Concentración de la Junta del Personal del Hospital La Plana en contra del uso de ozonoterapia en pacientes Covid.

Concentración de la Junta del Personal del Hospital La Plana en contra del uso de ozonoterapia en pacientes Covid.

LA TRIBUNA

Jueces, científicos y ozonoterapia: Eppur si muove

Los jueces no deberían tomar decisiones que contradigan el criterio de los científicos en aquellos terrenos en los que estos son la primera fuente de autoridad.

27 agosto, 2021 01:39

El 21 de junio de 1633, un tribunal del Santo Oficio condena a Galileo Galilei a cadena perpetua por su defensa del modelo heliocéntrico del mundo. Galileo (un intelectual de inmenso prestigio ya en su tiempo) fundamenta sus ideas en mediciones objetivas que contradicen el modelo geocéntrico, compuesto de impolutas esferas celestiales.

El debate entre Galileo y sus oponentes va más allá del orden de los astros. Se trata, sobre todo, de un enfrentamiento metodológico. El padre del método científico basa sus ideas en la física cuantitativa, apoyada en la observación y en cálculos matemáticos, frente a sus opositores, que defienden la física cualitativa de Aristóteles.

Según Galileo, el hielo flota en el agua porque tiene menos densidad que esta. Según los aristotélicos, el hielo flota porque “la naturaleza del hielo es flotar”. Cuando Galileo publica la observación del paso de tres cometas en 1618, sus detractores alegan: “Los astrólogos han hecho sus horóscopos teniendo en cuenta todo aquello que se mueve en los cielos. Por lo tanto, los astros mediceos no sirven para nada, y Dios no crea cosas inútiles, estos astros no pueden existir”.

Casi 400 años más tarde, el método científico nos ha permitido comprender no sólo que la Tierra gira en torno al Sol, sino que nuestro astro no es más que un modesto vecino en un barrio periférico de una entre los cientos de miles de millones de galaxias que componen el cosmos visible.

No hay prueba alguna de que la ozonoterapia sea beneficiosa

Todos los enormes avances conceptuales de los últimos dos siglos y toda nuestra tecnología, desde los cohetes de Space X hasta nuestros teléfonos inteligentes, desde los coches eléctricos hasta las vacunas de mRNA, se las debemos a ese mismo método. Nadie en su sano juicio opondría hoy en día argumentos cualitativos a la metodología científica.  

¿O sí?

Recientemente, este periódico ha publicado una noticia informando de una sentencia judicial que avala la aplicación de una pseudoterapia a un paciente de COVID.

Se trata de un tratamiento de ozonoterapia que insufla una mezcla de oxígeno y ozono al cuerpo por diversas vías. No hay prueba alguna de que la técnica sea beneficiosa. Más bien lo contrario. El argumento judicial que apoya su aplicación descansa en el “uso compasivo” de la terapia.

Una sociedad científicamente informada confiaría la gestión de estos problemas a un comité ético o a un comité de expertos

La noticia aparece en un tiempo en el que asistimos a frecuentes decisiones judiciales que desautorizan medidas de control de la pandemia propuestas por los diferentes Ejecutivos comunitarios. En ambos casos, las decisiones judiciales se oponen a propuestas avaladas por la ciencia.

Es cierto, que, en ambos casos, no estamos debatiendo de cosmología. La compasión o la violación de las libertades individuales no afecta a las órbitas de los planetas, pero sí pueden ser relevantes a la hora de tomar decisiones asociadas con el tratamiento de un paciente terminal o la gestión de una pandemia.

Pero, por otra parte, una sociedad científicamente informada confiaría la gestión de estos problemas a un comité ético (todos los hospitales lo tienen) o a un comité de expertos (que debería asesorar de forma clara y transparente las decisiones de los Ejecutivos en materia de pandemias, lo que quizá no ha sido siempre el caso).

Lo razonable sería esperar que los jueces se limitaran a verificar que las decisiones de estos comités son de buena fe (esto es, que cumplen los protocolos establecidos y observan las garantías necesarias), confirmándolas, si ese es el caso, sin cuestionarlas.

Es importante que el Poder Ejecutivo no intente aprovechar situaciones excepcionales para colar de tapado medidas restrictivas

Por poner un ejemplo concreto. Es sin duda importante que el Poder Ejecutivo no intente aprovechar situaciones excepcionales, como la invasión del SARS-CoV-2, para colar de tapado medidas restrictivas a la libertad de los ciudadanos, y es responsabilidad de los jueces garantizar que esto no ocurra.

Pero no parece tan razonable que sea el juez quién decida sobre los detalles de gestión que corresponden al Ejecutivo. Si un comité de expertos (con todas las garantías necesarias) valora que el toque de queda es necesario cuando la incidencia acumulada supera, digamos, los 200 puntos, no corresponde a los jueces discutir ese número opinando que es demasiado grande o pequeño y por tanto otorgándose un papel que no les corresponde.

Pedro Miguel Echenique, uno de nuestros más destacados científicos y a la vez hombre de gran experiencia en política, cita a menudo una frase de Winston Churchill: Experts must be on tap, not on top, cuya traducción aproximada sería “los expertos deben estar disponibles, pero no ser los que mandan”.

A la hora de decidir un confinamiento (y más todavía cuando se trata de uno tan brutal como el que sufrimos los españoles hace año y medio) no basta con los informes y las opiniones de los expertos en epidemiología, dadas las profundas consecuencias sociales y económicas de la decisión. Pero una sociedad científicamente informada confiaría esa decisión a un Ejecutivo (la gente on top) que a su vez se haría asesorar de manera transparente por amplios comités de expertos (los científicos on tap) y que sólo recurriría a los jueces en circunstancias extremas.

Si es razonable aplicar la receta de Winston Churchill a los científicos, cabe preguntarse si no debería aplicarse también a los jueces

Por desgracia, el viento parece soplar en la dirección contraria. Si ya resulta preocupante la judicialización de la pandemia, todavía mucho más lo es que un juez contradiga, con argumentos casi aristotélicos, la opinión de los médicos que intentan salvar la vida de un paciente (no es la primera vez que las pseudoterapias cuestan vidas). Si es razonable aplicar la receta de Winston Churchill a los científicos, cabe preguntarse si no debería aplicarse también a los jueces.

Es conocida la anécdota en la que Galileo, después de su condena, murmura entre dientes: Eppur, si muove. Y sin embargo, se mueve. Esperemos que también aquí sea ese el caso. Lo antes posible.

*** Juan José Gómez Cadenas es físico y novelista.

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