Las últimas horas de Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez ilustran las estrategias y los obstáculos que los dos líderes afrontan en su carrera hacia las elecciones generales. El resultado de las autonómicas y las municipales del 28 de mayo determinará si esas estrategias se mantienen, se acentúan o deben ser revisadas y replanteadas durante los meses que restan hasta los comicios de final de año. 

Feijóo, que no carga con el desgaste político que sí lastra al presidente tras tres años de una legislatura excepcionalmente convulsa, se ha prodigado en la calle con visitas a la Feria de Abril, a Barcelona (donde estuvo el viernes y adonde volvió este domingo por la mañana con ocasión de Sant Jordi), a Castelldefels, a Huelva (donde lidió con la polémica del momento, la que afecta a Doñana) y a Murcia, donde reivindicó un pacto nacional del agua que el PSOE, de momento, rechaza. 

Pedro Sánchez, sin embargo, ha restringido sus apariciones a actos de partido donde se le ha podido ver arropado por la militancia socialista. Es el caso de su mitin en Fuenlabrada de este domingo, donde dio su apoyo a los candidatos socialistas que se presentan a las elecciones del próximo 28 de mayo, o el de Úbeda (Jaén), donde prometió "educación y sanidad" a menos de 30 minutos de casa en el mundo rural. 

La explicación de ambas estrategias parece obvia. Mientras Feijóo necesita ampliar el terreno demoscópico del PP ocupando el centro del tablero político, Sánchez está obligado a movilizar a los votantes de su partido, que como informa hoy EL ESPAÑOL se encuentran más desmotivados de lo que sería deseable dada la cercanía de unas elecciones clave para determinar con qué fuerza llegan Sánchez y Feijóo a las generales.

Feijóo no sufre un problema similar de desmovilización del votante popular ni arrastra el desgaste político que hace que Sánchez sea abucheado cuando acude a actos públicos. Y de ahí que pueda prodigarse en fiestas populares y visitas a pie rodeado de ciudadanos que, como cuentan las crónicas, le acogen con mucha menos hostilidad que la recibida por el presidente del Gobierno. A cambio, debe combatir esa imagen de barón territorial distante y alejado de la realidad cotidiana que le achaca la propaganda socialista. 

El problema de Pedro Sánchez es otro, y ni siquiera es responsabilidad total suya. Es la desmovilización de una izquierda muy dañada tras tres años de crispación política sin precedentes y dividida hasta extremos caricaturescos por las cuitas y los egos en disputa en Unidas Podemos y Sumar. Es esa sensación de "espacio político" en continúa autodestrucción lo que más puede perjudicar a un Sánchez que lucha hoy por romper la imagen de que la derecha gestiona más seriamente la economía que la izquierda.

Feijóo lucha en la calle lo que Sánchez lucha sobre el estrado de los mítines. Esa imagen de un candidato de la oposición que se lanza a la batalla a campo abierto mientras el presidente se atrinchera en posiciones defensivas apunta a convertirse en una constante durante las siguientes semanas. Pero ambas estrategias tienen ventajas y puntos ciegos. El candidato que mejor sepa detectarlos tendrá buena parte de la carrera ganada hacia las elecciones de mayo y, en consecuencia, hacia las generales de fines de año.