Hace tiempo que las estimaciones de voto del CIS dejaron de ser creíbles. El descrédito de la institución es absoluto desde que la preside el socialista José Félix Tezanos. El problema no es que sus estimaciones sean desacertadas por costumbre. Tampoco su inclinación crónica a la mejora colosal de las perspectivas electorales de la izquierda, representada por el PSOE y Sumar, a la contra del resto de encuestas.

Lo peor de todo es el descaro con el que una institución pública, pensada para actuar con independencia y ofrecer un servicio de calidad a los españoles, se somete a los intereses del presidente del Gobierno, al margen de los intereses generales.

Es imposible tomarse en serio una encuesta que, a estas alturas, sostiene que el PSOE es la fuerza política con mejor porcentaje de estimación de voto, un punto y medio por encima del PP sólo ocho días después de ponerlo dos décimas por debajo. Donde casi todas las encuestas dan un apoyo aproximado del 33% al partido de Feijóo y de un 28% al de Pedro Sánchez, los datos de Tezanos proyectan un escenario inverso, idílico para el actual Gobierno.

A ello se aferra, precisamente, el mecenas de Tezanos. Las declaraciones de Sánchez en su entrevista de ayer en la cadena SER son inaceptables. No sólo por defender a capa y espada el mal trabajo de Tezanos. "Pero si es que el CIS publica de forma transparente todos sus datos", dijo. "Hay encuestas en las que ha acertado y otras en las que no".

Lo más grave de la aparición del presidente del Gobierno fue la acusación al resto de agencias, de la que salvó a 40dB (al servicio del Grupo Prisa), de brindar "una ensalada de encuestas extraordinarias donde, al final, es más un ejercicio de fe que un análisis científico de lo que realmente piensa la ciudadanía".

Nadie puede fingir sorpresa. En las acusaciones de insolvencia o mala fe a las empresas demoscópicas que aciertan, y en las reverencias a las que adaptan el resultado a sus deseos, llueve sobre mojado. El PSOE ya trató de empañar con una denuncia a la Junta Electoral Central el prestigio de agencias como Sociométrica, encuestadora de este periódico, por una razón peregrina: no publicar su sede social. Sacó de la denuncia, sin embargo, a otros diarios con líneas editoriales más afines al presidente y con elipsis más notorias en sus investigaciones.

Sánchez, con sus acusaciones, da cuenta de cuál es su idea de democracia: una a su medida. Durante la campaña, ha alimentado la teoría de que la llegada a la Moncloa de Feijóo sería un peligro para los españoles. Pero, la verdad sea dicha, cada día se encienden más señales de alerta sobre la deriva del propio Sánchez. Primero, inició una campaña de difamación contra los medios y periodistas críticos, a los que catalogó como "conservadores", lo sean o no. Y ahora va a por las empresas demoscópicas que reflejan una realidad incómoda para el PSOE. La de que el PP está a la cabeza de todas las encuestas respetables, con posibilidades muy reales de formar gobierno después del 23-J.

La semana que viene, cuando lleguen las elecciones generales y se conozca el resultado definitivo, será el momento del balance. Y a menos que el CIS rompa su dinámica y acierte de pleno, será el momento de que la Fiscalía intervenga. Tendrá que investigar si hay motivo para presentar una querella y si Tezanos ha incurrido los en delitos de prevaricación y de falsedad documental. Si ha existido una determinación sistemática de manipular la opinión pública, como tantos sospechan, para favorecer a Sánchez. Esto sería inaceptable en una democracia.

Y si se confirman las sospechas, los responsables deberán responder por sus abusos de poder y sus desmanes.