal de Ucrania es prácticamente imposible, la posibilidad de llevar a juicio a sus líderes representa una importante compensación. Para defender el orden de la ONU y el mundo civilizado, todos los actores deben unirse, hablar con una sola voz en la condena a los gobernantes criminales y reunir todos los recursos necesarios para garantizar que se les haga rendir cuentas por sus crímenes.

El antiguo sabio chino Lao-Tse dijo una vez: "La mejor victoria se logra sin luchar". Un líder nacional que prioriza los intereses nacionales y libra guerras puede lograr victorias de vez en cuando, pero estas se alcanzan a costa de innumerables vidas.

La carga más pesada de la injusticia suele recaer no sobre los soldados, sino sobre los civiles. Así, los belicistas imprudentes están destinados a convertirse en acusados habituales en la Corte Penal Internacional.

En la guerra en Ucrania, ninguno de los valores o justificaciones reclamados por Putin o Kim se alinean con los principios humanitarios. Estos líderes representan el peor tipo de liderazgo, completamente consumidos por la idea de ganar a través del conflicto.

Los capítulos más oscuros de la humanidad revelan que el mayor daño a menudo ha surgido de los errores personales de los gobernantes, más que de los intereses de naciones o grupos. Aunque ya tarde, la comunidad internacional debe ahora movilizar todos sus recursos para expulsar y eliminar a tales tiranos del mundo civilizado.

*** Min Yong Lee es profesor Visitante de la Escuela de Servicio Global de la Universidad de Mujeres Sookmyung.