La ministra de Sanidad, Carolina Darias.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias.

LA TRIBUNA

La verdad sobre la Sanidad pública

En lugar de seguir fingiendo que nuestra Sanidad funciona estupendamente, los partidos deberían hablar abiertamente sobre el creciente agotamiento del sistema sanitario y llegar a acuerdos para remediarlo.

12 abril, 2022 04:08

Si los políticos tienen alguna virtud es que su voluntad es inasequible al desaliento. A partir de ahí, podrán ser más o menos trabajadores o más o menos rigurosos con los medios para conseguir sus objetivos. Pero el denominador común en todos ellos es que su trabajo siempre es fenomenal. Sin el mínimo atisbo de autocrítica.

De ahí el interés común de todos los partidos políticos (como si hubiera un pacto no escrito entre ellos) en mantener el statu quo establecido y que sus áreas de competencia no caigan en manos del sector privado. Algo que alcanza su máxima expresión en el sector de la Sanidad pública. Aunque este se esté cayendo a pedazos, los políticos siempre defenderán que todo está estupendo.

Ya en 1994 (es decir, casi recién estrenada la Ley General de Sanidad del año 1986) el conocido Informe Abril advirtió del agotamiento del sector sanitario por el envejecimiento, por la cronificación y por la innovación tecnológica que asomaba en el horizonte.

Han pasado casi treinta años desde entonces. La innovación farmacológica y tecnológica ha supuesto, afortunadamente, que la cronificación y el envejecimiento sean una realidad en nuestra sociedad. Para lidiar con ello, nuestro sistema de salud ha requerido un cada vez mayor consumo de recursos, tanto públicos como privados. Consumo que, primero, ha coincidido con una de las mayores crisis económicas de la historia. Y, para rematar, con la peor pandemia que hemos padecido durante el último siglo.

Y a pesar de todo lo anterior y de la situación, no ya de agotamiento, sino de extenuación de nuestro sistema sanitario, vemos cómo nuestros responsables políticos, tanto a nivel estatal como autonómico, de un partido o de otro, salen al escenario público con los mismos mensajes de hace treinta años: "Todo está perfecto".

Entiendo que mi desconocimiento de las artes de la política hace que me parezca extraño fingir que todo está bien cuando el sistema se está desmoronando. Parece que si señalas que algo no funciona, la prensa ávida por el escándalo (sobre todo la mala prensa) se apresurará a publicar un titular inconveniente. Y eso es algo que no se puede permitir un político. Podrías darle mil argumentos a tus rivales para que te rebatieran, si pueden, con datos objetivos. Pero tú no debes reconocer ningún error. En política sólo vale negar la mayor.

"Es más necesario que nunca un pacto político que haga que los partidos puedan explicar a los ciudadanos que las cosas en la Sanidad pública no van tan bien"

Pero los profesionales del sector de la Sanidad y la sociedad en general saben que las cosas no se arreglan desde la autocomplacencia y los golpes de pecho. Y por eso es hoy más necesario que nunca ese pacto político que haga que los partidos puedan salir a la palestra con mensajes alineados para explicar a los ciudadanos que las cosas no están tan bien y que es imprescindible hacer cambios. Porque hay signos de alarma evidentes que demuestran que el estado de nuestro sistema sanitario público no es tan bueno como lo pintan.

Juzguen ustedes mismos con estos tres ejemplos.

Un hecho que refleja con precisión lo que está pasando, tanto por lo que implica como por la interpretación política que se haga de él, es el de que haya tenido que llegar la pandemia producida por la Covid (y sus fondos europeos) para que se haga un concurso público que, por valor de 795 millones de euros, sustituirá gran parte del parque tecnológico de alta gama. ¿Por qué? Porque estaba obsoleto.

De la obsolescencia tecnológica de nuestro sistema sanitario público no tiene culpa alguna el Gobierno actual. Gobierno que, como si metiera los papeles que no interesan debajo de la alfombra, ha anunciado a bombo y platillo, como un éxito político, lo que no es más que un fracaso de todos los gobiernos anteriores, y que son los que han permitido que se haya llegado a esto.

Cuestión diferente es si la planificación del asunto se ha hecho bajo criterios ecuánimes o no, teniendo en cuenta que hay que tener instalado (y funcionando) todo lo adquirido antes del 31 de diciembre del año 2023 para no tener que devolver el dinero a Europa.

Este sería tema para otra tribuna, aunque lo que está claro es que no es el Gobierno actual el causante de esta situación. Pero también está claro que no se debería vender como un éxito lo que llega, exclusivamente, como resultado de la pandemia.

Otro detalle muy significativo de la situación por la que pasa nuestro sistema sanitario es el siguiente.

El mismo día que la Patronal Europea de la Industria Farmacéutica (EFPIA) publica su informe anual de acceso y disponibilidad a los productos farmacéuticos sacados al mercado durante los últimos cuatro años en los países de la UE (el Informe Wait), en el que España aparece en una posición muy mediocre, el Ministerio de Sanidad contraprograma con otro informe. Informe en el que, contando la innovación farmacéutica en oncología desde sus inicios, es decir, desde el año 1967 (ya hay que tener valor), se concluye que España tiene acceso a más del 90% de los fármacos oncológicos que han sido aprobados por la UE.

"Debido al agotamiento y a la desmotivación de la atención primaria, gran parte de los ciudadanos no puede acceder a servicios sanitarios básicos"

El informe sugiere que la culpa de que en nuestro país se tarde una media de 517 días en financiar un fármaco una vez aprobado por la EMA, o de que apenas se haya financiado un 50% de los fármacos aprobados por esta vía durante los últimos cuatro años, es de la lentitud de la industria farmacéutica. Ver para creer.

El tercer signo de alarma de las dificultades por las que para nuestro sistema sanitario público es el hecho de que se trate de justificar su "buena" salud por medio de una encuesta del CIS que muestra que un 62% de la población está satisfecha con nuestro sistema sanitario público.

Pero la realidad es que, debido al agotamiento y a la desmotivación de la atención primaria (fuente de acceso natural y obligada en nuestro país a los servicios sanitarios especializados), gran parte de los ciudadanos no puede acceder a servicios sanitarios básicos. Algo que está disparando la contratación de pólizas de seguros sanitarios a precios irrisorios sólo para poder hablar con un médico que oriente sobre la posible dolencia. Y luego, el ciudadano ya verá cómo puede hacerse las pruebas.

Es decir, se está recurriendo al sector privado como solución, dada la inaccesibilidad del sector público.

La Sanidad es como ese trozo de hierro candente que nadie quiere sujetar para no quemarse, y que todos se limitan a soplar hasta que llega el siguiente que debe manejarlo. El problema es que llega un momento en que ese trozo de hierro se enfría y sólo se puede romper.

O nuestros representantes políticos cambian de estrategia y llegan a un acuerdo que afronte los problemas de nuestro sistema de salud desde la autocrítica constructiva conjunta y la voluntad real de enmienda, o cada vez irá quedando menos de ese sistema de salud.

Y lo peor llegará para todos aquellos, la mayoría, que no puedan elegir.

*** Juan Abarca Cidón es presidente de HM Hospitales y de la Fundación IDIS.

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