Menos de dos semanas después de la amistosa reunión de Donald Trump y Vladímir Putin en Alaska, Rusia ha perpetrado una de las mayores matanzas en Kiev en lo que va de guerra.
En la madrugada del jueves, Moscú ha lanzado un nuevo ataque con drones y misiles sobre la capital que ha dejado más de veinte fallecidos, entre ellos cuatro niños. Una masacre de esta magnitud en suelo europeo, y premeditada con alevosía, no podía menos que suscitar una profunda consternación que recoge hoy EL ESPAÑOL sobre el terreno.
El bombardeo ha destrozado además, deliberadamente, la delegación de la Unión Europea en Kiev. Sólo puede ser leído como una provocación a los socios comunitarios, que en las últimas semanas han reafirmado su resolución de reforzar la defensa ucraniana tras la guerra. Y que, exhibiendo una renovada unidad, intercedieron a favor de Zelenski ante Trump, disuadiéndolo de su disposición a estudiar los "intercambios territoriales" propuestos por Putin con la que salió de Alaska.
Trump aún no se ha pronunciado sobre el ataque. Pero hasta ahora su forma de lidiar con las recurrentes burlas de Putin a las conversaciones de paz se ha limitado a una exteriorización retórica de enojo, sin que estas amenazas con la boca pequeña se hayan sustanciado en ninguna acción tangible.
El presidente estadounidense se ha quedado ya sin excusas para aplicar las "sanciones letales" contra Rusia si Putin se sigue negando a acordar un alto el fuego, y que llevan esperando desde abril.
El último ataque sobre Kiev ofrece la constatación definitiva de la futilidad de la estrategia diplomática de la Casa Blanca. Porque certifica que Putin no se ha movido ni un ápice de sus reclamaciones territoriales en Ucrania. Ni de su determinación de seguir con la guerra en Ucrania, incluso de exacerbarla.
Y no sólo eso: mientras Trump se sigue engañando sobre la buena fe de un Putin al que espera llegar a sentar a la mesa con Zelenski, el sátrapa ha respondido revalidando su alianza con los conspiradores contra el orden mundial. Putin estará junto a Kim Jong-un en China escoltando a Xi Jinping en el desfile militar del próximo 3 de septiembre, en otro gesto de desprecio a Occidente lanzado en mitad de las conversaciones de paz.
A Trump le ha salido por la culata el tiro de haberle regalado al Kremlin un triunfo simbólico en Alaska. Y es Ucrania la que va a pagar con sangre su error de haber rehabilitado a Rusia como actor internacional, en un encuentro opaco que, si bien no sirvió para concretar ningún avance hacia la paz, sí le valió a Putin como enjuague diplomático.
A la vista de que Moscú ha triplicado prácticamente los bombardeos desde que el pacificador que se comprometió a acabar la guerra en 48 horas está en la Casa Blanca, es lícito concluir que con su estrategia de apaciguamiento Trump sólo ha logrado debilitar a Ucrania y fortalecer a Putin.