Mientras siguen ocupando sus puestos en el Consejo de Ministros, los miembros del Gobierno encumbrados por Ferraz a las baronías regionales ya están labrándose su perfil como candidatos en sus respectivas comunidades autónomas.
María Jesús Montero, multiplicando sus actos en Andalucía y enredándose en toda clase de polémicas, como el derrape sobre la presunción de inocencia a propósito del caso Alves.
Diana Morant, explotando el cuestionamiento de Carlos Mazón por su gestión de la dana.
Y Óscar López, polemizando forzadamente con Isabel Díaz Ayuso y dejando mensajes cada vez más agresivos.
Pero la multiplicación de ministros candidatos, otra de las innovaciones políticas introducidas por Pedro Sánchez, es, ante todo, una práctica sumamente cuestionable desde el punto de vista político.
Y no sólo porque no parece lo más deseable que haya cinco miembros del Gobierno (contando también a Pilar Alegría y Ángel Víctor Torres) que sumen a sus ya de por sí exigentes responsabilidades como ministros las de líderes regionales del partido y las de candidatos autonómicos. En el caso de Montero, añadiendo a estas tareas las de vicepresidenta del Ejecutivo y número dos del PSOE.
También porque los ministros lo son de toda la nación: deben gobernar para todos y no sólo para una parte de los ciudadanos. Pero, si compatibilizan sus cargos ministeriales con los de candidatos a las presidencias autonómicas, es difícil pensar que en su labor de Gobierno vayan a priorizar el beneficio de los ciudadanos de las regiones a las que aspiran a representar que el interés nacional.
Y el hecho de que ya estén utilizando sus escaños en el Congreso de los Diputados para hacer campaña en clave autonómica, y ejerciendo in pectore como líderes de la oposición de sus respectivos territorios, sólo refuerza esta sospecha.
Pero es que, además, la apuesta de Sánchez por los paracaídistas de Ferraz es, de momento, poco rentable electoralmente. Según las últimas encuestas, ninguno de sus ministros estaría logrando lo proyectado: actuar de revulsivo entre los electorados regionales.
En Madrid, el sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL de este 2 de mayo pronostica que Óscar López sólo lograría mejorar el resultado del PSOE de 27 a 32 escaños a costa de quitarle voto al Más Madrid de otra ministra, Mónica García. Y sin poder evitar que Ayuso amplíe en dos escaños su mayoría absoluta.
En Valencia, Diana Morant estaría logrando remontar las encuestas de los últimos meses. Pero, aún así, pasaría del 28,3% de las elecciones de 2023 al 26,2%, según una encuesta de SigmaDos de la semana pasada. A pesar de su caída en intención de voto, el PP de Mazón volvería a ganar las elecciones.
En Aragón, otro reciente sondeo de SocioMétrica le otorga al PP de Jorge Azcón una mejora de casi tres puntos, mientras que Pilar Alegría arrastraría el 29,5% de los votos del PSOE el 28-M al 26,2%.
Y en Andalucía, de acuerdo con el Barómetro de Opinión Pública del 22 de abril, Juanma Moreno ganaría de nuevo las elecciones con mayoría absoluta, mientras que María Jesús Montero empeoraría los resultados del PSOE, pasando del 24,1% al 23% de los votos.
Se diría que Sánchez ha confundido visibilidad con popularidad, creyendo que la condición de ministro otorgaría valor electoral añadido a la hora de revertir la enorme pérdida de poder territorial del PSOE el 28-M.
Pero tratándose de un Gobierno que resulta cada vez más antipático, con un presidente en mínimos de aprobación y con un equipo abrasado por una militancia abandonada al histerismo, lo más probable es que ser parte del Consejo de Ministros resulte más un hándicap que una ventaja electoral.