Pablo Casado e Inés Arrimadas.

Pablo Casado e Inés Arrimadas.

LA TRIBUNA

Este no es el fin del PP

La autora niega que los resultados de las elecciones autonómicas catalanas vayan a suponer el principio del fin del PP, como auguran algunos sectores de la izquierda. 

2 marzo, 2021 02:53

Los resultados de las elecciones catalanas no fueron buenos para el PP. Por eso, Pablo Casado anunció al día siguiente el inminente abandono de la sede de Génova 13 con un doble objetivo. Por un lado, desviar la atención de los medios sobre las elecciones catalanas. Y, por otro, dar un golpe de efecto. 

Ante el sorpaso de Vox en Cataluña, algunos sectores de la izquierda se han aventurado a proclamar el colapso del PP, e incluso su fin. También se han mofado de la venta de su sede.

Algo que parece precipitado para un partido que en las últimas elecciones generales ha obtenido más de cinco millones de votos y que gobierna en Andalucía, Murcia, Castilla y León, Galicia y Madrid, además de en un gran número de capitales de provincias.

Es cierto que Vox ha irrumpido con fuerza en el parlamento catalán con once diputados, superando así a Ciudadanos y PP. Además, ha obtenido sus votos tanto en zonas de renta alta como de renta baja, adentrándose en un sector de la población que hasta ahora le había sido esquivo, el de las clases trabajadoras.

Un dato que ha pasado desapercibido para muchos, pero que tiene gran importancia dado que la fuerza de los partidos de extrema derecha europeos reside, precisamente, en el respaldo de las clases trabajadoras.

Cataluña es la región española donde se produce la mayor variación en el comportamiento de los electores

Los populares catalanes, sin embargo, no sólo no han sido capaces de atraer para sí los votos que Ciudadanos se ha dejado por el camino, sino que, además, han sufrido un retroceso electoral.

A todo esto, hay que sumarle a las ventajas de Vox un marco internacional que parece favorecerles. Y sólo hay que echarle un vistazo a nuestros vecinos franceses. Allí, las encuestas pronostican unos excelentes resultados para el partido de Marine Le Pen.

Pero hay que considerar antes dos aspectos. Por un lado, Cataluña es la región española donde se produce la mayor variación en el comportamiento de los electores según se trate de unas elecciones municipales, autonómicas o generales.

Por otro lado, la presencia del PP en Cataluña siempre ha sido minoritaria. Salvo en las elecciones autonómicas de 1995, cuando Alejo Vidal-Quadras, con 17 escaños y un porcentaje de voto del 13,05%, consiguió los mejores resultados del partido hasta entonces.

A partir de ese momento, el PP catalán, controlado por los hermanos Fernández Díaz, suavizó su línea política y empezó su caída libre. Con la única excepción de las elecciones de 2010, cuando Alicia Sánchez-Camacho logró, con 18 parlamentarios, situar de nuevo al partido en la tercera posición. Eso sí, sin llegar a superar el número de votos o los porcentajes de 1995.

En los últimos meses, las encuestas señalan que el PP no sólo ha consolidado su mayoría en Andalucía, sino que ha recuperado el primer puesto en Madrid, uno de sus principales feudos electorales junto a Galicia y Murcia.

Si PP y Ciudadanos se hubieran presentado juntos en las elecciones catalanas, habrían obtenido 13 escaños más que Vox

Es más. Según el barómetro del CIS, desde enero de 2020 la diferencia entre PP y Vox se ha mantenido prácticamente intacta en algo más de cinco puntos, exceptuando el periodo comprendido entre abril y septiembre del año pasado, cuando esta llegó a ser de hasta nueve puntos a favor del PP.

Durante estos días también se ha hablado de la posibilidad de que PP y Ciudadanos acaben fusionándose para hacer un frente común contra Vox y recuperar así parte del voto perdido. Parece claro que si ambos partidos se hubieran presentado juntos en las elecciones catalanas hubieran obtenido 13 escaños más que los cosechados por Vox.

La fragmentación perjudica al centroderecha. Por eso ambos partidos miran a Vox con recelo. Porque es la tercera fuerza parlamentaria en el Congreso de los Diputados y porque se encuentra presente, en mayor o menor medida, en todos los parlamentos autonómicos, salvo en Galicia.  

Pero difícilmente alguien que conozca el ADN de los populares puede creer en la fusión con Ciudadanos, y menos en un futuro próximo.

El PP posee una ventaja sobre Ciudadanos y Vox, que es su implantación territorial en toda España. Esto parece conducirle hacia la misma estrategia de Manuel Fraga, primero, y de José María Aznar, después.

El PP debe intentar absorber a un partido que se encuentra muy debilitado, Ciudadanos, y escorar lo más que pueda a Vox

Pero, para ello, tiene que dejar a un lado la improvisación y apostar sin titubeos por una línea moderada y centrada, regenerándose, sin mirar a la izquierda ni a la derecha, y sin acomplejarse por su pasado. 

También debe celebrar congresos provinciales para rebajar el poder de los barones territoriales.

A partir de ahí, el PP debe intentar absorber a un partido que se encuentra muy debilitado, Ciudadanos, y escorar lo más que pueda a Vox.

A la vista de los últimos movimientos, parece que los tiros van en ese sentido. La incorporación de Eva Parera en Cataluña y el intento de fichaje de dos concejales de Begoña Villacís en el Ayuntamiento de Madrid así lo demuestran.

Por tanto, ni el problema es Génova 13, ni el PP está acabado.

*** Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.

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