Una década después de la conferencia de Adís Abeba en la que se adoptó la Agenda 2030, hoy arranca en Sevilla la IV Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo.
El foro pretende revitalizar y profundizar en la agenda mundial contra la pobreza y la crisis climática, en un contexto de retraso del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de descenso de la ayuda oficial al desarrollo y de disminución de la cooperación internacional.
Los 70 jefes de Estado y de Gobierno y los representantes de los organismos económicos internacionales y del sector empresarial, civil y académico que se reunirán a lo largo de esta semana, son conscientes de que urge reformar el sistema de financiación, para avanzar hacia una arquitectura financiera internacional más justa y equitativa.
Y, por eso mismo, la Conferencia de Sevilla debe servir también de foro para encontrar soluciones multilaterales a la crisis migratoria. Porque la única manera de contener los flujos migratorios que desbordan hoy a los países occidentales es impulsar el desarrollo en los países de origen.
El abismo económico que media entre países desarrollados y aquellos en vías de desarrollo (siendo el caso paradigmático la frontera entre España y Marruecos, una de las más desiguales del mundo) es el principal factor impulsor de las migraciones masivas.
La evidencia demuestra que el endurecimiento de fronteras fracasa como solución sostenible. En cambio, políticas de desarrollo que reduzcan las desigualdades estructurales en los países emisores, y por tanto la asimetría con los países receptores, es la fórmula más eficaz y ética para aminorar los desplazamientos forzados, en la medida en que fomentar el apego al lugar disminuye la voluntad de huir.
El Compromiso de Sevilla que saldrá de esta cumbre, y que marcará la hoja de ruta de la comunidad internacional sobre la financiación al desarrollo, debe certificar también el nacimiento de un nuevo enfoque desarrollista de la cuestión migratoria.
Lo cual requiere, primero que todo, replantear el actual modelo de financiación fracasado, agravado por la impotencia de la ONU como actor internacional y el descrédito por la corrupción de muchas ONGs.
Es forzoso reconocer que la arquitectura financiera global está rota. Porque los países en vías de desarrollo transfieren actualmente más capital a las economías avanzadas que el que reciben en ayuda. Y se da así un círculo vicioso en el que los milmillonarios pagos de los intereses de la deuda a los países donantes detrae recursos que deberían destinarse a desarrollo, perpetuando así la pobreza de los supuestos beneficiarios.
No se trata sólo de aumentar la ayuda exterior, para paliar el déficit de financiación de los ODS que mantiene paralizadas inversiones en salud, educación y empleo digno en países emisores de migrantes. Sino también de hacerla eficiente.
Y eso pasa igualmente por corregir los desvíos de fondos de cooperación hacia el simple control fronterizo. Aquí radica la conexión entre ambas dimensiones: los efectos del endurecimiento de las políticas migratorias son limitados porque no atajan las causas raíz de la migración irregular, y la cooperación para el desarrollo es inoperante porque las inversiones se dedican sobre todo a pagar los países emisores para que restrinjan las salidas.
Urge replantear este enfoque inercial. La gobernanza internacional tiene que salir de Sevilla con el compromiso de aumentar la inversión en los países de origen en programas que generen empleo local y acceso a servicios básicos. Y que permitan canalizar las remesas hacia desarrollo productivo, reduciendo así la presión migratoria.
A ello contribuirá también una de las iniciativas que se tratará en esta cumbre: la renegociación de la deuda con aquellos países que destinan más recursos a la financiación de esta que a la de los servicios sociales.
La solución al desafío migratorio no radica en levantar vallas más altas, sino en corregir los desequilibrios estructurales entre el primer y el tercer mundo que alimentan las salidas masivas e irregulares.