Cristóbal Colón.

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LA TRIBUNA

La excepción hispana

El nacionalismo secesionista, con la ayuda de algunos historiadores extranjeros, ha resucitado la leyenda negra para vender el discurso de que España es un país atrasado, inquisitorial e intolerante.

21 junio, 2022 02:44

España y lo hispano han sido siempre objeto de debates encendidos y casi siempre interesados. Hoy, como en los años 60, parece que de nuevo todo gira en torno a saber si España es diferente a otras naciones o no.

El hispanista británico Henry Kamen.

El hispanista británico Henry Kamen.

Lo curioso es que gran parte de que los que ahora sacan pecho de la normalidad de nuestro país, como vía indirecta para negar que aquí haya habido ninguna leyenda negra, e incluso para decir que afirmar tal cosa sería algo nacionalista y xenófobo (Henry Kamen), sean de la misma nacionalidad que aquellos "curiosos impertinentes" que en pleno siglo XIX crearon una imagen "que condenaba a España a ser una reserva de nativos en la periferia de Europa, a caballo entre la indolencia y la militancia, que existía exclusivamente para el gozo lúdico de intrépidos viajeros de países supuestamente civilizados en busca de emociones fuertes. Ellos decidieron que España era, es y será diferente y los españoles cultos, mediatizados por tanto interés extranjero, dijeron 'de acuerdo, adelante'" (Tom Burns Marañón).

Luego, en los años 60, el franquismo supo, paradójicamente, aprovechar esa leyenda (¿tampoco existió?) creada por extranjeros sobre la excepcionalidad hispana para vender nuestro país como un destino exótico atractivo para el turismo.

El ser diferentes entonces (años 60) pasó a ser motivo de orgullo. Y, de hecho, Fernando Díaz-Plaja (historiador catalán que hablaba siete idiomas, incluido el propio catalán, y autor de El español y los siete pecados capitales) mencionaba que el clima social era de exaltación de nuestras virtudes mucho más que de nuestros defectos, sosteniéndose en bares y plazas que éramos los mejores, aunque con más verborrea fanfarrona que datos ciertos.

"Es el nacionalismo disgregador y supremacista el que recupera interesadamente la leyenda negra con el concurso entusiasta de algunos presuntos historiadores objetivos"

En realidad, España ni es ahora, ni era entonces, tan diferente de otros países europeos. El éxito del turismo en España ha sido en gran parte debido a que se puede disfrutar del sol y de la playa sintiéndose como en casa (a pesar de ser alemán, británico o francés), cosa que no ocurre en otros lugares que comparten sol y playa.

En todo caso, llegada la democracia el clima cambió a uno de exaltación de la normalidad. España era y debía ser una democracia como la del resto de los países europeos.

De hecho, no sólo conseguimos ese objetivo (a pesar de algún deterioro de los últimos años seguimos figurando entre las mejores democracias del mundo), sino que normalizamos gran parte de nuestras costumbres (adiós, siesta, adiós), salvo la de los horarios de comida y fiestas. Unos usos, sin embargo, que, contra lo que se opina, son bastante recientes y no obedecen a ninguna tradición secular, pues España ha sido la mayor parte de su historia un país fundamentalmente agrario donde la gente se levantaba con el canto del gallo.

[Henry Kamen: "Leyenda negra es una frase para los que no quieren estudiar la historia de España"]

Es el nacionalismo periférico y disgregador el que resucita la excepción hispana. España vuelve a ser diferente, pero esta vez por contener minorías culturales y, a diferencia del resto de Estados europeos, no haber llegado a ser nunca una nación, sino como mucho un batiburrillo de nación de naciones.

Da igual que el 80% de los miembros de la ONU sean Estados con minorías culturales. Hay que ser muy pequeño o estar muy aislado para presumir de ser monolítico. Pero, para el nacionalismo, esa diferencia hispana no se traduce en algo positivo, sino en que "tiene" que ser lo peor: un país atrasado, inquisitorial e intolerante. Pues, si no, ¿cómo convencer a su gente de que deben separarse?

Es decir, que es el nacionalismo disgregador y supremacista el que recupera interesadamente la leyenda negra con el concurso entusiasta de algunos presuntos historiadores objetivos que compran ese discurso.

Resulta curioso insistir en que la campaña de desprestigio que ha sufrido y sigue sufriendo España (la más constante y larga de la historia) resulta homologable a la que hayan podido sufrir otros países, citando como prueba algunos libros aislados. Y que si aquí el mayor enemigo de un español es otro español, lo mismo ocurre en otros países.

¿Cómo explicar entonces que Pew Global Attitudes Survey muestre año tras año que los españoles somos los que peor consideración tenemos de nuestro propio país?

"Otros países sí pueden escribir su propia historia y difundir leyendas rosas si les apetece a través de cientos de películas y cuentos, e incluso enseñarlas en la escuela sin complejos"

Más curioso aún es que pretendan convencernos los mismos hispanistas hispanófobos (también los hay hispanófilos) de que resulta normal que no haya sin embargo francistas ni anglicistas. España es el único país en que nada puede ser afirmado de su historia si no lo refrenda alguien desde fuera.

Vayan los historiadores españoles a París o a Londres y díganles que vienen a explicarles su historia porque no han entendido nada hasta la fecha, y que además quieren que les paguen por ello. Verán lo que tardan en enseñarles la puerta. Eso sí es nacionalismo rancio y xenófobo. Pero, al parecer, no puede ser señalado.

En realidad, esto no va de historia ni de querer encontrar la verdad, sino de hacer todo lo posible para que España no pueda recuperar lo mejor de su pasado, aprovechándose de nuestra inveterada ingenuidad en relación con cómo funciona el mundo, dando por buena la realidad aparente sin buscar qué intereses se encuentran detrás.

[Opinión: La nación política española y su historia]

De hecho, ninguna nación es un ente natural caído del cielo. Es algo a construir, cuidar y mantener, como cualquier matrimonio. Y, si no, siempre encontraremos mil y una razones para romperla/lo. Por eso la mayor parte de los gobiernos del mundo se gastan mucho dinero en crear y mantener un relato del pasado que genere cohesión y orgullo, aunque para ello recurran a mitos, exageraciones o medias verdades (los separatistas catalanes y vascos son conscientes y ejemplo notorio de ello)

Otros sí pueden escribir su propia historia y difundir leyendas rosas si les apetece a través de cientos de películas y cuentos (una obra maestra envidiable cómo han redecorado la vida de sujetos como Napoleón o Ricardo Corazón de León), e incluso enseñarlas en la escuela sin complejos.

Nosotros estamos condenados a ser la excepción de la regla y a dejar que nuestra historia la escriban otros. Y, mientras tanto, algunos encantados, viviendo de ello, y aprovechándose de nuestra tendencia autodestructiva y de nuestro temor recalcitrante a llevar la contraria al de fuera, no vaya a ser que nos tilden de nacionalistas o de xenófobos.

Si no hubiera leyenda negra, ¿para qué gastar tanto dinero y esfuerzo en negarla?

*** Alberto Gil Ibáñez es escritor y ensayista. Su último libro es La guerra cultural. Enemigos internos de España y Occidente.

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