La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saluda al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, este martes en las Cortes.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saluda al presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, este martes en las Cortes.

LA TRIBUNA

La vida sigue igual: Castilla y León ya no le importa a nadie

Los políticos han utilizado las Cortes de Castilla y León como teatrillo para escenificar sus disputas ideológicas. Pero, una vez investido presidente Alfonso Fernández Mañueco, todos se han apresurado a abandonar la región.

21 abril, 2022 02:13

Lo difícil desde enero en Castilla y León era ver a alguien que no fuese político. Había más probabilidades de que le cayese a uno un candidato encima que de tener que marcharse a trabajar a Madrid. Si llamaban a la puerta es más probable que fuese un servidor público que el cartero, o el de Amazon, o tu madre incluso.

El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante la toma de posesión de Mañueco.

El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, durante la toma de posesión de Mañueco. ICAL

Durante unos meses, ha habido más políticos que ovejas. Cada español que viviese en Castilla y León tocaba a dos políticos y un cuarto por cabeza. Lechazo, nada.

El martes se fueron todos, después de la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco, y nos quedamos con los justos. Es decir, con los de siempre: ochenta y un procuradores en las Cortes, consejeros de la Junta, viceconsejeros, directores generales, alcaldes, concejales y dos señores de esos que debe haber en toda Administración de los que nadie sabría decir lo que hacen y a los que nadie se atreve a preguntar a qué se dedican.

Vuelve a parecer esto una comunidad autónoma y no un mercado donde se subastaban políticos para todo menos para arar.

Castilla y León vuelve a estar como en diciembre, antes de que se convocasen elecciones, despoblada, con los agricultores mirando al cielo y el resto mirando al Gobierno. Ha habido elecciones, pero como si no las hubiese habido, porque todo sigue igual: gobierna el PP en coalición, antes con Ciudadanos y ahora con Vox.

Se convocaron elecciones únicamente para que Mañueco sacase dos procuradores más y para cambiar a un socio muerto como era Ciudadanos, que no daba guerra y estaba tranquilito, por Vox, que está eufórico como un adolescente en plena ebullición hormonal. Porque el populismo es como la adolescencia, consiste en atusarse mucho frente al espejo el flequillo o las soflamas y en estar más enamorado de uno mismo que de cualquier muchacha. Incluida España.

Y en Castilla y León se vuelve a comprobar cuál es el problema de los partidos tradicionales, de la España moderada frente a la España del populismo y las soluciones facilísimas. Que PP y PSOE prefieren socios populistas que acuerdos a largo plazo en los que no puedan mangonear después.

"Han pasado todos los políticos habidos y por haber esta campaña y hoy ya nadie se acuerda de esta tierra"

Prefieren legislaturas cortas, broncas, crispar al personal y tener millones que malgastar, que una legislatura larga con la vista puesta en la sociedad de dentro de una década. Prefieren los socios populistas porque supongo que les hacen sentirse más demócratas mientras son incapaces de alcanzar ni un solo pacto de Estado (ni siquiera para garantizar las pensiones, la Sanidad o la Educación). Auténticos próceres y no los de la Transición.

Por eso a Pedro Sánchez le da lo mismo que le fotografíen con EH Bildu que con Yolanda Díaz, vicepopulista segunda del Gobierno. Son opciones constitucionales, por si Carmen Calvo quiere ponerlo en duda, pero nada deseables para una sociedad que aspire a la concordia y al rigor.

A Mañueco le arroparon el martes Mariano Rajoy, Isabel Díaz Ayuso, Santiago Abascal y una ministra del PSOE apellidada Alegría (muy poco alegre), de esa nueva hornada del Gobierno a la que ninguno terminamos de ponerle cara y menos de aprendernos el nombre. Sólo faltó Alberto Núñez Feijóo y por eso fue del único que se habló en todos los corros y pasillos. Feijóo, que no quiere fotografiarse con Abascal, por muy constitucional que sea, porque preferiría que le volvieran a pillar con un narco antes que con Vox.

Castilla y León, ciento treinta días y unas urnas después, vuelve a estar exactamente igual. Con todo por hacer y una legislatura voluble e incierta.

Han pasado todos los políticos habidos y por haber esta campaña y hoy ya nadie se acuerda de esta tierra porque así es la actualidad. Ahora sólo importan las elecciones andaluzas.

La única sorpresa fue el comentario de Ayuso: lo bueno es que Castilla y León es una comunidad "socialismo free". Tuvo que venir la presidenta de la Comunidad de Madrid para decirnos que todo sigue igual. Vamos, como las últimas tres décadas.

*** Guillermo Garabito es periodista.

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