La filtración de las cláusulas del contrato que RTVE firmará este jueves con El Terrat para fichar a David Broncano ha generado una legítima estupefacción. Después de que el aplazamiento de la decisión en el último Consejo Extraordinario obligase a renegociar los términos, ahora se le ofrece al presentador de La Resistencia dos temporadas por más de 28 millones de euros en total.

Las cifras siguen siendo exorbitantes. Y las condiciones, muy ventajosas para la productora del espacio de Movistar+, dado que RTVE se compromete a mantener el programa en parrilla independientemente de su audiencia.

No es de extrañar que la controvertida negociación precipitara la crisis en la corporación pública que se llevó por delante a Elena Sánchez la semana pasada. La expresidenta interina del ente trató de bloquear el fichaje de Broncano por considerar que secuestraba la franja de emisión de máxima audiencia de TVE durante al menos un año.

A casi 88.000 € por programa, el contrato no tiene precedentes en la televisión española y da cuenta del interés de la Moncloa en hacerse a toda costa con el formato. Algo que no parece casual en un contexto en el que el Gobierno ya se ha garantizado que el Consejo de Administración de RTVE esté presidido por una militante socialista con carnet. 

Porque el fichaje de Broncano va más allá de un proyecto de modernización de TVE para levantar sus datos de audiencia. Un propósito que sería razonable si no fuera porque, en el siempre complicado equilibrio entre el modelo clásico de servicio público y el de entretenimiento volcado en el share, no se hubiera basculado totalmente hacia el segundo. Como lo prueba el hecho de que acomodar La Resistencia a la parrilla supondrá recortar el minutaje del Telediario de la noche en su parte final, la de más audiencia.

Resulta ingenuo pensar que el Consejo de Administración de RTVE haya resuelto autónomamente competir en el acces prime time con El Hormiguero. Es evidente que la Moncloa está interesada en atenuar la influencia social de Pablo Motos, al que el propio Gobierno ha convertido en su bestia negra, contraprogramándolo con un perfil más amable hacia la izquierda en el poder.

A la sospecha de que el movimiento responde más bien a motivaciones partidistas se añade lo arriesgado de tan costosa apuesta. Porque, hasta la fecha, el espacio de Antena 3 ha resultado imbatible en audiencia.

Es dudoso que un espacio cuyo público objetivo es casi exclusivamente la Generación Z pueda funcionar en una franja horaria cuyos telespectadores tienen una media de edad mucho más elevada. La repercusión en redes sociales no siempre es un indicativo fiable del éxito en televisión. Y menos cuando se trata de un programa que hasta ahora se ha emitido en una cadena de pago, lo que hace que no esté consolidado entre el público general.

El despilfarro de 28 millones resulta aún más sangrante si se pone en perspectiva con el monto equivalente que podría destinarse a partidas más beneficiosas para el interés general. Por poner un caso, el Ejecutivo echó atrás la proposición de Ley ELA por considerar que su coste de 38 millones de euros resultaba inasumible para las arcas del Estado.

El fichaje de Broncano no puede desligarse de las prácticas con las que el Gobierno ha venido modelando una televisión pública politizada, de parte y de vocación adoctrinadora. Por eso se antoja irónico que vaya a hacerse con un programa llamado La Resistencia, como si se tratase de un espacio underground y combativo y no de una prolongación del brazo de la Moncloa.