Entrenamiento de civiles ucranianos frente a los rumores de una posible invasión rusa.

Entrenamiento de civiles ucranianos frente a los rumores de una posible invasión rusa.

LA TRIBUNA

¿A quién beneficia el conflicto en Ucrania?

La región ucraniana del Donbás no pretendía separarse de Kiev para pasar a formar parte de Rusia. Pero la única ayuda que reciben procede de los rusos, que han sabido aprovechar la ocasión para quebrar la unidad de Occidente.

4 febrero, 2022 03:18

Desde que llegué a Kiev el 14 de febrero de 2016 para unirme a la misión especial de la OSCE en la región del Donbás, en la frontera con Rusia, poco o nada ha cambiado la situación. En 2022, el conflicto continúa abierto como una herida sangrante que, lejos de cicatrizar, puede acabar agravándose.

Maniobras militares del Ejército ucraniano en la ciudad de Leópolis.

Maniobras militares del Ejército ucraniano en la ciudad de Leópolis. Reuters

El origen del conflicto se remonta a 2013, cuando comenzaron las protestas contra el Gobierno de Víktor Yanukóvich por parte de quienes estaban a favor de la firma del Acuerdo de Asociación y de Libre Comercio con la Unión Europea (UE) y de los ciudadanos contrarios a la gestión de una elite acusada de corrupción.

La brutal represión de estos grupos en enero de 2014 se saldó con numerosos muertos, la destitución de Yanukóvich y el establecimiento de un Gobierno interino a cargo de Oleksandr Turchínov, que muchos en Ucrania consideraban ilegítimo.

No tardaron en producirse nuevas protestas. Especialmente en Crimea, cuya población se considera mayoritariamente rusa y que acabó proclamando su independencia y posterior anexión a Rusia.

También fue autoproclamada la República Popular de Donetsk, a la que siguieron las ciudades de Járkov y Luhansk, y sendos referendos independentistas, en mayo de 2014, en los óblasts de Donetsk y Lugansk.

Curiosamente, fueron los municipios que más habían apoyado la independencia de Ucrania en el referéndum de 1991 (y también los que más se empobrecieron tras la separación de Rusia) los que acusaron a Kiev de abandono y de mala gestión económica. En esas zonas, el salario medio descendió un 80% mientras se privatizaba la industria, lo que dio alas a la corrupción oligarca y acabó por esquilmar la cuenca del Donbás.

"Ucrania no acepta la independencia de esa parte de su territorio, que linda con Rusia, y que ha dejado el Donbás en manos de un Gobierno pseudomilitar que continúa el pulso con el ejército ucraniano a pesar de los intentos de pacificación de los acuerdos de Minsk"

El Gobierno interino de Ucrania, lejos de quedarse con los brazos cruzados, inició un operativo armado y sitió ciudades de la cuenca del Donbás como Slaviansk, Kramatorsk y Mariúpol. Desde ese momento existe un conflicto abierto entre las milicias independentistas y el ejército ucraniano.

El conflicto sigue hoy sin resolverse. Ucrania no acepta la independencia de esa parte de su territorio, que linda con Rusia, y que ha dejado el Donbás en manos de un Gobierno pseudomilitar que continúa el pulso con el ejército ucraniano a pesar de los intentos de pacificación de los acuerdos de Minsk, firmados en 2015 por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania.

El Donbás, donde se habla ruso y se maneja el rublo y no la grivna (la moneda ucraniana), quiere la independencia de Ucrania, a la que considera culpable de todos sus males. Pero el Donbás no pretendía separarse de Kiev para pasar a formar parte de Rusia. Sin embargo, la única ayuda que reciben procede de los rusos, que han sabido aprovechar la ocasión.

Y es que Ucrania, al considerar cortado el cordón umbilical por la tijera independentista, ha paralizado también toda ayuda o relación desde Kiev. Algo que afecta tanto a las pensiones y los salarios como al reconocimiento de títulos universitarios o profesionales.

