Pedro Sánchez compareció este domingo en la Moncloa para ofrecer una declaración institucional no programada, sin periodistas ni preguntas, en la que anunció lo que calificó como un “acuerdo muy positivo” entre España y la OTAN.
Según el presidente, nuestro país no estará obligado a alcanzar el 5% del PIB en gasto en defensa pactado por la Alianza Atlántica, sino que bastará con el 2,1% que el Gobierno considera “suficiente para mantener todo el personal y equipamiento” de nuestras Fuerzas Armadas.
Sánchez presentó ese presunto pacto como una victoria diplomática y una muestra de responsabilidad fiscal, asegurando que elevar el gasto al 5% sería “despilfarrar miles de millones” y comprometer el Estado del bienestar.
Sin embargo, la realidad es muy diferente.
Como señaló pocos minutos después Alberto Núñez Feijóo en su cuenta de X, "lo que Sánchez acaba de decir es que va a comprometer el gasto militar para los próximos diez años, sin presupuestos y sin pasar por el Congreso. O sea, ha acordado que España pague, pero cuando él ya no esté. Patada para adelante".
Feijóo tenía razón. Pero el presidente respondió de inmediato, con muy malas maneras, adjuntando la carta en la que Mark Rutte, el secretario general de la OTAN, confirmaba presuntamente sus palabras.
"Toma, Alberto. Que alguien te la traduzca. A ver si eso aclara tus dudas" dijo Sánchez.
Pero lo cierto es que la carta de Rutte no decía nada de lo que Sánchez había defendido en su declaración.
Porque en su misiva, Rutte se limitaba a "tomar nota" de la afirmación de Sánchez de que puede conseguir los mismos objetivos que el resto de miembros de la OTAN gastando prácticamente la mitad que ellos. Un imposible lógico, además de una mentira de patas llamativamente cortas.
Sánchez, en fin, pretendía engañar al mismo tiempo a la OTAN y a los españoles.
El engaño de Sánchez ha quedado confirmado este lunes, cuando el propio Mark Rutte ha negado las afirmaciones de Sánchez y ha confirmado que España deberá gastar el 3,5% del PIB en Defensa, como el resto de aliados de la OTAN, para alcanzar los compromisos adquiridos por nuestro país en materia de capacidades militares.
"En la OTAN no hay cláusulas de exclusión y no entiende de pactos o acuerdos paralelos", ha sentenciado Rutte. "El hecho es que España cree que puede alcanzar esos objetivos con un porcentaje del 2,1%. La OTAN está absolutamente convencida de que España tendrá que gastar un 3,5%", ha añadido.
Las afirmaciones de Rutte han sido corroboradas por el embajador de Estados Unidos ante la OTAN, Matthew Whitaker, que ha dicho este lunes que "todos" los aliados deben aumentar su gasto en defensa hasta el 5% del PIB, sin excepciones para España.
Sánchez, por tanto, no ha conseguido una “excepción ibérica” ni una exención permanente del compromiso aliado. Al contrario, se ha comprometido a alcanzar el 5% del PIB en gasto de seguridad y defensa en 2035, como el resto de los aliados.
Las prisas de Sánchez por comparecer frente a los españoles para anunciar un acuerdo que no era tal, que quedó desmentido en apenas minutos y cuya falsedad han confirmado hoy la OTAN y los Estados Unidos, sólo corrobora el nerviosismo de un presidente desesperado por lanzar bombas de humo que le permitan desviar la atención de los casos de corrupción que acechan a su Gobierno.
Pero las bombas de humo del presidente del Gobierno son desmentidas ya incluso antes de llegar a los telediarios y los editoriales de la prensa afín, lo que demuestra que el motor de esa eterna huida hacia adelante que le permitía antes a Sánchez escapar de sus escándalos y sus mentiras con sorprendente facilidad se ha quedado ya sin combustible.
El debate sobre el gasto en defensa no puede reducirse además a una cuestión de cifras ni de relatos políticos. Como ha defendido este diario en anteriores editoriales, el bienestar de los españoles depende, en última instancia, de la capacidad del Estado para garantizar la seguridad y la defensa nacional en un entorno internacional hostil y volátil.
La corrupción, la inseguridad y las amenazas exteriores, de las cuales el intento de Irán de convertirse en una potencia nuclear es un ejemplo claro, no se combaten con discursos, sino con recursos, capacidades y compromisos efectivos.
El compromiso con el rearme y la defensa colectiva permanece intacto, y la factura llegará, antes o después, a los presupuestos nacionales. Lo importante no es el relato, sino la realidad: la seguridad de los españoles exige responsabilidad, transparencia y, sobre todo, sinceridad. Algo que Sánchez no está en condiciones de ofrecer.