La decisión del PSOE de suspender cautelarmente de militancia a José Luis Ábalos después de que el exministro se haya negado este martes a dejar su escaño en el Congreso, ingresando en el Grupo Mixto, sólo puede ser calificada de correcta.

Cumplido el ultimátum de 24 horas concedido por el PSOE al exministro de Transportes para que renunciase a su acta de diputado, la dirección socialista ha hecho lo que debía hacer: expulsar del grupo parlamentario a quien se aferra a su puesto negándose a asumir su inequívoca responsabilidad política en el caso Koldo.

Y es que aunque procede reiterar, como ha hecho el propio Ábalos, que sobre él no pesa ninguna imputación judicial, es evidente que sí le es atribuible una culpa in vigilando y otra in eligendo.

Porque Koldo García, de quien la UCO sospecha que lideró una trama corrupta para enriquecerse con las comisiones por la compra de mascarillas, no es un militante socialista cualquiera, sino el antiguo número dos de Ábalos.  

Sólo cabe por tanto reconocer la celeridad con que la Ejecutiva socialista ha decidido este cese fulminante. Una contundencia de la que, procede recordarlo, no hizo gala en su día el PP de Mariano Rajoy cuando este dirigió a Bárcenas aquel mensaje de "Luis, sé fuerte".

La ejemplaridad, en este caso, está reñida sin embargo con el interés político inmediato del PSOE. Porque la marcha al Grupo Mixto de un Ábalos despechado y con aparente ánimo revanchista debilitará aún más la quebradiza mayoría parlamentaria sobre la que se asienta el Gobierno de Pedro Sánchez.

Resulta descabellado pensar que un socialista histórico como el exministro vaya a dejar caer al Ejecutivo del que formó parte. Pero su obstinación en aferrarse al escaño generará intranquilidad en el PSOE.

Reconocer el tino del partido a la hora de prescindir de Ábalos no está reñido sin embargo con exigir a la directiva socialista mayores esfuerzos para iluminar todos los flancos que quedan por esclarecer en este turbio asunto.

Cada día conocemos nuevas noticias que extienden la sombra de nuevas sospechas sobre otras autoridades socialistas. 

Este martes, EL ESPAÑOL informó de que la Fiscalía Europea investigará la posible malversación de fondos europeos en la que podría haber incurrido el Gobierno balear de Francina Armengol por los 3,7 millones de euros pagados a la empresa beneficiada por Koldo García.

Hoy miércoles, este diario desvela también que la actual presidenta del Congreso modificó un contrato para que la compra de material sanitario fuera financiada con fondos de la UE cuando ya conocía que las mascarillas eran defectuosas.

Por ello, el PSOE aún debe responder muchas preguntas.

¿Por qué Armengol no reclamó nunca a Soluciones de Gestión el cumplimiento del contrato? ¿Por qué sólo dio orden de reclamar una indemnización por el material sanitario defectuoso el día de la investidura de su sucesora?

¿Por qué el Ejecutivo de Ángel Víctor Torres avaló las licitaciones para la compra de mascarillas amparándose en un comité asesor que nunca llegó a existir formalmente?

Evidentemente, los casos de los expresidentes balear y canario no son tan flagrantes como el de Ábalos, y a lo sumo cabría imputarles una responsabilidad política indirecta. Pero eso no quita para que hayan podido hacer la vista gorda ante irregularidades notorias.

A ello se suman las dudas que despiertan las complicidades dentro del partido con Koldo y su red de colaboradores. ¿Cuándo tuvo el PSOE conocimiento de estos hechos? ¿Fue antes o después de que el presidente cesara a Ábalos como ministro?

Hoy es más necesario que nunca que Sánchez explique por qué destituyó a Ábalos en 2021.

Con su prurito higienizante de la vida política española, el presidente se lo ha puesto muy difícil a sí mismo. Y para estar a la altura del compromiso con el que llegó a la Moncloa, debe dar todas las explicaciones que estén en su mano para clarificar el primer gran escándalo de corrupción de su Gobierno.