Por ello es fácil de entender que la población, que es la que sufre la incompetencia de sus gobernantes, se acabe acercando a quien le da de comer, a pesar de no querer ser de nadie. La dignidad se moldea fácilmente con hambre y de eso Ucrania entiende mucho. Primero, con el Holodomor de Iósif Stalin. Y, ahora, con el bloqueo consecuencia de los movimientos independentistas.

Y esto es de lo que se ha aprovechado Rusia para ganarse a una población que no recibe ayudas de nadie más. La estrategia rusa no tiene como objetivo anexionarse una parte de Ucrania que, aunque rica en minas de carbón, no tiene mayor interés. Pero sí sirve para romper el equilibrio con el bloque occidental. Rusia no quiere volver con una novia a la que ya dejó marchar en su momento. Pero tampoco quiere que Ucrania sea de nadie más. Y mucho menos verla cortejada por la Unión Europea o la OTAN.

"Rusia ha respondido como siempre a las acusaciones, afirmando que se trata simplemente de maniobras. Y es cierto que si Rusia quisiera iniciar una acción militar lo habría hecho ya"

En la situación actual, y a pesar del ruido de sables (al que se le están poniendo altavoces), las nueces no han cambiado de forma significativa. Salvo por las alertas de los Servicios de Inteligencia ucranianos, que desde diciembre avisan de los movimientos en la frontera de más de 90.000 soldados rusos.

Otros informes, como el de la Inteligencia estadounidense, filtrado por el Washington Post, alertan también de movimientos militares rusos en varios puntos de la frontera. Incluso denuncian que se están reclutando mercenarios rusos para instruir a los combatientes de las zonas del Donbás.

Como si eso fuera nuevo. Yo los he visto cuando redactaba informes sobre violaciones de los acuerdos de Minsk y otras vulneraciones de los derechos humanos. Informes que llegaban a diario a la sede de la OSCE en Viena y de los que poco eco se hacía la prensa hace unos años.

Rusia ha respondido como siempre a las acusaciones, afirmando que se trata simplemente de maniobras. Y es cierto que si Rusia quisiera iniciar una acción militar lo habría hecho ya. Sin amagos y sin preliminares.

Entonces, ¿por qué ahora, frente a una situación que no es nueva y que lleva años enquistada, se plantea la amenaza de una intervención?

Al igual que otros expertos (como Mira Milosevich, del Real Instituto Elcano), considero que el despliegue ruso tiene más de acción disuasoria, de muestra de poderío y de aviso a navegantes que de preludio de acto de guerra o de invasión, sin querer con ello restar gravedad a las maniobras rusas ni mucho menos justificar sus acciones.

La situación se adereza con una sobreactuación por parte del resto de potencias y cuyos motivos merecerían un análisis más profundo

Ante todo esto, cabe preguntarse qui prodest? ¿A quién beneficia este río revuelto?

Lo que más importa, mientras lo averiguamos, son esas miles de personas que siguen atrapadas en una tierra de nadie manoseada por todos. Personas con un futuro incierto muy cierto y que, a pesar de su orgullo cosaco, tarde o temprano acabarán siendo utilizadas por el mejor postor.

Mientras esta crisis suscite más atención geopolítica que humanitaria seguiremos perdiendo la partida antes de empezarla y olvidando que el mundo necesita más evolución y menos revolución. Como escribió Tolstoi, todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera.

*** Ana Hernández Rodríguez es asesora jurídica del Consejo Económico y Social de España. Fue observadora de la OSCE en las elecciones presidenciales de Ucrania en 2015 y enviada de la misión especial de la OSCE en el Donbás en 2016.

Gabriel Rufián, frente a Yolanda Díaz.

Nos hemos vuelto todos locos: los políticos creen ahora en la conspiración

Anterior
El cantante Neil Young.

El #MeToo contra Spotify

Siguiente