Una boca eruptiva en La Palma.

Una boca eruptiva en La Palma.

LA TRIBUNA

Megatsunami, no. Pero ¿un cráter explosivo en La Palma?

Descartada la posibilidad de un megatsunami en La Palma, cabe preguntarse si hay riesgo de un cráter explosivo capaz de causar daños que hasta hoy no hemos visto.

23 septiembre, 2021 02:44

Me suelen preguntar si puede haber un cráter explosivo en La Palma como el de hace 70 años. Pero la respuesta no puede ser, simplemente, de sí o no. Habría que matizar.

De hecho, tras entrar en erupción el pasado domingo el volcán de Cumbre Vieja, se han desatado infinidad de elucubraciones. Un país como el nuestro, más allá de los tiempos geológicos, no tiene tradición en la sociedad de sufrir grandes movimientos telúricos. Y como las Canarias son islas y son volcánicas, la imaginación ha llegado a elucubrar incluso con tsunamis y grandes explosiones.

¿Es posible lo primero? ¿Habrá más de las segundas? ¿Serían capaces de causar daños que hasta hoy no hemos visto? Al fin y al cabo, el martes por la tarde ya se reportó una explosión mayor que las anteriores...

Hablemos primero de lo posible, la fase explosiva. Hay tres posibilidades distintas, demostrables por los registros históricos y geológicos, de que esto pueda ocurrir. Que una bolsa de gases empuje las rocas fundidas aún no emergidas (lo que ocurrió el martes), que el magma volcánico entre en contacto con un depósito de aguas subterráneas o que alguna chimenea se atranque por la efusión de un magma más viscoso que el observado hasta ahora (una opción muy controvertida a la vista de los datos disponibles).

En la isla de La Palma se tiene noticia de seis erupciones históricas posteriores a la conquista castellana, y anteriores a la actual. Ocurrieron en los años 1585, 1646, 1677, 1712, 1949 y 1971. Todas ellas han sido de tipo estromboliano, lo que significa que las emisiones son fluidas (con ocasionales brotes explosivos) y fundamentalmente de lavas basálticas con un volumen limitado de piroclastos (partículas emitidas a la atmósfera que caen en forma de ceniza o lapilli).

No obstante, estudiados los depósitos de las erupciones de 1585, 1712 y 1949, se reconocen otros materiales. En el caso de la más antigua, aparecen intrusiones de fonolitas (magmas de una viscosidad extrema), en tanto que en las otras dos hay depósitos hidromagmáticos (muestras de contacto del magma con depósitos de agua). Y esto modifica de alguna forma la clasificación estromboliana de los volcanes.

La alta densidad de los magmas fonolíticos provoca que, en su ascenso por la chimenea, lleguen a obturarla. De esta forma, el empuje del magma subyacente, que trata de salir a la superficie, puede dar lugar a explosiones. Así parece confirmarse por los relatos históricos que hablan de una fuerte sismicidad en la erupción del siglo XVI.

En cuanto a los depósitos hidromagmáticos, presentes en las laderas de los volcanes de San Martín y Montaña Lajones (1712) y en el cráter de Hoyo Negro (1949), suponen que en algún momento de su ascenso el magma debió atravesar un nivel freático (agua subterránea). Sería entonces el vapor de agua generado de un modo instantáneo lo que, en su expansión, diera lugar a las explosiones.

Los conocimientos teóricos y los datos disponibles permiten descartar un megatsunami casi de manera taxativa

Sin embargo, hay otros focos de emisión de estos dos últimos episodios en los que no se hallan tales depósitos, por lo que no debieron de producir explosiones. En la erupción de 1949, la zona de Hoyo Negro sí muestra depósitos hidromagmáticos, pero no ocurre así en los otros dos focos, los de Duraznero y Llano del Banco.

Ahora bien, los estudios hidrogeológicos realizados en Cumbre Vieja no muestran la existencia de un nivel freático generalizado. Y esto explica que en los otros tres episodios (1646, 1677 y 1971) sólo se hayan reconocido lavas y piroclastos estrombolianos, sin rasgos explosivos. En realidad, dentro de los volcanes históricos, son mayoría los que no ofrecen pruebas de haber entrado en fase explosiva.

En el momento actual, ninguna de las bocas activas (que no están muy separadas) ha producido explosiones atribuibles con seguridad a vapor de agua. Y, por otro lado, la efusión de gases suele ser continua al principio de la erupción, pero pasado un tiempo puede pasar a ser intermitente. Cuando esto ocurre, en los momentos de incremento pueden producirse pequeñas explosiones. Es posible que Cumbre Vieja esté entrando en esta nueva fase y que la pequeña explosión de la tarde del martes corresponda a una concentración puntual en la efusión de gases.

Pero hablábamos de una tercera eventualidad explosiva, mucho menos probable, aunque hay expertos que defienden que pudo ocurrir en la erupción de 1585: la nube ardiente. En los depósitos de aquel primer episodio catalogado en La Palma sí hubo terremotos mayores y se reconocen magmas más ácidos. Me cuesta estar de acuerdo con la aparición de la nube ardiente, pero la existencia de fonolitas y otras evidencias podrían explicar un fenómeno algo similar a la erupción del Vesubio sobre Pompeya, en el año 79 dC. 

Finalmente, desechemos la teoría del tsunami. Ha corrido estos días por las redes el extracto de un documental televisivo que advertía, hace unos años, de la posibilidad de un megatsunami que podría generarse por el desprendimiento instantáneo de la ladera que lleva cinco días agrietada y emite lava por nueve chimeneas.

El vídeo llega a comparar un eventual hundimiento repentino de las tierras bajo las aguas marinas con el impacto de un meteorito con el que hoy explicamos la extinción de los dinosaurios. Y aunque en la ciencia geológica permite defenderlo (casi) todo si existe la más mínima posibilidad de que ocurra, la experiencia, los conocimientos teóricos y los datos disponibles permiten descartar esa gran ola devastadora casi de manera taxativa.

En resumen, la idea del gran tsunami contribuyó más a la venta de seguros en la costa este de Estados Unidos que a la ciencia. Y si la evolución dentro del periodo de emisiones actual no da lugar a focos más alejados de la grieta actualmente abierta, no parece probable que lleguen a producirse erupciones explosivas. Y en el caso de que ocurrieran, no parece previsible que fueran de gran intensidad. En cualquier caso, el seguimiento que se está haciendo de la evolución del volcán debe permitir prevenir los riesgos humanos, aunque no pueda eliminar el riesgo de los bienes inmuebles.

*** Carlos Prieto es geólogo.

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